Una princesa cuarentona de casi dos metros, “vedettes” cargadas de destellos de purpurina y plumas, “policías” que enseñaban mucho más de lo que tapaban, abanicos multicolores, mucha música y agua para refrescar a los asistentes en una tarde muy calurosa.
Fueron algunos de los ingredientes más festivos del desfile-manifestación del Orgullo que tomó las calles el sábado, 2 de julio. Una marcha que empezó en Atocha alrededor de las 19 horas y que durante casi 6 horas recorrió a ritmo lento los paseos de de El Prado y Recoletos, para finalizar en Colón. Primero, los y las representantes de los colectivos organizadores del MADO, y de entidades y asociaciones implicadas en el Orgullo. A continuación, las carrozas, aportando el punto eminentemente festivo de esta celebración que ha traído más de un millón de personas a la ciudad de Madrid estos días.
Un Orgullo que este año tenía por lema “Leyes por la igualdad real ¡ya! Año de la visibilidad bisexual en la diversidad”. Es evidente que se han conseguido grandes logros legislativos desde que empezaron las primeras movilizaciones del Orgullo en Madrid, allá por los años 80. Pero hay que seguir avanzando, abrir nuevos horizontes a nuevas formas de vivir la sexualidad, desde el respeto y la tolerancia.
Se ha dicho estos días que el Orgullo de Madrid es una fiesta de la diversidad, la inclusividad, de la lucha por los derechos igualitarios de todas las personas. Y es cierto, pero no menos cierto es que los derechos legales del colectivo LGTBI todavía no se han transformado en una igualdad real, porque muchas personas siguen sufriendo discriminación, y acoso, e incluso agresiones, a causa de su orientación o su identidad sexual.
Y porque en muchos países –algunos de los cuales vimos representados entre las y los manifestantes-, o en determinados colectivos sociales –por ejemplo la comunidad romaní-, también presente en la marcha, esta discriminación es, lamentablemente, mucho más habitual de lo que imaginamos.
Era prácticamente la medianoche cuando la última carroza llegó a Colón.
Acababa así una manifestación de tono festivo, que será aún mayor en asistentes el próximo año, cuando Madrid acoja la celebración del World Pride. Pero que la fiesta no nos haga olvidar que los derechos LGTBI hay que defenderlos los 365 días del año.