“Cuando emigré a EEUU desde mi país, México, fue para ir a una casa por 75 dólares al mes, lo cual para mí era casi una fortuna. Allí iba a trabajar de lo que había hecho siempre: empleada del hogar. Me dijeron que iba a ocuparme de la casa y cuidar de un niño. Luego me llevaron dos más, por el mismo precio. Estaba indocumentada así que esa familia siempre utilizó la amenaza de mi falta de papeles”. Juana Flores, empleada del hogar desde hace 25 años, hacía estas declaraciones en la rueda de prensa del pasado viernes en Cibeles, en la que se presentó el I Congreso de Empleadas del Hogar y Cuidados, organizado por la Dirección General de igualdad entre Hombres y Mujeres y el Grupo Turín y que se ha celebrado en el Centro Cultural Casa del Reloj (Arganzuela) este pasado fin de semana.

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De izda. a dcha. Eva Ortúñez, Ana Buñuel, Juana Flores y Alicia Pacas

El Congreso ha contado con la participación de más de 400 asistentes, personas llegadas de todo el territorio español, en especial mujeres, y con 29 ponentes especialistas en diferentes ámbitos. El objetivo está claro: conseguir que España se adhiera al convenio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre “Trabajo decente para las trabajadoras y los trabajadores domésticos”.

Estos dos días de intensos debates se ha puesto además de manifiesto la necesidad de una equiparación real entre los trabajadores por cuenta ajena y propia y las personas empleadas del hogar, de forma que todos y todas tengan los mismos derechos y se reconozca un trabajo que, muchas veces, es invisibilizado.

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La mayoría de las personas empleadas del hogar son mujeres

Juana habla con un deje de amargura sobre esta situación. No por ser empleada del hogar, sino por considerar que nunca se le ha reconocido el trabajo que realiza. “Después de muchos años y muchos hogares, siempre me queda la sensación de que las familias que nos contratan no han entendido que nos ocupamos de sus hijos, o de sus padres, que entiendo que son sus seres más queridos”. Al cabo de unos años de residencia en EEUU, y ya con su documentación en regla, Juana comenzó a participar activamente en grupos de EEUU que defendían los derechos de las personas que trabajan como empleadas del hogar, un colectivo que es en más de un 90% femenino. En la actualidad es la co-directora de MUA (Mujeres Unidas Activas), la representante de EEUU de la asociación “Dignity in Action” y ha sido una de las ponentes del congreso.

 

Dejar atrás toda una vida …

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Alicia Pacas, salvadoreña, del colectivo de empleadas del hogar Brujas Migrantes, ofreció su testimonio personal

En la rueda de prensa, a su lado, Alicia Pacas comenzó su presentación señalando “estoy un poco nerviosa y creo que se me nota. Pero también estoy muy contenta de representar a muchas de mis compañeras”. Alicia arrastra las palabras suavemente, habla dulce y bajito. Es de El Salvador, “un país aún muy peligroso como sabrán ustedes”, y habló desde el corazón. Contó que el trabajo del hogar, “es un trabajo muy antiguo, y por supuesto que debería verse como un trabajo profesional. No sólo hacemos trabajos de limpieza, o de cocina, también somos enfermeras o de profesoras de idiomas, porque cuando las empleadas del hogar hablan otra lengua, muchas veces sus empleadores les piden que les den clases a sus hijos, todo por el mismo precio claro, y muchas veces les pagan unos salarios míseros”. 

Alicia contó a los asistentes que “a veces quienes nos contratan no se dan cuenta que dejamos atrás nuestros olores, nuestros sabores, nuestras familias, la mochila que traemos no es liviana. Al contrario, está llena de compromisos. Porque una gran mayoría de nosotras les aseguro que apenas nos quedamos con un poquito del sueldo que ganamos porque el resto lo enviamos a nuestros países. A que otras personas cuiden de nuestros hijos”.

 

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Uno de los carteles del Congreso, que reclamó la ratificación del convenio de la OIT

Alicia, que ahora es miembro de la asociación Brujas Migrantes y también pertenece al grupo Turín, sobrecogió con su testimonio a las personas asistentes, a pesar de que insistió en que su historia es la de muchas y muchas mujeres de Latinoamérica. Fuerte, luchadora, finalizó su intervención señalando “sé que muchas compañeras de países en conflicto no duermen por las noches, como yo misma, pensando en los hijos e hijas que dejaron en sus países, en si un día los pueden matar mientras ellas están aquí trabajando.

Así que si hoy estoy feliz es porque por primera vez en la historia, vamos a tener voz, vamos a defender un trabajo digno en estos hogares, para poder pensar que valió la pena emprender el viaje de dejar a los nuestros”.

 

 

Annabella Martínez

Medios de Comunicación. Ayuntamiento de Madrid