Francisca Valero se casó con Carmelo Díaz en 1963. No pudieron ir de viaje de novios por motivos laborales, así que se conformaron con visitar unos días su pueblo de nacimiento, Alcaraz (Albacete), donde volvían siempre que podían. Tras casi 50 años de matrimonio Francisca Valero enviudó y se quedó, como ella solía decir, “sola, pero con los recuerdos de mi Carmelo”. Ahora ya no tiene ni eso. El Alzheimer se los está quitando poco a poco.
Como periodista he tenido contacto con esta enfermedad en muchas ocasiones, pero siempre de “espectadora”. He cubierto durante varios años para televisión el Día Mundial del Alzheimer, que se celebró ayer, 21 de septiembre, e incluso tuve la oportunidad de trabajar en un amplio reportaje en el que durante varios días convivimos con enfermos, enfermas, sus familiares y el personal del centro de día donde se encontraban. Y al final de esas jornadas de trabajo siempre acababa con ese sentimiento -algo egoísta pero humano- de “qué durísima enfermedad y… qué suerte no tenerla cerca”. Ahora sólo puedo decir lo primero porque el Alzheimer ha entrado en mi vida de una forma muy rápida y dolorosa.
Paquita es la madre de mi pareja, la abuela de mis hijos. Paquita comenzó como muchos enfermos, con pequeños despistes, pérdidas de memoria que achacábamos a la edad, pero pronto pensamos que había algo más. Y así fue, porque cuando finalmente, tras muchas visitas, le hicieron las pruebas específicas, salió del hospital diagnosticada con un Alzheimer en grado 4. Tiene autonomía personal, se desorienta fácilmente pero es capaz de hacer pequeños trayectos ella sola, no cocina pero hace otras tareas cotidianas, recuerda nombres y ciertas fechas… Nos explicaron que esta enfermedad tiene 7 etapas. Ella avanza rápida hacia la etapa 5, aquella en la que los enfermos ya comienzan a necesitar ayuda en las tareas cotidianas -como vestirse o ducharse-, tienen incapacidad para recordar detalles simples sobre sí mismos pero aún reconocen a sus familiares y detalles de su vida personal.
Sus hijos son quiénes más acusan que Paquita no es la que era. Me cuentan que les impresiona mucho ver que tiene la mirada perdida. Ya no le brillan los ojos, esos ojos que sonreían cuando veían a alguno de sus cuatro nietos. Mi sobrina de 14 años casi cada tarde le enseña fotos, le hace hablar y la obliga cariñosamente a bucear en sus recuerdos buscando momentos felices pasados en cumpleaños, viajes, vacaciones navideñas. Y ella recobra por unos segundos ese brillo, cuando parece que se da cuenta de que recuerda un viaje reciente al Parque Warner, o un día en la playa en julio, o una excursión a la montaña en agosto. Hasta que, al día siguiente, mi sobrina se vuelve a sentar con ella y el álbum de fotos y ve que nada de esto se ha quedado en su memoria.
Ahora en algún lugar recóndito de su cabeza recuerda cosas de hace años, actuaciones de su cantante favorita, Rocío Jurado, o los viajes con su Carmelo, pero es incapaz de recordar una cita de médico, o qué comió ayer, o ni siquiera si ya ha cenado (por lo que a veces no cena nada o cena dos veces), ha perdido la noción del tiempo, no va sola a hacer la compra porque tiene miedo de perderse. Y es muy duro ver a sus tres hijos sufrir por ella.
Ellos, que habían pensado en una complaciente vejez, en un amable viaje hacia el final de su vida, ven cómo se apaga esa mujer que antes era capaz de llamarles dos veces al día para preguntar qué tal estaban, que cocinaba el mejor arroz al horno del mundo, que les llenaba las paredes de sus casas de cuadros que ella misma realizaba en sus clases de pintura y que bailaba como la que más en las verbenas populares.
Red municipal de centros de día
Paquita va a un centro de día, uno de los centros municipales donde se realizan terapias para paliar el deterioro cognitivo, como la estimulación orofacial, o la musicoterapia… todo con el objetivo de promover la autonomía e independencia de las personas enfermas el mayor tiempo posible. La delegada del Área de Equidad, Derechos Sociales y Empleo, Marta Higueras, visitó ayer, con motivo del Día Mundial del Alzheimer, dos de estos 102 centros de día de que dispone el Ayuntamiento de Madrid para atender a personas con deterioro cognitivo y/o Alzheimer. Paquita en un futuro necesitará quizá una residencia donde pasar el día pero también la noche.
Y esto asusta mucho a sus familiares. Ahora todos tienen la misma preocupación: que Paquita acabe olvidándoles, que llegue un momento en el que no les reconozca. De momento, he pronunciado aquí muchas veces su nombre porque si algo podemos hacer nosotros es no olvidarla nunca. Y día a día todos iremos fabricando bellos recuerdos para ella, porque aunque se queden almacenados en algún lugar en el que desaparecen, nos conformamos con ver ese brillo efímero en sus ojos que nos recuerda a la Paquita de siempre, la que se está llevando el Alzheimer.