Un silencio emocionado acompañó el coloquio que, a primera hora de la mañana, acogió el Pabellón de Madrid para honrar la memoria del exilio español tras la Guerra Civil  y con el que “Ganarás la luz”  ha querido mostrar el agradecimiento al pueblo mexicano por el apoyo que su país mostró entonces.  En la mesa, María Luisa Capella, investigadora mexicana de nacimiento y descendiente de exiliados españoles;  Aurelio Martín, responsable del archivo de la Fundación Pablo Iglesias;  José Esteban Gonzalo, escritor, discípulo de Bergamín, y autor de numerosos libros sobre esos exiliados y, ejerciendo de moderador, el periodista y escritor canario, Juan Jesús Armas Marcelo.

Entre el público muchos adolescentes, muchos descendientes, nietas y nietos en gran parte de aquellos hombres y mujeres que salieron obligados de España aprovechando la puerta a la esperanza abierta por México. Hoy, la mayoría de estos últimos se sienten mexicanos pero no olvidan nunca las raíces españolas. Lo ha dicho Armas Marcelo: “Los hijos de aquellos españoles se hicieron mexicanos. Sus nietos son mexicanísimos. No olvidan a España. Van, pero siempre vuelven porque las raíces las han echado aquí”.

Todos coincidieron en definir a México como el país más importante del mundo en la defensa y el apoyo a España en aquel entonces. Que ocho décadas después se vuelva a producir este acto de memoria y reencuentro es para Esteban “una de los pocos milagros a los que aferrarnos y que tenemos que mantener vivo porque es un vínculo con la esperanza”. Que “Ganarás la luz” haya querido meter en su agenda ese reconocimiento es para Armas Marcelo una prueba de que “no todo está tan mal aunque parezca que todo está fatal”.

Un idilio temprano

La rapidez de la respuesta mexicana ante la derrota de la República marcó “un idilio” muy temprano entre España y México. Lo demuestra el hecho de que apenas tres meses desde el fin de la guerra llegó el primer barco de exiliados, poetas, abogados, escritores, médicos que llegaban, como escribió el poeta Pedro Garfias en el que es el primer poema del exilio español, “con España presente en el recuerdo y con México presente en la esperanza”.

Los barcos siguieron llegando, hasta traer a este país entre 15 y 20.000 refugiados a los que el Gobierno de Lázaro Cárdenas otorgó, en caso de quererla, la nacionalidad mexicana. Muchas personas declinaron la oferta, convencidas de que el regreso no tardaría. Fue un error de apreciación, pero la relación con el país de acogida palió en parte la decepción. “Al principio, dijo Esteban- pudo haber alguna suspicacia por si les iban a invadir, a quitar oportunidades, pero se demostró que éramos gente pacífica que veníamos a que fuera México el que nos conquistara”.

Esa fue la suerte de la segunda gran ola de exiliados que vivió España. La primera, originada por el absolutismo de Fernando VII, tuvo como destino Francia e Inglaterra. “Esta segunda fue mucho más afortunada”. Luisa Capella abundó en ese aspecto: “El exilio español –dijo- estuvo a la altura de la generosidad de este país. Traían algo que no se puede meter en la maleta, su bagaje, su formación, sus ganas de contribuir y su agradecimiento”. Y en el imaginario de todos estaba Madrid, nombre que dieron a uno de los primeros colegios que fundaron, y al que asistió la propia Capella. “Para la primera generación de exiliados Madrid representaba España, representaba la República. En el colegio siempre gritábamos: ¡Madrid, bien. Madrid, bien. Madrid, coño, bien!”.

Cernuda, el poeta que cambiaba de panteón

Esos barcos trajeron a gran parte de la creación española del momento. “La gran poesía española vivía en México”, insistió Esteban, aludiendo a  Guillén, Larrea, Cernuda, a tantos otros.

Esteban relató la anécdota de lo que supuso encontrar la tumba de Luis Cernuda, un empeño personal infructuoso durante mucho tiempo. “Pensé que en México los cementerios eran como en Madrid, cinco, seis, ocho como mucho. Y no, había cementerios por todas partes”. Su búsqueda llegó a la prensa y a todo la comunidad española, hasta el punto de popularizar los siguientes versos: “El poeta Luis Cernuda tiene buena información, cuando viene Pepe Esteban se cambia de panteón”.

El boca a boca divulgó tanto la pretensión del escritor español que el propio García Márquez le concertó una entrevista con el presidente de la República, López Portillo. Un encuentro que, meses más tardes, dio sus frutos en forma de carta, mapa y foto, que le llegó a Esteban en su casa de Madrid con un motorista de la embajada mexicana.  La tumba de Cernuda había aparecido. Estaba en San Ángel./