La Casa de Campo, unida a la Corona desde hace ya casi 500 años, cuenta con una casa palacio, la de los Vargas, que es la gran desconocida de los edificios históricos de la ciudad. Propiedad de una familia de terratenientes asentados en Madrid desde la Reconquista, atrajo el interés del emperador Carlos V y de Felipe II, por su privilegiada situación.
Su utilización como dependencias municipales, durante la segunda mitad del siglo XX, ha borrado cualquier vestigio de la historia que ahora se pretende recuperar. En la actualidad, el Ayuntamiento lleva a cabo un minucioso estudio historiográfico para recuperar el esplendor que logró durante el reinado de Felipe II. Cuenta con la colaboración de historiadores, paisajistas, arqueólogos y miembros de la Plataforma Salvemos la Casa de Campo.
Después, una comisión de expertos decidirá los criterios de restauración, planificará las fases de trabajo y redactará un plan museológico. Cuando abra de nuevo sus puertas, el Palacio de los Vargas será un centro de interpretación en el que se recupere su importancia histórica.
De casa de campo a ‘Real Sitio’ y origen de la capitalidad
Francisco de Vargas, consejero real de Carlos V, construyó una casa de campo en los terrenos de su familia junto al margen derecho del Manzanares. Allí se alojaba el emperador para descansar y cazar y allí también encontró refugio y consuelo al enviudar. En agradecimiento, se cree que regaló a los Vargas la Fuente del Águila, instalada en los jardines de esta residencia.
Su hijo, Felipe II, al contemplar desde el Alcázar las magníficas vistas del Monte de El Pardo y la sierra madrileña y las posibilidades de privacidad, asueto y caza que le ofrecían, ordenó comprar los terrenos existentes hasta los límites de lo que hoy concebimos como la Casa de Campo. Quería construir un alcázar al estilo de los palacios europeos, con preciosos jardines que le brindaran una intimidad impensable en Toledo. Esa es, para algunos historiadores, la razón que subyace en la decisión de traer la capitalidad a Madrid.
Tras la compra, Juan Bautista de Toledo se encargó de su acondicionamiento como residencia real con jardines privados. La casa-palacio de los Vargas sería también así el origen de los Reales Sitios, junto a otros como Aranjuez o El Pardo.
Felipe II miró a Italia y en los jardines renacentistas típicos de las villas de ese país se inspiraría el paisajista Jerónimo de Algora, aunque incorporó elementos musulmanes y flamencos para crear un estilo propiamente español. Su mantenimiento requirió de la construcción de una sofisticada infraestructura hidráulica y de cinco estanques donde criar peces para el consumo del monarca, que se localizaban donde hoy están el lago y su embarcadero.
El palacete y sus jardines
El acceso al edificio se encontraba en la fachada sur, donde también se ubicaban las caballerizas y los alojamientos de los empleados, mientras que la fachada principal, orientada al norte, era una zona privada donde contemplar los jardines.
En este espacio se encontraban las grutas renacentistas y la ‘Galería de Burlas’ una construcción singular, dedicada al esparcimiento y en la que también existían juegos de agua.
Junto a la desembocadura del arroyo Meaques, se construyó la Huerta de la Partida, que abasteció a la Casa Real y, en 1589, se creó un jardín para surtir de plantas medicinales y aromáticas a la Farmacia Real.
Con Felipe III parte de las tierras se explotaron como huerto y se introdujeron animales de granja. Además, se colocó la estatua ecuestre del soberano presidiendo los jardines del Reservado, cuya réplica está hoy instalada en la Plaza Mayor.
La nueva concepción de los jardines palaciegos que trajeron los Borbones y el deseo de proteger la Casa de Campo con un muro de mampostería, llevó a Carlos III a encargar a Francisco Sabatini, de cuyo nacimiento se cumplen ahora tres siglos, la remodelación de la finca con el deseo de lograr un aspecto paisajístico que conectara con el nuevo Palacio Real, construido sobre las ruinas quemadas del antiguo Alcázar. Fue, posteriormente, Juan de Villanueva quien lograría la conexión visual entre el Palacio Real y la plaza de acceso al Palacio de los Vargas, y su alumno, Isidro González Velázquez, construyó el Puente del Rey.
Durante el reinado de Isabel II se remodeló el Reservado Grande, y se incorporaron importantes obras arquitectónicas, como La Faisanera. Y con la llegada de la II República, la Casa de Campo pasaría al Ayuntamiento de Madrid. Tras la Guerra Civil, retornó de nuevo a Patrimonio Nacional, quien primero otorgó su usufructo y, en 1963, la trasfirió definitivamente a los madrileños.
En esas dos décadas, el palacete de la Casa de Campo se destinó a diferentes usos municipales, sufriendo en su interior múltiples modificaciones. Coincidiendo con la construcción del Parque Lineal del Manzanares y el soterramiento de la M-30, el edificio quedó pendiente de rehabilitación, para convertirlo en un espacio museístico. Finalmente, su protección ha quedado integrada en el Decreto 39/2010, de 15 de julio, de la Comunidad de Madrid, por el que se declara al conjunto de la Casa de Campo Bien de Interés Cultural, en la categoría de Sitio Histórico.
El futuro del Palacio de Vargas y su entorno
Los criterios de protección y conservación del decreto autonómico determinan
la necesidad de crear un Plan Especial para recuperar los jardines y los huertos históricos que se encontraban entre el acceso al Palacio de los Vargas, el ‘Reservado’ o jardín de Felipe II y el ‘Reservado Grande’.
También valora la posibilidad de recuperar las cotas de nivel de los jardines iniciales, más bajas que en la actualidad, y de utilizar aquellas especies vegetales que puedan documentarse como originales. Otra de las actuaciones contempladas, sería la recuperación del sistema de ejes visuales, que permita percibir la conexión entre los jardines, el Campo del Moro y el Palacio Real.
Como edificio histórico, el decreto establece la eliminación de los añadidos del interior que falsean su antigua apariencia y la recuperación de otros elementos cuya existencia haya sido fundamentada, como la Fuente del Águila, almacenada actualmente en el Museo de Carruajes.
Ejecución del proyecto
Siguiendo esta línea de trabajo, una vez finalizado un minucioso proceso de investigación histórica y arqueológica, desde la Dirección General de Patrimonio Cultural del Ayuntamiento se ha diseñado un plan para ejecutar las obras de rehabilitación escalonadamente, cuyo inicio está previsto en el segundo semestre de 2021.
El primer paso será la demolición de los elementos añadidos y la búsqueda de la estructura inicial del edificio. Mediante una excavación arqueológica se podrán analizar sus paramentos y encontrar el nivel original del suelo, para valorar la posibilidad de su recuperación. A partir de ahí, se redactará el proyecto definitivo. Las prospecciones arqueológicas en los jardines permitirán averiguar cómo se construyó el sistema hidráulico de riego y conocer así la ubicación exacta de la Fuente del Águila y la estatua ecuestre de Felipe III.
Finalizada esta fase se recuperarán los jardines del Reservado Chico y, en especial, de las Grutas renacentistas y de la Galería de Burlas, elementos característicos del siglo XVI de los que apenas quedan ejemplos en Europa.
Después vendrá la rehabilitación de las estufas o invernaderos, las cercas y la Casa del Jardinero en el Reservado Chico. En una segunda fase, se continuará con el Reservado Grande que rodea al jardín de Felipe II, los viveros, la Faisanera y la Casa de la Castaña./