Un grafiti deja huella. No hablamos únicamente de la pintura plasmada en la superficie sino de los trazos de ésta que delatan a su autor. Pero hace falta pericia grafológica, conocimiento de las zonas donde se hacen más habitualmente y, por supuesto, poner en marcha posteriormente los mecanismos para la restauración de la zona dañada.

La ciudad de Madrid cuenta desde hace un par de meses con un novedoso servicio. Se trata de la nueva Sección de Protección del Patrimonio Urbano, SEPROPUR, de la Policía Municipal, que forma parte de la Comisaría de Medio Ambiente y Patrimonio y trabaja en coordinación con el Área de Urbanismo, Medio Ambiente y Movilidad y con la Fiscalía de Medio Ambiente y Urbanismo. Un total de 39 efectivos trabajan en turnos de mañana, tarde y noche, dando cobertura las 24 horas del día y durante todo el año, con un único objetivo: defender el patrimonio de la ciudad ante los grafitis incívicos.

SEPROPUR trabaja en coordinación con el Área de Urbanismo, Medio Ambiente y Movilidad

Estos policías municipales se encargan de llevar a cabo actuaciones basadas en el diagnóstico de la situación y elaboran mapas de riesgo de los espacios públicos de la ciudad afectados, así como de documentar fotográficamente las pintadas, realizar análisis de los daños e identificar a sus autores en la medida de lo posible. Posteriormente, y en colaboración con los servicios de limpieza municipales, restaurarán la zona dañada.

Obras no tan anónimas

Pero ¿son todos los grafitis iguales? ¿Tienen la misma consideración punitiva?

Marisa Robles, comisaria de la Comisaría de Medio Ambiente y Patrimonio, señala que “hay que distinguir entre lo que puede ser una falta administrativa o algo que pueda derivar en un tema penal”, por lo que, ante cualquier pintada en un espacio público, “lo primero que hay que hacer es asegurar muy bien las pruebas para que el instructor de ese expediente, tanto si es administrativo como si finalmente llega a la vía penal, tenga las pruebas suficientes para imputar a esa persona”. Robles explica que lo primero es fotografiar la pintada, que entrará a formar parte de un registro de imágenes de la sección. “Como ya llevamos un tiempo haciendo patrullajes en este ámbito, y conocemos las zonas y las horas más frecuentadas, a veces pillamos a los sujetos in fraganti, pero no es lo habitual, así que es importante fotografiar el grafiti porque puede darnos muchas pistas de su autoría”.

Resulta curioso que muchas de estas obras, en teoría anónimas, contienen realmente ‘la firma’ de su autor. “No es lo mismo -explica la comisaria- el típico chaval que sale del instituto y hace una pintada en una puerta por hacer un gracia, y quizá ni sabe que lo que está haciendo es cometer una infracción recogida en la ordenanza de limpieza municipal, que los grafitis realizados por jóvenes más experimentados, que se dedican a ello con asiduidad, de forma constante”. A estos últimos les delata su pericia caligráfica “de manera que a través del estudio de la grafología son bastante fáciles de rastrear y podemos llegar a tener la certeza de que es su firma”, explica Robles.

Esta nueva sección se suma a la puesta en marcha, en septiembre del año pasado, de las patrullas ‘antigrafitis’ habilitadas por el Área de Medio Ambiente y Movilidad y que contemplaban un total de 55 efectivos distribuidos en 12 equipos. Los efectivos de SEPROPUR mantienen un estrecho contacto con estas patrullas con el objetivo de establecer los procedimientos adecuados para la restitución del bien dañado. También están en contacto con los administradores de fincas en aquellos espacios privados cuyas fachadas sean objeto de pintadas, y asesoran a las distintas comisarías del cuerpo en esta materia.

Grafitis ¿acto vandálico o arte callejero?

La comisaria también explica la peligrosidad que supone muchas veces hacer estas pintadas. “Algunos de los grafitis que se ven cuando circulamos por la M-30 o la M-40 han supuesto un peligro para las personas que los han realizado, porque pueden caer al pavimento y es una zona de circulación de muchos vehículos”. De hecho, cuenta que ya ha habido más de un accidente en este sentido.

Realizar grafitis en ciertos lugares puede suponer un peligro para sus autores

No obstante, Robles señala la diferencia entre actos vandálicos, que dañan el patrimonio de la ciudad, y otras pintadas que se suscriben “a una cierta corriente de arte urbano”. Los grafiteros, explica, “aparecieron en los años 60 del pasado siglo y tuvieron su mayor auge en la década de los 80, muy unidos a movimientos sociales reivindicativos, la música hip hop y una determinada estética en la indumentaria”. Por eso, “hay que ver la diferencia entre lo que es vandalizar una pared o las acciones de ciertos grafiteros, que tienen una faceta más reivindicativa, de movimiento social, que lo que quieren es exhibir su arte y piden autorización, y a los que se les cede un espacio para poder expresarse”.

Sea como sea, el tema no es un asunto menor. En 2023 la limpieza de estas pintadas alcanzó más de 560.000 metros cuadrados en la ciudad, más de un 70 % más que las registradas en 2022. Las denuncias por parte de Policía Municipal por suciedad en vía pública, entre las que se encuentran las de suciedad por grafiti, ascendieron a 695 en el año 2022 y a más de 800 2n 2023.  Unas cifras que se busca rebajar con la puesta en marcha de SEPROPUR. /