Restaurar significa devolver a su estado original, a su esplendor y por qué no, a su brillo original, ese que Acisclo Antonio Palomino quiso crear cuando recibió el encargo de pintar los frescos del oratorio de la Casa de la Villa de Madrid. Imágenes religiosas, con alusiones a la ciudad incluidas, y paredes rematadas con oro, decoraban así un espacio que posteriormente pasaría a ser el despacho del alcalde de Madrid y que después de muchos años deteriorado ha recuperado su naturaleza. Las paredes y techos de la sala contigua al Salón Real vuelven a lucir una obra de arte gracias a los trabajos de restauración de los frescos impulsados por el Ayuntamiento de Madrid.
Recuperar la esencia y autenticidad de la obra de Palomino de 1696 ha sido el principal objetivo de los restauradores implicados en la intervención, impulsada por la Dirección General de Patrimonio Cultural y Paisaje Urbano del Ayuntamiento junto al Instituto del Patrimonio Cultural en España.
Devolver a los madrileños un espacio histórico es lo que ha llevado al Ayuntamiento a abrir las puertas de la Casa de la Villa para que puedan visitar gratuitamente el espacio. Un rincón lleno de arte y espiritualidad que se podrá visitar entre mayo y junio a través de reservaspatrimonio.es.

Una labor de ‘desrestauración’
Así lo definió la encargada del proyecto, Teresa Valle, cuando señaló que habían tenido que ‘desrestaurar’ siglos de obras que habían olvidado el espléndido trabajo original y que no habían respetado la creación del pintor real de Carlos II.
Desde el siglo XVIII, el Oratorio ha sido objeto de diversas intervenciones realizadas por pintores y decoradores que, en muchos casos, carecieron de conocimiento técnico para actuar sobre una pintura mural al fresco de tal complejidad, lo que supuso la pérdida parcial de la iconografía y de los materiales originales.
Finalizados los trabajos de restauración, el Oratorio presenta un aspecto renovado, más próximo al concebido por Palomino, con un cromatismo equilibrado y luminoso. Las escenas han recuperado su legibilidad original, incluso aquellas que habían sido severamente dañadas, y las zonas perdidas se han tratado con la máxima cautela.
En apenas seis meses Palomino plasmó toda su maestría sobre los muros de la sala bajo la antigua Torre del Reloj, destinada para la oración y la devoción. Así se refleja en el uso de la quadratura que permite fingir la existencia de perspectivas arquitectónicas sobre la pared o los retratos típicos del barroco con los que el pintor llenó de color la sala.

Esa obra original fue respetada durante la primera reforma que llevó a cabo Francisco Nicolás Zorrilla en 1732. No así, con los primeros cambios por los trabajos decorativos de Antonio Lanzuela, que restauró techos, cornisas y paredes y retiró el arrimadero de azulejos de Talavera como los que todavía conserva la Casa de la Panadería, para convertir el oratorio en despacho del alcalde.
Estas modificaciones y las sucesivas, aún menos respetuosas, como las llevadas a cabo en el siglo XX y especialmente en la década de 1960, respondían al creciente número de funcionarios consecuencia del desarrollo demográfico de Madrid. Es así, que las últimas intervenciones se han enfocado en la restauración hasta la recuperación integral de la obra del pintor barroco cordobés.
Las tareas de conservación han incluido el análisis histórico, fotográfico y medioambiental de la capilla, la caracterización de materiales y la limpieza de la superficie pictórica, entre otras labores como el uso de diferentes luces para estudiar la técnica empleada en su día por Palomino y diferenciarla de las intervenciones posteriores.


Un homenaje a Madrid
El Oratorio estaba lleno de color y de mensajes, pues es en sí, una evocación a la Inmaculada Concepción, como puede verse en el fresco principal, en el que destaca la imagen de la Virgen con un manto azul rodeada de coros de ángeles músicos. Pero Palomino quiso rendir homenaje a la ciudad que le había acogido años antes para pintar el Palacio del Buen Retiro e incluyó en su obra una exaltación a la Villa de Madrid.
La ciudad aparece retratada gracias a la presencia de personajes religiosos ilustres de Madrid como San Isidro Labrador, Santa María de la Cabeza y la beata María Ana de Jesús. Destaca por debajo de la Virgen la alegoría de la Villa de Madrid y del río Manzanares, representada esta última por un hombre con un cántaro del que emana agua, custodiado a la izquierda por San Hermenegildo y San Miguel, y a la derecha por Fernando III el Santo.
Imágenes del Oratorio: Foto 1. San Isidro y el milagro de los bueyes, en el fresco encima de la puerta; encima del santo, el propio San Isidro junto a Santa María de la Cabeza y la beata María Ana de Jesús. Foto 2. La Virgen María sobre las alegorías de la religión y la Villa de Madrid, y por debajo, San Miguel, San Hermenegildo, la alegoría del Río Manzanares y Fernando III el Santo (de izquierda a derecha). Foto 3. La Inmaculada Concepción acompañada del coro de Ángeles. En la esquina inferior derecha, se aprecia la imagen de la visión de San Juan evangelista en Patmos.
Con un estilo muy cuidado, Palomino plasmó en el Oratorio las enseñanzas aprendidas de magníficos muralistas como Claudio Coello y el napolitano Luca Giordano, autor de las bóvedas del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial cuyas técnicas se reproducen en los techos de la sala restaurada.
El resto de la composición destaca por la presencia de imágenes religiosas y referentes a la monarquía española. Unos retratos que se han podido restaurar en parte gracias a las descripciones del oratorio como la del historiador Juan Antonio Gaya Nuño que dice así: En la pieza de la cabecera de la bóveda aparece la Asunción de la Virgen y en las pechinas, las cuatro virtudes. El Padre Eterno y la Inmaculada; la visión del Apocalipsis por San Juan, el Abrazo de San Joaquín y Santa Ana, y, en medallones, San Isidro y Santa María de la Cabeza. En la pieza contigua, los Cuatro Padres Latinos, las Virtudes Teologales, escenas de la vida de San Isidro y de Santa María de la Cabeza, más los retratos en medallones, de Felipe III, Felipe IV, Carlos II y su segunda esposa”.
Imágenes del interior del Oratorio: Foto 1. Retrato del rey Carlos II y de Felipe III en la columna del interior. Foto 2. Retratos de las virtudes teologales: la Esperanza a la izquierda, y la Fe a la derecha. Foto 3. Imagen del abrazo de San Joaquín y Santa Ana en la puerta dorada
La Casa de la Villa
La Casa de la Villa fue un encargo de Felipe IV en 1629 para albergar las reuniones del Concejo al entonces maestro mayor de Obras Reales y maestro mayor de la Villa de Madrid, Juan Gómez de Mora. Aunque las obras comienzan en 1644, se van dilatando por problemas económicos e intervienen varios arquitectos hasta su remate en 1696, siendo Teodoro Ardemans el encargado de concluirlas: diseñó las portadas barrocas, ideó la capilla, configuró el patio, la escalera de honor y remató las torres angulares.