Una ciudad no se construye solo con ladrillos, sino también con visiones. Esta reflexión bien podría haber salido de la mente del arquitecto Antonio Palacios. Porque si hay algo que define su legado, más allá de los edificios que dejó en pie, es la fuerza de su imaginación. Esa capacidad de proyectar una ciudad que aún no existía, pero que él ya veía con claridad.

En el 150º aniversario de su nacimiento, la exposición Madrid metrópoli. El sueño de Antonio Palacios (CentroCentro, hasta el 6 de julio) nos invita a mirar con otros ojos la ciudad que habitamos. Y dentro de sus distintos ejes temáticos, hay uno que destaca por su capacidad visionaria: Sueño e idea de ciudad. Un título que resume a la perfección la ambición de Palacios por fundir lo construido con lo imaginado, lo urbano con lo onírico.

El Madrid soñado por Antonio Palacios cobra vida en CentroCentro

Del edificio a la ciudad entera

Antonio Palacios no era un arquitecto al uso. Para él, cada proyecto era una excusa para pensar en grande. No concebía un edificio como una pieza aislada, sino como un punto de partida. Lo demuestra su intervención en el Edificio Palazuelo, situado entre las calles Mayor y Arenal. A simple vista, podría parecer una obra más dentro del Madrid de principios del siglo XX. Pero lo que pretendía era transformar toda la manzana. Y no solo eso: su propuesta fue, en realidad, el germen de una reforma mucho más ambiciosa, que implicaba una completa remodelación de la Puerta del Sol y buena parte del centro histórico de la ciudad. Aunque en el primer proyecto de 1919 Palacios la concibió como un gran óvalo con indiferencia respecto a la trama histórica del centro, durante la guerra amplió ese proyecto con la invención de un eje monumental norte-sur.

Maqueta del proyecto de la Puerta del Sol
Maqueta del proyecto de la Puerta del Sol

Más allá de la utopía

¿Era esto simple utopía? ¿Un tipo de arquitectura que nunca llegaría a realizarse? Todo lo contrario. Lo que define la obra de Palacios es precisamente su voluntad de transformar la realidad a través del proyecto. En su caso, soñar la ciudad era una forma de intervenir sobre ella. Sus dibujos, sus maquetas y sus planos no eran castillos en el aire, sino herramientas de acción. Cada línea trazada contenía una intención hacia un futuro posible.

El ejemplo del edificio para el conde de Bugallal, en la plaza de Neptuno, es ilustrativo. Más allá del encargo puntual, Palacios planteó una reconfiguración integral del entorno. En sus manos, la plaza dejaba de ser un lugar estático para convertirse en parte de un sistema mayor: el Salón del Prado, que él soñaba como un eje monumental, ordenado, elegante, capaz de dialogar con las grandes capitales europeas. Enfrente del Museo del Prado y proponiendo la demolición de importantes monumentos del entorno, situaba un grandioso Palacio de la Villa, que habría ocupado las dos manzanas frente al museo.

El proyecto del Salón del Prado, uno de los mayores “sueños” de Palacios
El proyecto del Salón del Prado, uno de los mayores “sueños” de Palacios

El futuro que nunca fue (pero que aún resuena)

La mente de Palacios parecía no tener freno. Quizá por eso su participación en el desarrollo de la Gran Vía no se limitó a colaborar en su trazado o diseñar alguno de sus tramos. Él quiso ir más allá. Una vez que la nueva arteria urbana alcanzara la plaza de España, Palacios concibió una prolongación: la Gran Vía Aérea, una vía elevada que cruzaría sobre el río Manzanares y alcanzaría la Casa de Campo.

Gran Vía Aérea

Si hoy nos resulta difícil imaginar una propuesta así es porque Palacios no entendía de límites. Donde otros veían el final del casco urbano, él vislumbraba un nuevo comienzo. La Gran Vía Aérea no era solo una solución de movilidad, sino una declaración de principios: Madrid debía seguir creciendo, debía conectar sus pulmones verdes con el corazón de la ciudad, debía abrirse al siglo XX como una gran metrópoli moderna.

Y por si fuera poco, allí, en plena Casa de Campo, Palacios soñó una ciudad dentro de la ciudad: Nuevo Madrid, una ciudad jardín que unía las ideas del higienismo, el urbanismo racional y el contacto con la naturaleza. Otro Madrid era posible. Y él estaba dispuesto a dibujarlo.

Nuevo Madrid

La fuerza de Palacios reside en que en cada proyecto buscaba la oportunidad de redefinir el conjunto urbano. Su ambición era profundamente moderna: hacer de Madrid una capital a la altura de su tiempo, pero sin renunciar a su identidad. Aunque muchas de sus ideas no llegaron a materializarse, el legado de Palacios sigue vivo. No solo en los edificios que diseñó —como el Palacio de Cibeles, el Hospital de Maudes o el Círculo de Bellas Artes—, sino en la manera en que nos invita a pensar la ciudad.