“Sigamos avanzando, sigamos rompiendo barreras, sigamos conquistando no solo el espacio sino también el futuro”. Con estas palabras, Sara García Alonso, investigadora oncológica y primera astronauta española, terminaba su discurso de agradecimiento tras recibir el Premio Clara Campoamor en su vigésima edición el pasado 7 de marzo. Un evento, organizado por el Ayuntamiento de Madrid, en reconocimiento a las mujeres de ayer, de hoy y de siempre y que ha recibido esta leonesa por ser una referencia para las mujeres que quieren cumplir sus sueños y romper el techo de cristal.
Nacida en León, licenciada en biotecnología y doctora en biología molecular del cáncer, hizo historia en 2022 al convertirse en la primera mujer española seleccionada para la reserva de astronautas de la Agencia Espacial Europea (ESA). Sin embargo, su impacto va mucho más allá del espacio: trabaja como divulgadora científica acercando las carreras STEM a las más jóvenes y es investigadora en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). Conversamos con ella sobre qué retos tuvo que afrontar para llegar a esta meta, cómo compagina sus distintas facetas y cómo se prepara para una futura misión espacial.
En primer lugar, enhorabuena por el reconocimiento que has recibido del Ayuntamiento de Madrid con motivo del Día de la Mujer. ¿Qué significa para ti este premio?
Recibir el Premio Clara Campoamor es un gran honor y una enorme responsabilidad. Clara Campoamor fue una mujer que luchó incansablemente por los derechos de las mujeres en un momento en el que su voz no solo era minoritaria, sino incómoda. Gracias a su valentía, hoy disfrutamos de derechos que en su época parecían impensables. Este reconocimiento no solo es un motivo de alegría personal, sino también un recordatorio de que la igualdad no es un destino alcanzado, sino un camino en construcción. Nos toca seguir avanzando y asegurarnos de que las próximas generaciones tengan más oportunidades y menos barreras.
«Es un reto, sin duda. Cada día es diferente, pero intento mantener un equilibrio.»
Eres investigadora en el CNIO y, al mismo tiempo, has hecho historia al convertirte en la primera española seleccionada como astronauta de reserva por la Agencia Espacial Europea. ¿Cómo ha sido tu trayectoria hasta llegar aquí? ¿Cuándo nació tu interés por ser astronauta?
Mi trayectoria ha sido el resultado de una mezcla de pasión, esfuerzo y muchas decisiones que, sin darme cuenta en su momento, me fueron acercando a donde estoy hoy. Desde pequeña, siempre tuve curiosidad por entender cómo funciona el mundo y que ese conocimiento sirviera para mejorar nuestra sociedad. Eso me llevó a estudiar biotecnología y a especializarme en investigación contra el cáncer. Mi interés por ser astronauta no nació en la infancia, sino más tarde, cuando vi en la exploración espacial una extensión natural de mi vocación científica. La posibilidad de llevar la ciencia más allá de la Tierra, de investigar en entornos extremos y de contribuir a la innovación desde el espacio me fascinó. Cuando la ESA abrió el proceso de selección, supe que tenía que intentarlo, aunque parecía casi imposible.
Compaginar la investigación oncológica con la preparación como astronauta de reserva no debe ser tarea fácil. ¿Cómo es un día a día de Sara? ¿Es difícil compaginar ambas facetas?
Es un reto, sin duda. Cada día es diferente, pero intento mantener un equilibrio. Mi trabajo principal tiene lugar en el CNIO y se centra en el desarrollo de nuevas terapias contra el cáncer de pulmón y páncreas; eso implica mucha dedicación. Al mismo tiempo, mi papel como astronauta de reserva requiere formación continua en distintos ámbitos: desde entrenamiento físico hasta simulaciones técnicas y aprendizaje de nuevos sistemas. Por otro lado, siempre que tengo disponibilidad intento hacer divulgación científica y trasladar a la sociedad el porqué de la investigación y la exploración espacial. La clave está en la organización y en la pasión por lo que hago.
