Vamos a contarles una historia que sucedió en Madrid. La de la llegada del cine a la ciudad. Aconteció un 14 de mayo de 1896. Al son de Agua, azucarillos y aguardiente, en plenas fiestas de San Isidro, el cinematógrafo urdió su magia en el número 34 de la Carrera de San Jerónimo. El invento de los hermanos Lumière y sus imágenes en movimiento viajaron desde el salón del Gran Café parisino hasta las entrañas del Hotel Rusia.
Tan solo unos meses antes, en 1985, Louis y Auguste Lumière habían proyectado en París sus primeras películas. Historias de la vida cotidiana como La salida de obreros de la fábrica, Batalla de nieve, Paseo por el mar o la espectacular Llegada del tren, se mostraban a los espectadores madrileños causando la misma perplejidad, asombro y admiración que a los parisinos.
No fueron los hermanos franceses quienes se presentaron en Madrid. Enviaron a uno de sus operadores. Un joven de 25 años más chulo que un ocho, de nombre Alexandre Promio, arribó a la capital y se presentó ante el embajador francés en España, por entonces el marqués de Reversaux. Vestido como un dandi y con un enorme mostacho, Promio pidió ayuda al marqués para localizar el lugar idóneo en el que mostrar el origen del séptimo arte, en expresión del dramaturgo y periodista italiano Ricciotto Canudo.
Madrid alumbró el primer cine español
La Carrera de San Jerónimo era antaño una calle elegante y céntrica con tiendas exquisitas, muy próxima además al Congreso de los Diputados. Un paseo distinguido para la alta burguesía madrileña. Y allí se encontraba el Hotel Rusia, en cuyo salón tuvo lugar el prodigioso nacimiento del cine en toda España. Refieren las crónicas periodísticas como la de El Heraldo de Madrid que “la proyección de la fotografía sobre un lienzo en blanco no puede hacerse con mayor perfección; el efecto es sorprendente”.
¿Y cómo era ese primer cine español? Suntuoso. Con las paredes pintadas de negro y grandes cortinajes del mismo color. Fijadas a un larguero, se ubicaron una veintena de sillas delante de la pantalla blanca. Y al fondo, el invento del siglo: el cinematógrafo. Los cronistas de la época anotaron que la primera sesión, un 13 de mayo, se concibió como una première para la prensa y distinguidos invitados.
En la jornada del 14 de mayo, en plena algarabía por las fiestas de San Isidro, se abrió para todo el público. Desde las 10 de la mañana a las 23:00 horas, con dos interrupciones a la hora de las comida, se podían ver en pases de 20 minutos el prodigio de las imágenes en movimiento. El precio, una peseta, era desde luego muy caro para la época.
El éxito del cinematógrafo, unido al donaire de Promio para abrir puertas de alto rango social, llegó hasta la Casa Real. Al tercer día del tan aventurado invento en Madrid, la familia real con la Regente Maria Cristina al frente se instalaron en la primera fila del primer cine español, el Hotel Rusia. Ahora nos preguntamos si los espectadores fueron conscientes de estar ante un hecho de tanta relevancia histórica.
Dieciséis fotogramas por segundo
“El primer personaje de la historia del cine es la gente”. Son palabras del director del Instituto Lumière, Thierry Frémaux, a tenor de los protagonistas de esos filmes iniciales. Tan importante es esta observación como el hecho de que el séptimo arte requiere de espectadores.
Siguiendo con la historia de este cuento, habrá que informar de que las sesiones de la primera sala cinematográfica madrileña terminaron el 19 de junio de 1896; que el joven operador de los Lumière grabó unos doce filmes de acontecimientos españoles que se exhibieron en Madrid, y que todas estas cintas de 17 metros cada una se encuentran a buen recaudo en la Filmoteca Española.
Estos primeros metros de celuloide muestran la salida de las alumnas del Colegio de San Luis de los Franceses, la llegada de la cuadrilla del torero Luis Mazzantini a la plaza de toros, maniobras de artillería en Vicálvaro, la Puerta del Sol o, también, la de Toledo.
Las escenas costumbristas apenas duran uno o dos minutos. Filmó el Cuartel de la Montaña y al regimiento de zapadores, a los soldados en Vicálvaro, al Real Cuerpo de Alabarderos del Palacio Real. Y hubo un cambio significativo: el precio. De la peseta inicial se pasó a los cinco o diez céntimos por una entrada normal, y un real para los pudientes que elegían asientos preferentes.
La polémica, la de las placas
El tiempo ha transformado el antaño Hotel Rusia en un centro de salud, en el barrio de las Cortes. En su interior aún prevalecen las columnas de hierro que una vez sustentaron el establecimiento hotelero y dieron la bienvenida al CINE, con mayúsculas.
Otra anécdota ilustra la solera y protagonismo del edificio. Hay que ser un paseante curioso para observarlo, pero por si acaso se les ha pasado se lo desvelamos. Dos placas en su fachada atestiguan la conmemoración… Una está situada entre los balcones de la primera planta. Es de cerámica y se instaló el 15 de mayo de 1946. El texto reza: “El día de San Isidro se celebró en esta casa la primera exhibición del cinematógrafo para los españoles. Homenaje del Círculo de Escritores Cinematográficos 1896 – 15 de mayo – 1946.”
La segunda, ubicada entre el bajo y la entreplanta, es de mármol. Y se puede leer lo siguiente: “En conmemoración de los cien años de la primera sesión de cine pública celebrada en este mismo lugar el 14 de mayo de 1896. Asociación Cien Años de Cine. Ayuntamiento de Madrid. 14 de mayo de 1996.”
La polémica que permanece es la verdadera fecha de inauguración del cine. ¿El primer día fue el 14 o aconteció el 15 de mayo? La discrepancia en las fechas la apuntan Pascual Cebollada y Mary G. Santa Eulalia en su libro Madrid y el cine. El caso es que la primera sesión -tan convencionalmente oficial como la de París- había sido el 14, pero la apertura al público fue un día más tarde. No obstante, 24 horas antes o 24 horas después, no le quitan el mérito a Madrid de ser la primera ciudad española y una de las pioneras en Europa en estrenar el cine que impregnó los sueños de millones de madrileños. Fue hace 125 años y eso hay que celebrarlo. /