Mientras nos adentramos en el parque de Enrique Tierno Galván, se alza ante nosotros un edificio de color blanco y con forma de iglú rodeado por un conjunto de calles que parecen sacadas de un mapa estelar —calle de las Nebulosas, de la Estrella Denébola, de la Estrella Naos y de la Estrella Hadar—, y que refugian a este singular edificio que es nada más y nada menos que el Planetario de Madrid.
