Rosa Menéndez ha dedicado toda su vida a la investigación científica y a la docencia. Doctorada en Química por la Universidad de Oviedo, ha estado vinculada al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) desde 1979, donde en 2008 ya ocupó el puesto de vicepresidenta. Además, ha compaginado su cargo de directora del Instituto Nacional del Carbón con la dirección proyectos de investigación, docencia y publicación de más de 200 artículos.

Ahora, después de 18 predecesores, es la primera mujer que llega a la presidencia del CSIC, lo que la posiciona como un referente para las niñas y mujeres que quieren acceder al mundo de la ciencia, o que, perteneciendo a él, ven allanado el camino para alcanzar un alto cargo de responsabilidad.

Este 8 de marzo, Rosa Menéndez ha recibido el premio Clara Campoamor, el galardón que entrega el Ayuntamiento de Madrid, a través del Área de Familias, Igualdad, y Derechos Sociales, con motivo del Día Internacional de la Mujer. Este premio reconoce el papel de aquellas mujeres que a lo largo de su trayectoria profesional han impulsado la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres.

Rosa Hernández, primera mujer en ocupar la presidencia del CSIC

Una científica vocacional

Esta asturiana de nacimiento lleva tres años viviendo en Madrid, una ciudad  de la que asegura sentirse parte gracias a su carácter acogedor.  Científica vocacional, sin embargo, dice no reconocerse a sí misma como referente para las mujeres en la ciencia, aunque cree firmemente en la importancia de que esos referentes existan “para incorporar gente joven al mundo de la ciencia, que vean que las carreras técnicas, las carreras STEM (por sus siglas en inglés, significa Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) no son cosa de hombres”.  «Es imprescindible -añade- que las que estamos donde estamos sepamos comunicar a las jóvenes lo que representa la carrera científica, y que van a crecer no sólo profesionalmente, sino también como personas”.

La entrega del galardón supone para ella “un agradecimiento total y absoluto”, pero, más allá del reconocimiento a su figura, Rosa ve en este premio un doble valor: “Por un lado, es un galardón que destaca la importancia de la igualdad de oportunidades, y, además, lleva el nombre de una pionera y una luchadora por la igualdad como fue Clara Campoamor”

La lista de mujeres que han seguido el camino de Clara Campoamor es larga. Y Menéndez está en ella. Pero todavía queda un camino largo por recorrer. Uno de los grandes escollos es la conciliación familiar, un aspecto en el que, a pesar de “haber mejorado bastante”, sigue siendo un hándicap  para las mujeres. Y nos da un dato: en el CSIC, empieza como personal investigador un 58% de mujeres frente a un 42% de hombres, pero en la etapa posdoctoral, que coincide generalmente con el inicio de un proyecto familiar, la proporción se invierte con un 56% de hombres y un 44% de mujeres. Según Rosa, “es importante que la mujer no cargue con prácticamente todo, y sea consciente de que no es imprescindible en el día a día familiar”.

Afortunadamente, tal y como reconoce, hoy en día “se han eliminado prácticamente todas las barreras que existían para el acceso de la mujer a la carrera científica”, pero “que hayamos mejorado no quiere decir que sea una situación perfecta”. Todavía queda camino por recorrer, planes de igualdad y medidas correctivas que aplicar, pero “cada décima que se mejora por bajar el techo de cristal nos acerca al objetivo final”.

El Madrid más científico

Es en las edades más tempranas cuando, generalmente, uno mismo comienza a fijar sus intereses o las profesiones que sueña desempeñar en el futuro. Y para los futuros científicos, Madrid es una ciudad ideal para iniciarse en este mundo. No son pocos los sitios a los que acudir donde ciencia y entretenimiento van de la mano.

Y entre ellos, Rosa destaca el Real Jardín Botánico, un “lugar con encanto” que conjuga “rincones y paseos impresionantes” con investigación. El Jardín Botánico, centro de investigación del CSIC, desarrolla actividades y talleres en las que niños y niñas pueden “sentirse partícipes, ver cómo se desarrolla el trabajo científico en relación con la naturaleza”

Después, el Museo Nacional de Ciencias Naturales o el Museo de Ciencia y Tecnología, dos espacios donde los más pequeños pueden comenzar a despertar su interés por la ciencia, no solo observándola sino implicándose.

Pero no solo hay lugar para el público infantil. El Real Observatorio de Madrid es, para Rosa, una parada imprescindible para los interesados en todo aquello relacionado con el espacio. “Allí se puede ver la evolución de los instrumentos astronómicos, de la astrofísica, antes de quedarse boquiabiertos con lo que pueden observar en el planetario”.

Y si lo que más nos interesa es la riqueza de la tierra, el Museo Geominero y el Museo Arqueológico Nacional son una buena opción para “una primera inmersión” en la historia que nos precede y rodea.

Rincones verdes donde desconectar

Cuando nuestra protagonista nos habla de Madrid, donde tiene fijada su residencia desde hace tres años, el sentimiento que le evoca es de familiaridad. Como asturiana, los parques y jardines de la capital le hacen “recuperar el verdor” de su norte natal, “el estar en contacto con la naturaleza me hace sentir bien”.

A pesar de llevar pocos años viviendo en Madrid, ha estado media vida yendo y viniendo, pasando estancias de algunos meses en la capital, en las que no podía más que visitar lugares imprescindibles como el Museo del Prado. Pero ahora, Rosa ya tiene ‘su’ Madrid verde, natural, por el que nos guía para descubrirnos sus rincones favoritos.

El primero es el jardín del Príncipe de Anglona, por “su encanto especial”, muy cerquita de la “impresionante” Iglesia de San Pedro el Viejo y de su vista favorita de la ciudad: la Almudena desde el parque del Oeste. Su recorrido verde pasa por la Colina de los Chopos, donde se alza la Residencia de Estudiantes, y sigue hasta San Blas-Canillejas  y Barajas donde están, respectivamente, dos de sus sitios favoritos para desconectar: La Quinta de los Molinos, y el parque de El Capricho, sobre todo cuando florecen los almendros.

Es el Madrid de Rosa, una urbe que define como “la ciudad de todos, inclusiva, abierta, un lugar en el que es fácil vivir”, con espacios que nos acercan a la ciencia, a la vez que exploramos su lado más verde y natural.

Imagen del acto de entrega del premio
Imagen del acto de entrega del premio