Hace casi tres décadas que el Ayuntamiento de Madrid puso en marcha la red de Centros de Atención a las Drogodependencias (CAD), un nuevo dispositivo cuya sola mención causaba entonces rechazo frontal en la población. El primero, rodeado de una gran contestación ciudadana, había abierto sus puertas en Vallecas. Corría el año 1987. La epidemia de heroína causaba estragos en Madrid y, por si el panorama no fuera lo bastante desolador, un virus desconocido y entonces letal, el VIH, se había extendido sigilosamente a través de las jeringuillas. El miedo, generalizado, lo impregnaba todo. Nadie quería a los ‘drogadictos’ en su barrio, en sus calles, junto a sus casas, cerca de sus hijas e hijos. Algunos de los CAD, como el de Hortaleza, sufrieron incendios provocados. Era aquel «pongamos que hablo de Madrid” al que cantaba Sabina.
“Incluso en nuestro entorno, cuando contábamos que atendíamos a toxicómanos se percibía el temor a que les contagiáramos”, rememoran algunas de las veteranas médicas que, recién licenciadas, tuvieron que enfrentarse a situaciones muy dramáticas. Les llegaban madres desesperadas que habían hipotecado sus casas para pagar costosos tratamientos privados en un viaje a ninguna parte y, lo más duro, se encontraban con cuatro o cinco nuevos casos diarios de sida, la mayoría en personas muy jóvenes y en un época en la que los tratamientos todavía estaban lejos de asegurar la supervivencia. Fue una tragedia personal y colectiva.
Tras la heroína, los daños de la cocaína comenzaron a dar la cara. «El primer traje de Armani lo vi aquí”, apunta una de las psicólogas del CAD de Arganzuela. Una anécdota que resume que las adicciones en general, con el abuso del alcohol a la cabeza, no son un fenómeno marginal. Afecta a todas las clases sociales, deteriora la salud física y psíquica de quienes las padecen, y su efecto sobre las familias y la convivencia social es devastador.
1.872 nuevos pacientes en 2016
El mercado de sustancias adictivas varía, evoluciona, aparecen nuevas drogas sintéticas y se detectan comportamientos patológicos hasta hace poco desconocidos, como los relacionados con el abuso de las nuevas tecnologías. Pero ahora Madrid está preparada para hacerles frente. El extenso y multidisciplinar equipo del Instituto de Adicciones, integrado por especialistas en medicina, psicología, enfermería, personal sanitario, terapia ocupacional y trabajo social, nunca baja la guardia.
En 2016, los 10 centros ambulatorios del Instituto de Adicciones atendieron a 8.493 pacientes, de los que 1.872 llegaban el pasado año por primera vez a la red municipal. De las nuevas incorporaciones a tratamientos, la mayoría, 820 personas, fue por alcohol (43,80%), seguidas por cocaína (423 personas/22,60%) y cannabis (382 personas/ 20,40%) y, a bastante distancia, por opiáceos (181 personas/9,67%).
De la población total atendida, en el 35,86% de los casos el alcohol es la droga principal; en el 30,47%, los opiáceos; en el 19,23%, la cocaína y otros estimulantes, y en el 11,68%, el cannabis.
Nunca es demasiado tarde
Treinta años después de la apertura del primer CAD y de la puesta en marcha del primer Plan Municipal contra las Drogas, el delegado de Salud, Seguridad y Emergencias, Javier Barbero, y el gerente del organismo autónomo Madrid Salud, Antonio Prieto, asistirán este viernes, 15 de diciembre, en el Centro Cultural Conde Duque, a un encuentro con las y los profesionales del Instituto de Adicciones, de los siete Centros de Atención a las Adicciones, de los tres centros concertados con Cruz Roja Española y Cáritas Madrid y a representantes de las más de 40 entidades sociales colaboradoras. El objetivo es informales sobre el nuevo Plan de Adicciones, aprobado el pasado mes de octubre y que estará vigente hasta 2021.
El Ayuntamiento de Madrid tiene el máximo interés en que la ciudadanía, especialmente las familias de adolescentes y jóvenes, conozcan el Instituto Municipal de Adicciones y todos sus servicios, gratuitos, no sólo de tratamientos y terapias, sino de asesoramiento, prevención e integración, para que sepan que hoy, en Madrid, nunca es demasiado tarde.