Reconocer en la tierra los matices pardos, rojizos o negruzcos en función del tiempo de descomposición del compost, sentirla al tacto más compacta, húmeda o suelta, e incluso percibir en su aroma matices a madera, ácido láctico o amoníaco, es posible en una cata que compare la materia orgánica obtenida a través de diferentes maneras de compostar.

Colaboradores de Madrid Agrocomposta -colegios, empresas, huertos comunitarios y otros nodos de recogida-  han participado en una cata de compost para conocer la importancia de separar correctamente el residuo orgánico con el mínimo porcentaje de residuos impropios, es decir de materiales no compostables, para obtener un compost de gran calidad.

“Catar es utilizar los sentidos para analizar algo, evidentemente esto no es una cata de gusto, pero sí se puede usar la vista para saber el grado de madurez del compost y también el olfato para distinguir la variedad de matices químicos presentes en la descomposición de la materia orgánica”, comenta el experto Franco Llobera. Esta actividad pretendía lograr que los asistentes pudieran distinguir el proceso de compostaje y sus resultados. Para ello se ofrecieron muestras de varios tipos, desde los generados con el agrocompostaje del proyecto, el compostaje comunitario o el vermicompostaje, hasta el procedente de la planta de compostaje municipal de Migas Calientes o el compost producido en Valdemingómez.

 

Madrid Agrocomposta

El resultado de la cata fue satisfactorio: todos los grupos reconocieron la mayoría de las características propias de cada tipo de compost a través de los sentidos de la vista y el olfato.

Madrid Agrocomposta es un proyecto educativo basado en una red de recogida de los residuos orgánicos generados en colegios, mercados, empresas y otros nodos colaboradores para transformar esa materia orgánica en un compost ecológico de calidad, con el menor porcentaje posible de impropios, para que pueda usarse como fertilizante en las huertas ecológicas de la periferia de Madrid.

La gran virtud del agrocompostaje es el mínimo porcentaje de impropios, de hecho los más frecuentes son las etiquetas en las peladuras de frutas”, subrayó Ramón Linaza, del Área de Gobierno de Medio Ambiente y Movilidad del Ayuntamiento de Madrid. Se consideran «impropios» los elementos que hay que retirar antes del compostaje, como las etiquetas en peladuras de fruta, plásticos, aluminio, papel, etc.

Nos dolía tirar el residuo orgánico a la basura, así que cuando conocimos el proyecto y vimos que se podía cerrar el ciclo no dudamos en formar parte de esto”, reconocía el responsable de uno de los restaurantes colaboradores. También participaba la Red de Huertos Urbanos Comunitarios del Ayuntamiento de Madrid, cuyo representante reconoce que aunque en los huertos comunitarios se composta de toda la vida, no tienen tanto alcance como para generar el volumen de compost que produce este proyecto. Y es que desde que comenzó Madrid Agrocomposta en 2016 se han recogido 200 toneladas anuales de residuos orgánicos.

Javier Pérez, agrocompostador en una de las huertas donde va a parar la materia orgánica, se mostró satisfecho con la iniciativa pues fertilizan sus tierras “con un producto orgánico que si no, iría a parar al vertedero”. Además, comentó que debería ampliarse el alcance de este proyecto ya que actualmente cubre el 25 % del total de materia orgánica que necesitan las huertas participantes.

Este proyecto, junto a la recogida selectiva de la fracción orgánica en 12 distritos de la ciudad, se incluye en la Estrategia de Prevención y Gestión de Residuos del Área de Medio Ambiente y Movilidad del Ayuntamiento de Madrid, con la que se quiere alcanzar los objetivos fijados por la Unión Europea en 2020 sobre la reducción de residuos en un 20 % y el incremento del reciclaje de los residuos hasta el 50 %.