La Montaña de los Gatos en El Retiro nos ofrece una exposición, comisariada por el crítico de arte y conservador Hans Ulrich Obrist, que forma parte del programa de exposiciones y actividades de la Fundación Sandretto Re Rebaudengo Madrid. Es la primera presentación que se hace en España de una obra de Precious Okoyomon (Londres, 1993), artista multidisciplinar de nacionalidad nigeriano-americana, residente en Nueva York. Siguiendo las enseñanzas de su madre, que le animaba a sembrar palabras en la tierra porque así crecerían, Okoyomon construye jardines que recrean sus poemas. A grandes rasgos, sus piezas artísticas exploran la racialización del mundo natural, de la intimidad, así como de las nociones y experiencias ligadas a la vida, la muerte y el tiempo.
El Ayuntamiento de Madrid acoge esta muestra, que se puede visitar hasta el 3 de abril y que visibiliza el compromiso de la fundación italiana con nuestra ciudad en una apuesta por las jóvenes figuras del arte de nuestro tiempo con una gran proyección internacional y que ofrecen enfoques diversos. La elección de este rincón tan singular del pulmón verde del centro de la ciudad es otro de sus grandes aciertos.
El simbolismo del cordero
Esta instalación está considerada como una obra de arte total que combina múltiples disciplinas. En ella se recrea el escenario de un bosque en el que el visitante se impregna del aroma de la tierra, los árboles y las flores y en su recorrido descubre un misterioso cordero animatrónico entre exuberante vegetación.
En la fábula Cuando los corderos se alzan contra el ave rapaz que recrea Okoyomon, el cordero representa un símbolo paradójico en el que se mezclan sufrimiento y triunfo, cuya inspiración procede de un texto que lleva el mismo título del montaje, perteneciente a la poeta y ensayista Anne Boyer. Aquí, el animal simboliza la intuición y la sabiduría, así como la capacidad de sobrevivir a depredadores y desastres naturales.
Una criatura animatrónica
La animatrónica es una técnica que se sirve del uso de la robótica y la electrónica para simular el aspecto y comportamiento de seres vivos con marionetas u otros muñecos mecánicos. Estos artificios se pueden programar y controlar de manera remota, de tal forma que puedan reproducir sonidos y recrear movimientos, sencillos o complejos.
En la instalación, la pieza es una escultura maniquí compuesta de un cuerpo aparentemente femenino, cubierto de un precioso canesú de tul, cuyas extremidades son las patas lanudas de un cordero. Reúne la dualidad de la fuerza y la vulnerabilidad: una postura frágil, sentada y a la expectativa, con un rostro que expresa un gran carácter. Una tez de piel oscura, ojos color azabache, grandes y penetrantes, capaces de mirar fijamente de manera inquietante y también de estar alerta y percibir cualquier reacción alrededor. La cabeza rematada por una larga cabellera rubia con orejas animales y sus movimientos circulares siguiendo una dinámica de rutina hipnótica, completan el retrato de esta extraña criatura.
Otro de los principales protagonistas es la música que contribuye a la inmersión del espectador en el ecosistema creado por Okoyomon. Inspirada en apuntes y fragmentos de la utópica e inacabada Mysterium, del músico y pianista ruso Alexander Scriabin, así como en los poemas de Okoyomon, ha sido arreglada por el compositor Juan Manuel Artero. En este paisaje sonoro del entorno sensorial del bosque, percibimos cánticos, risas, el estallido de una tormenta, la naturaleza y cierta reminiscencia apocalíptica.
La Montaña de los Gatos
Este singular espacio fue un capricho encargado por Fernando VII en el siglo XIX en los Jardines de El Buen Retiro siguiendo la tradición romántica, para disfrute de la familia real. Desde el «tintero», que así es como se conocía el palacete construido en lo alto del montículo, la reina Isabel II oteaba el horizonte y desde allí divisaba los movimientos de las tropas carlistas en las luchas por arrebatarle el trono.
Por la falda de la colina se precipita una cascada flanqueada por dos esculturas en piedra de grandes felinos: ¿origen, tal vez, de su nombre? Según se cuenta, durante un tiempo la gente se deshacía de sus gatos abandonándolos allí a su suerte. Su descendencia son las colonias felinas existentes hoy día en el parque.
Tras una significativa reforma, la Montaña de los Gatos ha experimentado una notable transformación, recuperando su esencia original, íntimamente ligada al paisaje, con sus grutas y fuentes. Los senderos ajardinados que conducen al interior de una gran planta circular invitan a explorar la perfecta simbiosis entre arte, historia y naturaleza. Todo un capricho concebido como refugio para huir del mundanal ruido y sumergirse en la recreación, la imaginación y la fantasía.