Los del turno de noche no salen a la calle con cara de sueño o de pereza. Aunque su trabajo comienza cuando los demás vecinos de la ciudad están metiéndose en la cama, ellos salen con energía y buen humor. Los hemos visto llegar al cantón, fichar y vestirse con las ropas de faena, bromear con los compañeros, hemos charlado con ellos, nos han contado anécdotas y expectativas, sin ocultarnos los inconvenientes de tener un horario contrario al de su familia, nos han desvelado los trucos que inventan para cumplir su trabajo sin que les afecte el olor de los cubos de basura, sin mancharse con las bolsas que contienen, sin mojarse con las mangas cuando se ocupan de baldear las calles. Los hemos acompañado en sus camiones, con los que recorren los barrios que duermen en silencio y los que siempre están en ebullición, los hemos visto arrastrar cubos entre los coches aparcados, vaciarlos, devolverlos a los portales, sacar brillo a las aceras, perseguir los residuos que, alguien que no conoce a estas personas, ha arrojado al suelo sin molestarse en usar la papelera. Y los hemos visto todavía bromear.
Los del turno de noche no pierden el humor ni se dejan vencer por el sueño. Estas fotografías dan fe de ello.