Los técnicos y jardineros municipales dedican unos cuidados excelentes a los árboles de la ciudad. Se preocupan por su vitalidad y nuestra seguridad con métodos tradicionales y, a la vez, con la última tecnología. En parques como el Retiro los tratan como si fueran de su propia familia. Están pendientes de su crecimiento, las heridas que tienen, si caen enfermos… Y les aplican el tratamiento más adecuado en cada caso.
La primera inspección para conocer el estado del árbol es visual o dando pequeños golpes en los troncos con un martillo especial para saber si hay huecos en el interior. Estas evaluaciones se realizan normalmente desde el suelo, pero cuando es necesario también se observa el árbol en altura con una plataforma elevadora.
Los jardineros toman nota de la altura del árbol, el ancho de la copa, la dirección de las ramas y si éstas se encuentran equilibradas, la resistencia al viento, las enfermedades o plagas, las cavidades en los troncos, el estado de la corteza y los elementos cercanos, tanto por arriba como en el suelo.
Este seguimiento, que también se realiza en el resto de parques históricos y zonas verdes, se traslada a la ficha individual de cada árbol donde se apunta si su evolución es positiva o negativa. Son seres vivos y, por lo tanto, no necesita la misma atención un ejemplar anciano que uno joven, ni uno enfermo que uno sano. Los árboles viejos o dañados se someten a más revisiones que los recién plantados.
Una vez realizado un diagnóstico sobre la salud del árbol, se establece un tratamiento personalizado que consiste en una poda, el refuerzo con cables o tornillos y, como ultima solución, la tala si el ejemplar no tiene salvación y se ha vuelto peligroso con riesgo de caída. El saneamiento de las ramas es la solución más utilizada, pues con este método se obtiene una resistencia a ráfagas de viento de hasta 120 kilómetros por hora.
Instrumental moderno
Para conocer el estado de la madera, los jardineros de los parques y zonas verdes de Madrid tienen aparatos de última generación desde 2014. En el Retiro disponen de dos tomógrafos –uno sónico Picus y otro de impedancia que relaciona las ondas sónicas con las eléctricas- y un resistógrafo, así como una forcípula digital para calcular con exactitud el diámetro del tronco. Con estos instrumentos se detecta si hay madera sana, podrida o cavidades y se determina si ese árbol necesita una poda, un cableado o la tala si hay peligro de caída.
La técnica del resistógrafo es la más utilizada por los especialistas ya que ofrece los datos al instante con los huecos que hay en la madera e imprime una gráfica donde se observa el estado de cada anillo del tronco del árbol. El dispositivo consiste en un taladro de 1,5 milímetros de anchura –con 3 milímetros en la punta- y medio metro de largo que se introduce en la madera y mide su densidad. Este dato sirve para completar lo observado desde el exterior por los jardineros.
El tomógrafo sónico mide la transmisión de sonido a través de la madera mediante la colocación de diez o doce clavos alrededor del tronco. El resultado es una resonancia del interior de la madera que se descarga y se analiza con un programa informático. Cuando se quiere conocer con más detalle la diferencia entre la madera húmeda o seca se utiliza el tomógrafo de ondas eléctricas.
A pesar de la necesaria intervención humana en la superficie vegetal de la ciudad, los jardineros ven a los árboles como seres vivos inteligentes. Esta curiosa afirmación está motivada por su comportamiento para defenderse de los ataques externos y luchar por su longevidad. Por ejemplo, si el ejemplar siente que se está curvando hacia un lado, sus raíces crecen más y se hacen fuertes en la dirección contraria para aferrarse al suelo e impedir la caída. Otra prueba de defensa es la interposición de barreras químicas en el tronco cuando advierten que están siendo atacados por hongos y así evitan que éstos puedan comerse la madera fácilmente.
Los efectos de un verano seco
Una de las enfermedades más comunes en la arboleda del Retiro es la socarrina, que aparece en veranos secos y provoca que las hojas se vuelvan marrones y caigan, como si fuera otoño, por falta de humedad. Una de las soluciones empleadas por los jardineros es aportar agua a los ejemplares más afectados.
Los técnicos no vigilan más a una especie que a otra. Se interesan por cada árbol en particular pues todos son diferentes y tienen sus propias dolencias. Y cuando desaparecen no queda más remedio que sustituirlos por nuevos ejemplares. Para regenerar la superficie vegetal del Retiro ya están preparados más de 150 árboles que serán plantados este invierno.