A las cinco y media todavía es noche cerrada en Madrid. Rosa abre la puerta del autobús en Cuatro Caminos, cabecera de la línea 66, y saluda a los primeros pasajeros. Aunque hay algunos noctámbulos, la mayoría son trabajadores que madrugan. Como madruga ella, que a las 4,30 ya estaba fichando en el Centro de Operaciones de Sanchinarro y comprobando, junto a los compañeros que se ocupan de las labores administrativas, la documentación de su vehículo y las incidencias que podrían afectar a su ruta esta mañana.
Durante más de siete horas, Rosa pilota uno de los autobuses de la Empresa Municipal de Transportes de Madrid, cuya flota se compone de casi 2000 coches modernos y accesibles para todos los viajeros. Desde Cuatro Caminos hasta Fuencarral, donde termina su trayecto, Rosa se detiene en 32 paradas en las que suben y se apean miles de personas cada día. Con algunas de ellas, por eso de verlas con tanta frecuencia, ha establecido una relación cordial que se advierte en las sonrisas con que la saludan y las frases que se cruzan sobre el tiempo, el tráfico, o incluso sobre la familia y el trabajo de cada cual.
Rosa es actualmente la más veterana de las 186 conductoras de la EMT. La pionera del servicio fue María de las Nieves Cuadrado, que ingresó en 1976 y ya está jubilada. La segunda llegó en 1988 y estuvo 18 años conduciendo un autobús. La tercera fue Rosa, que empezó su trayectoria en 1995 y aún sigue al volante.
Todavía no son muchas, solo representan el 3,5 por ciento de una plantilla compuesta por 5543 conductores. Pero su presencia ya no es anecdótica ni excepcional. A estas alturas a ningún pasajero le sorprende o le “preocupa” subirse a un autobús conducido por una mujer. Y menos aún, cuando en el rostro de la conductora se dibuja un gesto de bienvenida como el que Rosa le ofrece día tras día a los pasajeros de la 66.