Que la contaminación atmosférica es un problema de salud es una afirmación contrastada científicamente desde hace un gran número de años. Enfermedades respiratorias, enfermedades cardiovasculares, trastornos del desarrollo o la aparición de algunos tipos de cáncer son las principales patologías asociadas a la exposición a contaminantes atmosféricos. También puede ser atribuible cierto porcentaje de mortalidad prematura en especial en los sectores de población más vulnerable.
Los vínculos entre la contaminación atmosférica y sus efectos en salud son muy complejos: por un lado existen un gran número de contaminantes atmosféricos y por otro lado son también múltiples los efectos que pueden ejercer sobre la salud, dependiendo de ello en gran medida la susceptibilidad individual a estos riesgos, relacionados con factores genéticos, sociales, culturales y climáticos. Además la contaminación atmosférica provoca exposiciones generalizadas, que afectan a gran número de personas y de manera involuntaria. A todo esto se le suma que los efectos generalmente no aparecen hasta pasado un tiempo, es decir, presentan un efecto a largo plazo.
Son numerosas las instituciones que nos alertan de los efectos en salud de la contaminación de nuestro aire: Así, según la Organización Mundial de la Salud, durante 2012, en el mundo 3,7 millones de muertes han sido atribuidas a la contaminación atmosférica. En Europa, según la Agencia Europea de Medio Ambiente, la contaminación atmosférica causa una reducción de la esperanza de vida de alrededor de 8,6 meses por persona.
En las grandes ciudades los principales contaminantes atmosféricos son: el dióxido de nitrógeno, el ozono troposférico y las partículas en suspensión, siendo el principal origen de estos contaminantes el tráfico rodado.
La literatura científica ha puesto de manifiesto los efectos en salud derivados de la exposición a contaminantes atmosféricos. Entre los efectos más destacados, la disminución de la esperanza de vida y la reagudización de patologías respiratorias y cardiovasculares, así como el aumento de las infecciones respiratorias tales como neumonías y bronquitis. Los sectores de la población más vulnerables a estos efectos son los niños, los mayores, las personas inmunodeprimidas y los enfermos crónicos con patologías respiratorias y cardíacas. Estudios recientes también relacionan la contaminación atmosférica con partos prematuros y bajo peso al nacer por lo que las mujeres embarazadas serán un colectivo de especial protección.
El último informe presentado por la Agencia Europea de Medio Ambiente Air Quality in Europe. 2015 Report ha sido tajante: en España, durante 2012, la mortalidad prematura (muertes acontecidas antes de la esperanza de vida estimada) atribuible a la exposición a partículas en suspensión, ozono y dióxido de nitrógeno han sido estimadas en 25.500, 1.800 y 5.900 respectivamente, habiendo estimado los años de vida perdidos por estas causas en 274.100, 21.900 y 63.000 respectivamente.
En Madrid, los contaminantes que se presentan en una mayor concentración y pueden suponer mayor riesgo sobre la salud de los ciudadanos son el dióxido de nitrógeno, el ozono y las partículas en suspensión. Como en otras grandes ciudades, en nuestra ciudad, el principal origen de la contaminación atmosférica es el tráfico rodado, si bien también deben considerarse otras fuentes de emisión como los sistemas de generación de energía, la gestión de residuos, las emisiones industriales e incluso la gestión de limpieza urbana.
En términos generales y, a efectos de obtener beneficios en la salud de la población, deben considerarse la implantación de programas que reduzcan los niveles de contaminación atmosférica, y la puesta en marcha de actuaciones específicas ante episodios de elevada contaminación atmosférica que contemplen medidas sobre la movilidad para reducir las emisiones de contaminantes atmosféricos y medidas de protección de la salud que disminuyan la exposición a estos contaminantes, en especial de los sectores más vulnerables de la población.
No cabe duda: la contaminación atmosférica es un grave problema de salud pública que nos afecta a todos, y debemos concienciarnos; la manera más directa de frenar sus efectos es disminuir sus orígenes, utilizar menos el transporte privado a favor del transporte colectivo y otros medios de transporte alternativos más saludables.