«Me imagino en un mundo donde la igualdad de oportunidades ya no sea un tema de lucha, sino una realidad.»
Investigadora, astronauta, mujer. Desde tu experiencia, ¿el hecho de ser mujer te ha conllevado un mayor esfuerzo, un tener que demostrar algo más?
No hay duda de que, en muchos ámbitos, las mujeres seguimos teniendo que demostrar más para ser vistas como igualmente capaces. Aunque la ciencia y la exploración espacial avanzan hacia una mayor equidad, los sesgos siguen existiendo. A lo largo de mi carrera, he aprendido que lo más importante es creer en una misma, rodearse de personas que te apoyen y no dejar que las barreras externas se conviertan en barreras internas.
El proceso de selección de astronautas de la ESA es reconocido por su gran exigencia. ¿Cómo fue enfrentarse a él? ¿Cómo se entrena la mente para un desafío como este?
Fue un proceso muy largo e intenso. Se evaluaban conocimientos científicos, habilidades técnicas, capacidad de resolución de problemas, rendimiento bajo presión y trabajo en equipo. Las pruebas psicológicas y de resistencia al estrés fueron especialmente desafiantes, porque no solo miden lo que sabes o lo fuerte que eres físicamente, sino tu capacidad de reacción en situaciones límite. La mejor manera de prepararse es con una mentalidad resiliente, aprendiendo a gestionar la presión y a trabajar en equipo con personas de perfiles muy diferentes.
En relación con el viaje espacial, ¿qué te llama la atención de ir al espacio?
Lo que más me atrae es la oportunidad de hacer ciencia en un entorno completamente distinto. En microgravedad podemos investigar aspectos de la biología humana imposibles de estudiar en la Tierra. También me fascina la posibilidad de formar parte de algo más grande, de contribuir al avance del conocimiento y de explorar lo desconocido.
Si en los próximos años te conviertes en la primera mujer que pisa la Luna, ¿qué frase dirías?
Algo que reflejara no solo mi experiencia, sino el camino que han recorrido tantas mujeres para llegar hasta aquí. Tendría que pensar con detalle las palabras exactas.
Tu nombre está en la lista de las 100 mujeres más influyentes según Forbes. ¿Qué consejos darías a niños y jóvenes, y en especial a las niñas, para que sigan tus pasos?
Que se atrevan a intentarlo, que crean en sí mismas y que no se dejen limitar por lo que los demás esperan de ellas. Que busquen lo que realmente les apasiona y trabajen con perseverancia. Y, sobre todo, que no tengan miedo a fallar, porque el aprendizaje viene de los intentos, de los errores y de la capacidad de levantarse y seguir intentándolo.
En tu libro ‘Órbitas’, compartes muchas anécdotas personales sobre tu trayectoria. ¿Podrías contarnos alguna?
En el libro hablo de momentos clave que marcaron mi camino, tanto los de éxito como los de duda. Uno de ellos fue cuando recibí la llamada de la ESA diciéndome que había sido seleccionada. Fue un momento de incredulidad, de emoción y de recordar todo el esfuerzo que había detrás. También hablo de experiencias más difíciles, como las dudas que me surgieron en ciertos momentos de mi carrera y cómo aprendí a gestionarlas. Los detalles se los reservo a los lectores.
Y ya la última pregunta, ¿cómo te imaginas a ti misma dentro de 20 años? ¿Cuáles son tus sueños y objetivos a largo plazo?
Me imagino habiendo contribuido a la ciencia desde distintos frentes: la investigación en la Tierra, la exploración espacial y la divulgación científica. Me gustaría haber participado en una misión espacial y seguir inspirando a nuevas generaciones para que se atrevan a soñar en grande. Pero, sobre todo, me imagino en un mundo donde la igualdad de oportunidades ya no sea un tema de lucha, sino una realidad.