En busca de la carrera, del punto saltado de la costura
Desde la calle, el centro ocupacional no se diferencia de cualquier centro docente. Un edificio bajo con su patio, su jardín, el rumor de voces, su verja de metal. Dentro pasa lo mismo, solo que las aulas son más grandes. Algunas, como la de carpintería, asemeja cualquier taller de ebanista; la de encuadernación huele a pegamento y en las mesas se suceden las láminas de vinilo con dibujos geométricos en toda la paleta de colores posibles. La mayor, la sala de control de calidad. En una enorme mesa rectangular se apila un centenar de calcetines “ejecutivo”, inmaculadamente blancos. Manos diestras examinan calcetín a calcetín en busca de una carrera, un tomate, un punto saltado en una costura. Pasada la prueba, la pila empieza a subir en otra mesa de donde saldrán para la tintura. Su rigor, su minuciosidad acredita de sobra el certificado de calidad. Otro tanto ocurre con las abrazaderas de los tapones de las tradicionales botellas de gaseosa, que pasan por estos dedos hábiles a la caza de cualquier defecto, de cualquier muesca. Una de las educadoras lamenta que no se cuente suficientemente con ellos a la hora de programar cursos para el empleo, de que sus limitaciones acaben velando sus capacidades reales. Lo sabe bien, lleva años en la casa y recuerda su satisfacción al ver que el índice de empleabilidad llegó a veces al 60%. “Fue antes de la crisis, que se ha dejado sentir con fuerza para todo el mundo y más para ellos”. Hoy los ejemplos son más contados, pero siguen siendo un estímulo constante: dos empleados a tiempo parcial en Telepizza, el personal de la limpieza del centro, o la auxiliar de secretaria, han salido de esta cantera. “Es cierto que en muchos casos no pueden realizar una jornada normal, pero sí trabajar a tiempo parcial”. Por eso uno de los aspectos que más entrenan es la adquisición de hábitos laborales, herramientas para enfrentarse en solitario al mundo fuera de la protección de las paredes del recinto.
La labor de estos educadores trasciende a la enseñanza para adentrarse en la lucha contra los tópicos, los miedos e, incluso, las reservas de las propias familias, algunas con progenitores muy mayores a los que les cuesta superar el miedo a la autonomía de unos hijos que saben muy vulnerables. Los centros están cofinanciados mediante convenio por el Ayuntamiento y la Comunidad y la gratuidad incluye comedor y ruta. Si alguno prefiere el transporte público, se le paga el abono. Conseguir que cada día sean más los que optan por esta última posibilidad es otro reto. “Al principio eran muy pocos pero al ver que, antes de dejarlos venir solos, los acompañamos, hacemos el trayecto con ellos varias veces y en distintos medios de transporte por si un día alguno falla, cada vez son más los que dicen no a la ruta”.
En la agenda del día no falta ni la informática ni el deporte. Los trofeos abarrotan dos estanterías. Son fuertes en fútbol, pero el orgullo lo pone el baloncesto. El equipo del centro –Flunch Afandice– posee un palmarés abultado. En 2013 fueron campeones de España de la liga que de la Federación Española de Deportes para personas con Discapacidad Intelectual. En el 14, quedaron segundos, y el pasado año revalidaron el máximo título en Gijón.
Integrarse en el barrio
El centro de día ocupa un ala del Colegio Público Navas de Tolosa. Sagrario, su directora, recorre los pasillos y las aulas, todas con pictogramas que indican lo que encierran. En la de su despacho, su nombre y su foto. Es una forma de orientar a las 50 personas que pasan aquí el día, de que sepan qué se van a encontrar detrás de cada puerta. Se dividen en cinco grupos, atendiendo a su nivel de discapacidad.
Música, informática, un luminoso e inmaculado comedor y la sorpresa, una sala de estimulación multisensorial y de relax que, con sus luces de colores cambiantes, su música de ambiente, su cama de agua nos sitúa en cualquier sitio menos en un centro de estas características. “Además de para estimulación a veces la utilizamos para relajación”. Dan ganas de quedarse. En una pequeña sala dos fisioterapeutas se encargan del programa de ejercicio físico para prevenir los signos de envejecimiento, que en estas personas se manifiesta mucho antes. No hay gimnasio como tal, pero para eso están los aparatos de ejercicios del parque adyacente. “Utilizamos los del barrio porque uno de nuestros objetivos es la integración en la zona” dice Sagrario.
El paseo, la visita al mercadillo normalizan el día a día. Pero quizá uno de los elementos que más contribuya a fortalecer esa ansiada autonomía sea el taller de cocina. Empezaron con un microondas. Cocina rápida y sin riesgos. El entusiasmo llevó a la adquisición del horno tradicional. Han metido “las manos en la masa”, y no sólo de las galletas. Hasta los gorros de cocinero son de fabricación propia.
Todos los usuarios han llegado aquí tras la valoración de dependencia que realiza la Comunidad Autónoma. El centro ocupacional lleva desde 1997. El de Día se integró en la red pública en 2002. Los dos están gestionados por AFANDICE (Asociación de Familias de Niños Diferentes con Cuidados Especiales), la asociación que ganó el concurso público convocado por el Ayuntamiento dentro de su política de integración e igualdad enmarcada dentro del Área de Equidad, Derechos Sociales y Empleo. Ambos se incluyen dentro de la estrategia de inclusión, que se lleva a cabo desde el Área de Equidad y que el pasado día 31 de mayo tuvo un reflejo claro en la constitución del Consejo Municipal de la Discapacidad, un camino de información, experiencias y comunicación permanente entre el Consistorio y las asociaciones de afectados.