El callejero madrileño, actualizado permanentemente por el Ayuntamiento de Madrid, es mucho más que una herramienta para no perderse, saber dónde se ubica una calle o trazar la ruta hacia una dirección. En sus páginas se alían utilidad e historia, ya que no sólo te permite conocer la ubicación en el mapa de una calle -distrito o distritos por los que discurre, inicio y final de la vía…- sino saber, por ejemplo, desde qué año existe con esa nomenclatura, cuáles son los nombre populares que ha tenido o las ‘renumeraciones’ que ha sufrido una dirección en el tiempo con su correspondiente secuencia de fechas.

Pero, además, es un gran muestrario histórico: personajes claves para la propia ciudad, el país o la humanidad; obras literarias o musicales, ligadas o no a ella; oficios, accidentes geográficos, flores y plantas… Un mosaico, en definitiva, de las motivaciones y el imaginario de los gobernantes que se han sucedido al frente de la institución municipal.

Algunos apuntes para despertar tu curiosidad. ¿Sabías que la calle Bravo Murillo durante un tiempo se llamó Mala de Francia; que la plaza de Manuel Becerra tuvo los nombres de glorieta de la Alegría y plaza de Roma a lo largo de su historia o que hasta 1997 la estación de metro Santiago Bernabéu se llamó Lima? Si eres curioso, te invitamos a pasear por sus páginas.

Del primer callejero al callejero electrónico

La primera relación de vías realizada en la ciudad, Libro de nombres y calles de Madrid, data de 1625 y contenía 401 calles. Actualmente hay 9.261. Fue en 1881, con José Abascal en la Alcaldía, cuando se editó el primer callejero titulado Guía de las Vías Públicas de Madrid. Y en abril de 2016 salió la primera versión oficial electrónica que cubría un vacío de 34 años, transcurridos desde la aprobación de la última guía municipal, editada en 1982.

A partir de entonces, cualquier ciudadano puede descargárselo de forma gratuita desde el portal de datos abiertos para su reutilización como conjunto de datos estructurados de viales o de numeraciones, con opción de históricos o sólo vigentes y con las coordenadas de cada dirección. Eso sí, ten en cuenta que la información histórica no está totalmente informatizada, ya que continuamente se incorporan nuevos datos procedentes del fondo documental del callejero.

Toponimia femenina

Si algo choca al repasar la nomenclatura urbana es la escasa presencia femenina. En 2005, el Ayuntamiento editó una memoria de Mujeres en el callejero, consciente de que “la representación femenina en el callejero madrileño es especialmente parca”. Según consta en sus páginas,  de los cerca de 11.000 topónimos existentes entonces, casi 3.000 correspondían a hombres, mientras que las mujeres contaban apenas con 700. Eso sí, una de ellas, Beatriz Galindo, llamada popularmente La Latina por su vasta cultura, dio nombre no ya a una calle, sino a todo un distrito, el de Latina, además de a una animada zona en el centro, La Latina.

Desde entonces se han ido multiplicando las placas con nombre de mujer en fachadas, jardines o espacios públicos. Se trataba de paliar esa escasez tan significativa que, por ejemplo, en el distrito de Centro, en 2019, arrojaba un triste saldo: solo el 8 % de sus calles tenían nombre femenino frente al 45% con denominación masculina.

De esas incorporaciones, quizá la más rotunda sea la plaza de las Mujeres que, desde 2018, en Vicálvaro rinde tributo a las mujeres invisibles que sostienen la ciudad con un trabajo a menudo ni remunerado ni reconocido. O el Jardín de las Feministas (en Princesa c/v Duque de Liria) que, desde 2019, recuerda a todas las mujeres que han luchado y luchan por la igualdad real.

Entre esas mujeres que se han sumado al callejero madrileño hay inventoras, como Ángela Ruiz Robles ‘madre’ del libro electrónico (Villaverde); víctimas de violencia de género como Ana Orantes, quien tras denunciar públicamente la violencia machista a la que era sometida fue asesinada por su expareja en 1997 (Centro); cantantes, caso de Aretha Franklin que utilizó el soul como elemento de influencia en el movimiento racial y la liberación femenina (Hortaleza) y heroínas singulares como las de Sálvora, que en 1921 capitanearon el rescate de los náufragos del buque correo Santa Isabel en la costa gallega (Centro).

Y en ese deseo de reparar agravios, en febrero de 2019, una nueva plazuela, entre las calles de San Gregorio y San Lucas, en Chueca, adoptó el nombre de uno de los colectivos más marginados a lo largo de los años y se llamó plazuela de la Memoria Trans.

Esa carencia femenina se da también en el mundo laboral. Así, mientras que el callejero es un buen  muestrario de oficios, algunos desaparecidos y gran parte de ellos en masculino (Latoneros, Tintoreros, Cordeleros,  Alguacil (callejón), el Escritor, los Chisperos o los Maestros Ladrilleros (pasaje), la mayoría en el distrito de Centro), las mujeres tenían que conformarse con escasas calles (Cigarreras, Bordadoras, Botoneras o la de la Portera del Cura, esta última en Fuencarral-El Pardo). Ojo, la de las Hilanderas, puede llevar a engaño, el nombre no se debe al oficio, sino al cuadro de Velázquez.

Déjate llevar por la curiosidad y descárgate el callejero. Te sorprenderán, por ejemplo, las vías o plazas que Madrid dedica a conceptos tan nobles como el afecto, la felicidad, la dulzura, el ahorro, la generosidad, la conciliación o la abundancia. O a películas –Candilejas, Novecento, Mogambo, Volver a Empezar, Viridiana…- y, ya puestos, a personajes tan entrañables como Tintín y Milú (Barajas).