Óscar Pascual, bombero del Ayuntamiento de Madrid, fue uno de los impulsores del viaje solidario a Zimbaue, que se tenía que haber realizado en enero y que iba a llevar a Cataratas Victoria a casi un centenar de personas. Él, junto a la veterinaria valenciana Carla Feuerriegel Ortells llevaban meses de trabajo con los preparativos, pero el incremento de casos por COVID-19 en el país africano hizo que las autoridades cerraran fronteras y aeropuertos. El viaje, que se ha realizado en colaboración con una ONG que promueve la ayuda humanitaria a 7.000 familias de la zona de cataratas Victoria, se tuvo que suspender.

“La noticia fue un jarro de agua fría”, explica Óscar, que estaba en Zimbaue desde diciembre. “No solo por la logística –apunta- de tener que anular rápidamente viajes de avión, estancias en hoteles, visitas a instituciones, permisos de todo tipo, sino por tener que paralizar un viaje que llevábamos meses organizando y que suponía que esos voluntarios no llegaban y esta gente se quedaba sin esa ayuda tan necesaria”.

Ambos regresaron a España, donde continuaron trabajando en ese viaje con la esperanza de volver intentarlo en pocos meses. Por fin su sueño se ha hecho realidad y el día 2 de abril volvieron de nuevo al país africano a adelantar los preparativos para recibir a las 47 personas voluntarias que llegaron el pasado día 9. Entre ellas, 13 bomberos del Ayuntamiento de Madrid.

Vivienda y salidas laborales, necesidades básicas

“El grupo –cuenta Óscar- tiene perfiles profesionales muy diversos: cocineros, médicos, enfermeros, matronas, músicos, ingenieros, economistas, amas de casa, nutricionistas, técnicos deportivos, conductores de transporte… Todas esas manos y esos conocimientos son necesarios porque los proyectos que vamos a desarrollar en estas dos semanas son muy diversos”. Y es que, no se trata de ofrecer una ayuda únicamente puntual, sino de proveerles de herramientas que, a largo plazo, mejoren sus condiciones de vida.

En la imagen central, Óscar Pascual junto a una de las viviendas que están construyendo y que sustituirán las casas de plástico en las que viven muchas familias

Por teléfono, Óscar describe con emoción todo lo que han hecho en apenas una semana: “Estamos trabajando en la eliminación de barreras arquitectónicas y en la construcción de viviendas para la población más vulnerable, y es muy gratificante ver cómo una joven de 20 años, con un bebé de pocos meses, va a pasar de vivir en una vivienda construida con plásticos a tener su casa”. “O por ejemplo –continúa- hemos puesto en marcha un curso de fotografía en el colegio de formación profesional Dadami en el que, además de los conocimientos, vamos a dotar a los chavales de medios para que tengan recursos y una posible salida profesional”.

Intercambio sobre la COVID-19 y charlas a mujeres emprendedoras

Pero hay más proyectos que ya están en marcha y de los que Óscar se siente muy orgulloso. Gracias a la colaboración de empresas de transporte y de diversas fundaciones han hecho llegar al hospital de Chinotimba un cargamento de donaciones de material quirúrgico y medicamentos. También han podido transportar 300 uniformes de bombero y material de extinción, una donación de una ONG internacional en la que participa activamente otro compañero del Cuerpo de Bomberos de Madrid.

En el hospital de Chinotimba, además, el personal sanitario voluntario participará en un intercambio de conocimientos sobre la COVID-19 y las matronas compartirán experiencias y ofrecerán asesoramiento al personal materno-infantil del centro.

Las personas voluntarias, entre las que se hay cocineros profesionales, preparan a diario centenares de raciones de comida caliente. También desarrollan actividades infantiles y talleres para mujeres

Por otra parte, un grupo de mujeres emprendedoras de la zona está asistiendo a diversos talleres sobre economía, ahorro y gestión financiera, impartidos por tres economistas voluntarias en este proyecto.

Y mientras tanto, como llevan haciendo desde hace muchos meses, siguen repartiendo alimentos, tanto raciones de comida caliente como cestas de productos no perecederos. “Es lo más acuciante ahora, luchar contra la hambruna”, señala Óscar, a la vez que recuerda que “esta zona vive básicamente del turismo, tanto nacional como internacional, así que desde el inicio de la pandemia y el cierre inmediato de toda la zona en la primera ola, sus condiciones de vida han empeorado muchísimo”.

El objetivo de este viaje está claro: “Queremos conseguir que esas 47 personas se conviertan de alguna manera en embajadores de esta zona, que divulguen lo que están viviendo aquí y continúen colaborando como puedan una vez vuelvan a sus casas”.

Óscar se levanta a las seis de la mañana y recorre unos 200 kilómetros para llegar a la zona donde están interviniendo. Regresa de noche, “cansado y con las energías justas para mirar un poco el móvil, contactar con familia y amigos”, pero asegura que “es una experiencia brutal, algo que no se puede describir con palabras. Vendré siempre que pueda porque mis lazos con este pueblo son ya para siempre”. /