El Beti Jai, uno de los numerosos frontones que salpicaban la geografía madrileña de finales del siglo XIX, ha permanecido más de un siglo escondido, sin el sonido de la pelota rebotando en sus paredes de piedra ni la algarabía proceden de las gradas. Pero ese tiempo de silencio llega a su fin porque el Beti Jai vuelve a abrir sus puertas para que los ciudadanos disfruten de un espacio emblemático y colosal que merece la pena visitar.