La Virgen de la Almudena es una figura profundamente arraigada en la identidad madrileña. Su festividad se celebra cada 9 de noviembre, durante el Día de la Almudena, una jornada en la que tradición religiosa y vida urbana se entrelazan. En 1908, el papa Pío X le otorgó el título de patrona de Madrid, reconociendo una devoción presente desde siglos atrás.

Durante la Fiesta de la Almudena, la ciudad se llena de ofrendas florales, misas solemnes y procesiones que recorren el entorno de la Catedral de la Almudena, junto al Palacio Real. Más allá de la fe, los madrileños celebran un símbolo compartido que conecta tradiciones e historia.

Réplica de la estatua de la Virgen de la Almudena
Réplica de la estatua de la Virgen de la Almudena

El enigmático origen que mira hacia Oriente 

Una de las tradiciones más antiguas afirma que la imagen de la Virgen de la Almudena llegó desde Jerusalén traída por el Apóstol Santiago, acompañado por su discípulo Calocero. Según este relato, San Nicodemo habría sido el encargado de tallarla y el evangelista Lucas habría dado color a la imagen. Este origen, profundamente vinculado a los primeros tiempos del cristianismo, explica la importancia que ha tenido la Virgen en la historia espiritual de la ciudad.

Cronistas, poetas e historiadores como Jerónimo Román de la Higuera, Iván de Vera Tassis o Lope de Vega difundieron esta tradición, reforzada también por una placa de bronce de 1616 y varios grabados y lienzos del siglo XVIII representan este origen. Aunque la historia no pueda verificarse con precisión documental, forma parte esencial del relato simbólico que Madrid ha conservado durante generaciones.

Una imagen protegida en la muralla

Cuando la ciudad de Magerit (antiguo nombre de Madrid) fue conquistada por los musulmanes entre los años 711 y 714, los cristianos decidieron ocultar la imagen para protegerla. La escondieron en un cubo de la muralla que rodeaba la ciudad, cerca de la antigua Iglesia de Santa María. Permaneció allí durante 373 años.

El nombre “Almudena” proviene del árabe al-mudayna, que significa «ciudadela» o «recinto amurallado», y hace referencia precisamente al recinto donde quedó resguardada.

Hornacina en el muro primitivo
Hornacina de la Virgen de la Almudena en el muro primitivo

La imagen volvió a la luz el 9 de noviembre de 1085, tras la conquista de Madrid por el rey Alfonso VI. El monarca había prometido buscarla si lograba tomar Toledo, y tras su victoria regresó para cumplir la promesa. La tradición cuenta que la figura apareció intacta, interpretándose como un signo de protección divina.

Leyendas que acompañan a la Virgen de la Almudena

Una de las historias más difundidas relata que, durante una procesión destinada a hallar la imagen, parte de la muralla se abrió de manera milagrosa. Allí apareció la Virgen, sosteniendo al Niño y acompañada de dos velas que aún permanecían encendidas pese al tiempo transcurrido. El tono oscuro de la escultura se ha atribuido precisamente al humo de esas velas.

Lope de Vega inmortalizó esta escena, destacando la luz que rodeaba la imagen al ser hallada, interpretada como signo de esperanza.

Otra leyenda introduce la figura del Cid Campeador. Según esta versión, el héroe soñó con la Virgen, que le pedía liberar la ciudad. Al llegar con sus caballeros, un tramo de la muralla se habría desplomado, permitiendo la entrada. Se refuerza así el papel de la Virgen como protectora de Madrid a lo largo de la historia.

La imagen a través del tiempo y su hogar actual

Tras su hallazgo, la imagen fue trasladada a la antigua Iglesia de Santa María, en la calle Mayor. Con el tiempo, pasó por otros templos de la ciudad, hasta que, en 1993, se instaló definitivamente en la Catedral de la Almudena, consagrada ese mismo año por el papa Juan Pablo II. El gesto simbolizó el regreso de la Virgen a su lugar de origen, cerca de la cuesta de la Vega, donde, según la tradición, había sido encontrada siglos atrás.

Hoy, el entorno de la catedral es uno de los lugares más visitados de Madrid. Desde allí, la ciudad contempla el atardecer sobre la cornisa del Palacio Real, mientras la historia continúan vivas.

La Catedral de la Almudena: una obra que tomó forma durante varias generaciones

Durante siglos, Madrid no tuvo una catedral propia y dependía de la diócesis de Toledo,  por tanto, su historia comienza, en realidad, con una ausencia. Hasta finales del siglo XIX, Madrid seguía sin contar con una catedral y el culto a la Virgen de la Almudena se mantenía en la antigua iglesia de Santa María de la Almudena. Cuando este templo se derribó en 1870, surgió la necesidad de construir un nuevo espacio religioso acorde con la importancia creciente de la ciudad y con la profunda devoción a la patrona.

Exterior de la Catedral de la Almudena
Exterior de la Catedral de la Almudena

En 1879, el arquitecto Francisco de Cubas —más conocido como el marqués de Cubas— trazó los primeros planos para una iglesia. En su origen, iba a servir como panteón para la reina María de las Mercedes, cuya muerte había causado una enorme conmoción en Madrid. Aquel primer diseño seguía el estilo del gótico español del siglo XV. La primera piedra de la nueva iglesia se colocó en 1883. Dos años más tarde, un hecho cambió el rumbo del proyecto: el Papa León XIII creó el Obispado de Madrid-Alcalá, lo que significaba que la iglesia ya no sería un templo funerario, sino la futura catedral de Madrid, ahora inspirada en el gótico francés del siglo XIII.

En 1944 se convocó un concurso nacional para reajustar el proyecto. Los arquitectos Fernando Chueca Goitia y Carlos Sidro propusieron una solución que se integraba mejor en el entorno: una fachada principal de aire barroco clasicista, pero manteniendo el interior en clave neogótica.

Altar de la Virgen de la Almudena
Altar de la Virgen de la Almudena

Las obras, con pausas y reanudaciones, avanzaron durante varias décadas. La fachada quedó terminada en 1960, aunque la decoración se completó años más tarde. Finalmente, la catedral fue consagrada en 1993 por Juan Pablo II, culminando un proceso que se había extendido durante más de un siglo.

La devoción a la Virgen de la Almudena a lo largo de los siglos

La devoción a la Virgen de la Almudena se fue consolidando con el paso del tiempo, especialmente a medida que Madrid crecía como villa y posteriormente como capital del reino. No se trataba solo de un símbolo religioso, sino también de un elemento de unión entre habitantes diversos, procedentes de distintas regiones y orígenes.

Durante siglos, comerciantes, artesanos, nobles y campesinos acudían al antiguo templo de Santa María para pedir protección o agradecer favores. La Virgen era invocada para asegurar cosechas, defender la ciudad en momentos de guerra y acompañar los grandes acontecimientos familiares. Con el tiempo, muchas cofradías y hermandades se fundaron en su honor, ayudando a mantener vivas las tradiciones ligadas al Día de la Almudena y otras celebraciones.

Procesión del 9 de noviembre
Procesión de la Virgen de la Almudena el 9 de noviembre | ©Miguel Berrocal

En la actualidad, la Fiesta de la Almudena se vive como un encuentro entre la tradición y la vida cotidiana de la ciudad. En el centro de Madrid, especialmente en la explanada de la Almudena y la calle de Bailén, se reúnen asociaciones y cofradías para ofrecer ramos de flores a la patrona. La ofrenda floral se acompaña de música, conciertos y la degustación de la tradicional corona de la Almudena.