Juanjo García Amorós
Juanjo García Amorós

Dieciséis años. A punto de terminar la ESO y de dar el salto a Bachiller. Una soltura sorprendente en la charla y una madurez más chocante aún si cabe para alguien que todavía no ha abandonado la adolescencia. Más aún cuando la timidez y la falta de concentración acompañaron esa infancia que no hace tanto dejó atrás.  Es Juanjo García Amorós, estudiante del colegio Padre Claret y ganador, junto a otros dos jóvenes más, del premio al Mejor Orador en el Torneo Intermunicipal de Debate, una iniciativa organizada por la Universidad Francisco de Vitoria en la que colabora el Ayuntamiento de Madrid, a través de los Servicios de Educación, coordinando la participación de los colegios de la ciudad.  Todo dentro del programa municipal «Madrid un libro Abierto». Diecisiete colegios en esta ocasión que se sumaron a los de localidades como Majadahonda, Las Rozas, Boadilla, Torrelodones o Pozuelo.  En total, 41 equipos de cinco miembros  que, durante el fin de semana pasado, se enfrentaron en una sucesión  de debates que alcanzó los 120 al final de las rondas. Si la unidad de medida que se utilizara fuera el tiempo, más de 68 horas para exponer, refutar y “meterse en los zapatos del otro”, como señala Juanjo.

Al Torneo, que ha cumplido este año su cuarta edición, se sumó el Ayuntamiento de Madrid desde la segunda convocatoria. Lo hizo porque “consideramos que el debate es una herramienta educativa y lúdica de estímulo y motivación del alumnado inestimable”. Lo dice Charo Sanz, directora de Familia, Infancia, Educación y Juventud, del Área de Equidad del ayuntamiento madrileño.  De hecho, cuatro técnicos de Educación de esa Dirección han sido miembros de un Jurado que lo ha tenido difícil, dado el nivel de preparación de los chavales. Lo resumía bien el tuit de Juanjo: “Niñas y niños de 16 y 17 años debatiendo mejor que los candidatos a presidente del Gobierno”. El pensamiento crítico ha prendido en ellos.

 

Juanjo García Amorós durante el torneo de debates
Juanjo García Amorós durante el torneo de debates

Son los propios estudiantes los que eligen el tema a debatir entre las tres propuestas que pasan los organizadores. En esta ocasión  ha sido “Nuevas tecnologías: oportunidad o amenaza en la sociedad actual”. Un tema complejo, con juego, que permite los grises. Juanjo lo sabe por su propia experiencia.  “Las posiciones se sortean. Unas veces tienes que hablar a favor, otras en contra. Te das cuenta de que no todo es blanco o negro, de que hay matices. Eso genera empatía”.  Y sobre todo criterio, algo en lo que insiste Oscar Daza, profesor y uno de los preparadores, junto con  Carmen Jiménez, de Juanjo y del resto del equipo del Claret.  “Yo siempre dedico el final de mis clases al debate”.  En este caso debatir es inherente a la asignatura que imparte, Filosofía.  “Hay que enseñarles a ser críticos. Así serán menos manipulables”, remacha. Carmen, profesora de Lengua, la otra asignatura que más interviene en la preparación,  añade dos aspectos más. Uno, la competitividad “sana” que les ayudará en su salida al mundo. La otra, la seguridad que aporta saber que tienen que documentarse solos,  que son parte de un engranaje, el equipo, en el que cada aportación cuenta. “Desde que sabemos el tema hasta el torneo realizan una labor ingente de lectura, documentación, preparación, que sería inviable poder hacer en clase”, comenta mientras Oscar incide en la energía contagiosa que muestran, tan intensa “que acaba tirando de ti”.

 Sacrificando recreos

Juanjo García Amorós recogiendo el título que le acredita como mejor orador
Juanjo García Amorós recoge el título que le acredita como mejor orador del Torneo

Cualquier rato es bueno, cualquier momento es el adecuado para ensayar, para probarse a sí mismo y al resto del equipo.  Sobre todos los recreos, sacrificados en ese segundo trimestre del año. Lo de menos es cómo. “Tumbados, caminando,  de pie derecho, a veces con un bolígrafo en la boca para ayudarte a vocalizar. Así hasta el fin de semana antes del torneo en el que nos juntamos todo el equipo tres horas cada día y eclosiona todo”.

El Claret  perdió frente a las ganadoras. “Si nos sentimos mal no fue por no ganar sino por dejar de debatir, queríamos seguir”, aclara Juanjo, al tiempo que confiesa que es casi inevitable que te tiemble el pulso antes de cada asalto en esa palestra de la oratoria. Aunque lo importante es que no se note o, al menos, no mucho. De hecho,  una de las actitudes más preciadas es la seguridad en la exposición y en la réplica, “transmitir seguridad al oyente”.  También la agilidad y rapidez en la respuesta. Y, si  todo eso se adereza con sentido del humor, la fórmula parece perfecta. Para Juanjo lo ha sido. “Me gusta contestar con metáforas y dicen que tengo mucho sentido del humor”. Y algo en lo que todos coinciden: pensamiento positivo.  El resta importancia. “La capacidad de liderazgo, la dialéctica se aprende y se entrena”, asegura.

Un entrenamiento en el que va a seguir. Primero porque ya forma parte de esa cadena de alumnos y exalumnos, creada por el colegio,  que entrenarán y prepararán a los equipos de los próximos años. Segundo, porque la política le tienta. No con falso neón, dice sino porque cree que la política “es algo más que debates vacíos, es un servicio a la sociedad. Somos la generación de la que saldrán los políticos de mañana”.