El lector no nace, se hace. Y se hace leyendo en casa, en el colegio, en el instituto, en la playa… o en cualquier lugar donde se produzca ese encuentro mágico entre una persona y un libro. La posibilidad de que ese vínculo progrese adecuadamente debe mucho al fomento de la lectura y entre las diferentes herramientas que existen para invitarnos a leer, los clubes de lectura se han convertido en una opción cada vez más atractiva.
Aunque la práctica de la lectura grupal se remonta a la antigüedad, es a partir de la década de 1980 cuando en nuestro país se empiezan a promover los clubes de lectura de manera más sistemática hasta popularizarse ya en nuestros días, gracias a las ventajas de internet y las nuevas tecnologías. A ello han contribuido de forma notable las bibliotecas públicas, gracias a la implicación de personas como Pilar Matías, directora de la Biblioteca Municipal La Elipa, además de colaboradora desde su creación y coordinadora de algunas ediciones de El club de los gatos: un club de lectura virtual de las Bibliotecas Públicas de Madrid, que va por su séptima edición y en el que puedes inscribirte hasta el 28 de septiembre a través de este formulario.
Resume así Pilar Matías lo que van a encontrar los lectores en un club como este: “Disfrutar al máximo de una lectura, sacarle todo el jugo. Los demás siempre te enseñan aspectos que tú no habías visto. Y al pensar, al dialogar o escribir sobre una lectura, le das más dimensión y, a la vez, estructuras y construyes tu pensamiento”.
En El club de los gatos, donde trabaja un equipo específico de personas encargadas de su desarrollo técnico, administrativo y editorial, se dan la mano la tradición (lectura de un libro e intercambio de impresiones con otros lectores) y la innovación (el formato es digital y los encuentros entre lectores, virtuales). Cuenta con tres salas de lectura y, como en anteriores ediciones, la temática de uno de ellos girará en torno a la ciudad de Madrid, con sus edificios, sus relatos, sus misterios y sus habitantes, que permitirán a los lectores descubrir algo nuevo de la capital. En esta edición, esta sala es ‘Octubre Negro: la movida más sangrienta’, pero el club cuenta con otra, ‘La locura es un punto de vista y de lectura’, donde las lecturas propuestas abordan el tema de la salud mental y una tercera, ‘Lo más de lo más’, dedicada a las novedades literarias. Tienes toda la información sobre las lecturas de cada una de las salas en este enlace.
Mucho más que libros
A propósito de estas lecturas, los coordinadores preparan actividades, encuentros, conferencias, visitas… que engrandecen la lectura propiamente dicha y estimulan la participación, que es, según la cineasta Helena de Llanos, la esencia de un club de lectura. Ella fue invitada a la última edición de El club de los gatos para hablar de El tiempo amarillo, un libro de memorias, firmado por su abuelo Fernando Fernán Gómez, a cuya lectura ella aportó recuerdos de vivencias junto al gran actor y mucha información sobre su figura, recopilada en sus trabajos como investigadora. “El arte no le sobra a nadie, lo que falta es acceso a eso que llamamos ‘cultura’, que sigue estando destinado a unas pocas personas, pero que cuando se comparte favorece el cuestionamiento, el encuentro y la creación colectiva, principios que tienen una gran potencia política”.
En calidad de lectora habla Inmaculada Moreno, abogada de 55 años, que durante la pandemia encontró en el Club de los gatos una opción prudente para conversar con otras personas sobre libros y avivar su sentido crítico: “Puedes intercambiar puntos de vista, descubrir detalles de la obra que te habían pasado inadvertidos y, gracias al bagaje literario de los participantes, descubrir otras obras del autor o a otros autores de temática similar”. Destaca también los encuentros online con los autores, la información adicional que aportan los moderadores, las actividades complementarias relacionadas con la lectura… “Todo ello constituye una auténtica rutina que favorece la disciplina en la lectura”, afirma.
El confinamiento llevó también al club a Mamen Ruzafa, otra lectora, y le ayudó a paliar la dureza de aquellos meses viviendo sola. De ‘los gatos’ subraya la labor de los moderadores, “maravillosos bibliotecarios que aportan información sobre el autor del libro u otros escritores contemporáneos, críticas, entrevistas, películas… de manera que cualquier lector podría dedicarse exclusivamente al club durante las 24 horas del día”.
Berna González Harbour, José Ovejero y Mariana Enríquez en diferentes encuentros virtuales de El club de los gatos
Una oportunidad de charlar con los autores
Sin duda, la posibilidad de charlar con un autor o con un conferenciante a propósito de un libro es una de las actividades más estimulantes de los clubes de lectura. Esa cercanía con el autor o autora de los libros resulta muy edificante.
Por El club de los gatos, en las seis ediciones celebradas, han pasado nombres como Elvira Lindo, Mariana Enríquez, José Ovejero, Berna González Harbour, Claudio Cerdán, Sergio C. Fanjul, Elisa Victoria… Según la escritora Elvira Lindo, un club de lectura es una experiencia múltiple: “Es un lugar de encuentro, de conversación, de reunión vecinal… donde a través nuestras puestas en común sobre los libros, podemos desahogar asuntos y preocupaciones de nuestra vida cotidiana y, entonces, el club tiene también una función terapéutica”.
Para Elvira Lindo, que participó en una de las ediciones de El club de los gatos con su libro A corazón abierto, el hecho de que todos los lectores lean el mismo libro establece lazos entre ellos mucho más intensos de lo que podría pensarse y a ella, al menos, le resulta muy gratificante: “Para empezar, no tienes que contar el libro, porque ya está leído, sino contar cómo fue el proceso de creación y hablar sobre esas incógnitas que a todos nos quedan siempre tras la lectura de una obra. Es un momento colectivo e íntimo, aunque parezca incompatible”.
La escritora recuerda con cariño su paso por El club de los gatos, ya que coincidió con el confinamiento y se produjo “una suerte de amistad e intimidad entre los lectores y yo al compartir también la incertidumbre de aquellos días”. Además, A corazón abierto “era muy emocional y estaba protagonizado por mis padres, generación de los niños de la guerra, así que eso multiplicó la intensidad de los encuentros”.
Para que estas charlas sean tan valiosas, la labor de los coordinadores es clave. Su trabajo incluye funciones un tanto prosaicas como calendarizar las lecturas, programar las sesiones, ejecutar las memorias… Pero, también, la maravillosa tarea de moderar los encuentros entre lectores y autores: “Estas sesiones son como un café entre amigos. Mi función es dejar hablar a los autores, conferenciantes y participantes. Descubrir quién puede o desea decir algo más y animarle a hacerlo. Cuanto menos hablo, más satisfecha salgo del encuentro”, asegura Pilar Matías.
“Si, como dice Rosa Montero, leer es meterse en la cabeza de otra persona, solo puede haber algo más interesante: comentarlo con los demás, y ese es el espacio y la oportunidad que dan los clubes de lectura”, concluye Pilar. No se nos ocurre una mejor invitación para animar a todo el mundo a participar en El club de los gatos ni mejor forma de terminar este reportaje.