La década de los años 40 del siglo pasado fue una época de consecución de pocos derechos para las mujeres, de hecho más bien hubo un retroceso respecto a los que se habían adquirido durante la II República. En la España de aquellos años, si eras mujer ya sabías lo que te tocaba vivir. Educación separada de los chicos, nada de emanciparse antes de los 25, salvo que fuera para casarse como Dios mandaba, es decir, por la iglesia, y un futuro prometedor en tres ciencias: culinarias, corte y confección y economía doméstica.
Si te casabas pero no iba bien el matrimonio había que apechugar, que para eso se había prometido ante Dios que así fuera hasta la muerte. Nada de controlar la natalidad, Dios volvía a ser el responsable de los hijos de cada familia y, por supuesto, había que tener claro el papel que le tocaba a cada una, que no era otra cosa que servir, servir y servir, al marido, al padre, a los hijos, a la familia…. Y es que la sumisión al marido no era solo un hecho social, también era un mandato legal, que en temas como el laboral estuvo vigente hasta 1976.
Y en este contexto, el 5 de agosto de 1944 nació en Madrid Carmen Sarmiento. Una mujer que desde muy joven tuvo clarísimo que no iba a estudiar corte y confección, ni se iba a encomendar a Dios. De hecho, siempre se ha definido “agnóstica”. Fue una adolescente rebelde que no estaba dispuesta a soportar ciertos comportamientos por muy normales que fueran en su época, tal como ha contado en numerosas ocasiones, “recuerdo cuando un chico me tocó el culo al vestir mis primeros vaqueros, a los 13 años”, algo que la marcó y arraigó su convicción de que por ser mujer no había que aguantar ciertos comportamientos machistas.
Así que esa mujer insumisa, a la que su madre preguntaba “¿Hija, a quién habrás salido?”, acabó dedicándose a una profesión históricamente masculina, el periodismo, y además, por su “obsesivo deseo de alcanzar la igualdad y la equidad con los hombres”, como ella misma señala, eligió su faceta más peligrosa, el periodismo de guerra, algo que no fue fácil porque ya la primera vez que indicó que quería ir a cubrir un conflicto en Etiopía un director de informativos, cuenta que le dijo “¿pero cómo vamos a mandar a una mujer a la guerra?”.
Su trayectoria laboral le ha dado muchas satisfacciones traducidas en premios como el Nacional de Periodismo, el Premio Nacional de Derechos Humanos, o el Premio Unicef por su trabajo “Hijos de la pobreza”, entre otros muchos. Pero también ha sufrido algún que otro susto, como cuando fue secuestrada en Colombia o víctima de una emboscada en Nicaragua.
Ha sido testigo en primera fila de acontecimientos históricos y ha conocido a personalidades tan relevantes como Fidel Castro o Rigoberta Menchú, entre otros muchos. Sin embargo, cuando a Carmen Sarmiento se le pregunta por aquellas personas que más huella le han dejado, siempre dice lo mismo, “las personas sin voz”, algo que ella misma justifica añadiendo, “porque los famosos tienen el discurso muy aprendido”.
Trabajo comprometido y en busca de la verdad
Así que tras diez años haciendo periodismo de guerra “que acabé detestando, porque el espectáculo brutal de los cuerpos destrozados, el sufrimiento inútil que generan las guerras y las mujeres huyendo con los niños me parecía una cosa espantosa y además no me permitía profundizar en los temas”, decidió dar voz a aquellas personas que hasta entonces habían sido marginadas, recuperando historias olvidadas de la gente más pobre, de las víctimas de la guerra. Realizando, en definitiva, un trabajo como a ella siempre le ha gustado “comprometido, y en busca la verdad”.
En 1984 TVE comenzó a emitir “Los marginados”, una serie de reportajes en busca de los desprotegidos de la sociedad en cualquier parte del mundo. Era la otra cara de la realidad, la que nunca se mostraba, pero Carmen Sarmiento (creadora, guionista, presentadora) se atrevió con la temática y el programa estuvo en antena hasta 1991, consiguiendo importantes y prestigiosos premios.
Pero Carmen Sarmiento comprobó durante aquellos años que si había personas marginadas de verdad en aquellos países que visitó, eran sin duda las mujeres. Así que en 1994 comenzó el programa “Mujeres en América Latina”, una serie que, como ella ha declarado en más de una ocasión, “me permitía aunar mis dos grandes pasiones: feminismo y televisión”. Con este programa, una vez más, consiguió contar las verdades a través de la mirada de las mujeres, protagonistas de infinidad de historias.
La mujer, su visibilidad y la defensa de sus derechos han sido desde entonces y hasta la actualidad una de las principales preocupaciones de esta periodista, que se define como feminista, pero que reconoce que pese a todo “en doscientos años se ha avanzado poco”. Sarmiento ha señalado muchas veces que “las mujeres seguimos estando en inferioridad de condiciones con respecto al hombre en materias como el salario laboral, y que en la actualidad sigue existiendo una situación de subordinación absoluta al patriarcado y al sentimiento de posesión masculino”.
Y precisamente, por esta labor realizada durante toda su trayectoria profesional en defensa de los derechos de las mujeres y en lucha por la consecución de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, el Ayuntamiento de Madrid ha reconocido hoy, día 8 de marzo, a Carmen Sarmiento con el premio “Clara Campoamor” en su duodécima edición.
Un reconocimiento que, como ha destacado la periodista desde que lo supo, “me emociona especialmente, porque es un premio de los grandes, en el sentido de que premia mi lucha por la causa de las mujeres, y Clara Campoamor fue una defensora de los derechos de la mujer y una de las impulsoras de que podamos votar. Así que es como aportar un pequeño granito de arena a esta lucha”. “A Clara Campoamor se le reconoció su trabajo después de muerta, yo tengo la fortuna de recibir el reconocimiento de mi sociedad en vida”.