Recientemente el Ayuntamiento ha incorporado 319 edificios de arquitectura popular neomudéjar al Catálogo de Edificios Protegidos para blindarlos y garantizar su conservación. De esta forma, la ciudad no solo respeta y protege obras de los grandes arquitectos de este estilo, como José Espelius o Emilio Rodríguez Ayuso, sino también muestras más humildes, sin firma reconocida, situadas en barrios obreros pero que son espléndidas expresiones de un género vinculado a una etapa de relieve en la expansión de la ciudad, que se vio reflejada muy especialmente en los distritos del extrarradio.
De los 319 edificios, 253 son de nueva incorporación mientras que otros 66 ya estaban incluidos, pero han pasado a gozar de mayor nivel de protección. Así a edificios singulares del neomudéjar como las Escuelas Aguirre, la Estación de Atocha o Matadero de Madrid, se han sumado ahora otros más de tres centenares en 15 distritos de la ciudad, encabezados por Tetuán, que es el que más acoge.
El único estilo específicamente español
Seguro que muchos te resultan familiares de tus paseos por tu barrio. El ladrillo -fino aplantillado en los edificios más exquisitos; otro tosco, carado de arena, moldeado a mano y cocido en hornos abiertos en las viviendas populares- es el protagonista absoluto de las edificaciones y nos lleva a maravillarnos muchas veces ante esa filigrana decorativa que adorna fachadas, compone dinteles, perfila arcos, nos recuerda a las virguerías de la arquitectura musulmana y demuestra, sobre todo, las posibilidades de un material en teoría tan poco noble, pero por eso mismo tan asombroso.
Fue el arqueólogo José Amador de los Ríos quien en su discurso de ingreso a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1859 habló por primera vez de este estilo, considerándolo como el más genuinamente español, ya que sintetiza todos los lenguajes que convivieron en la península desde finales de la Edad Media, “un arte sin igual capaz de satisfacer sin fastuosidad las más nobles necesidades de la vida”.
El casticismo del neomudéjar madrileño
La interpretación madrileña del neomudéjar tiene unas características peculiares que reflejan la idiosincrasia castiza y el inmenso desarrollo urbano y los profundos cambios sociales experimentados a partir de la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX. Su manifestación abarca todas las funcionalidades posibles, desde los monumentales edificios de autor destinados a usos oficiales, espectáculos, hasta los edificios residenciales particulares que se construyeron en las ampliaciones y ensanches de la ciudad, gracias a su reducido coste y rápida ejecución. A los antes mencionados de la Estación de Atocha, Matadero o las Escuelas Aguirre, se suman ejemplos como Las Ventas, las iglesias de la Virgen de la Paloma y San Fermín de los Navarros, el Museo e Instituto de Valencia de Don Juan, el Hospital de la Cruz Roja o la Fábrica de Cervezas El Águila.
Pero por esa economía y rapidez constructiva, se fue extendiendo hacia los barrios de ese extrarradio que hoy está integrado en pleno centro. Hablamos de Tetuán, Carabanchel, Méndez Álvaro, Puente de Vallecas, Pacífico, Aluche, Embajadores o Prosperidad. El hecho de que tras estas construcciones no se encuentre la firma de autores reconocidos, ha sido el motivo que ha provocado su desprestigio y falta de protección, a la que la actual inclusión en el catálogo pone fin.
Las nuevas incorporaciones de la arquitectura popular neomudéjar madrileña al catálogo se ubican en 15 distritos, liderando Tetuán con más de 160 edificios; seguido de Puente de Vallecas con más de un centenar; Latina y Carabanchel en torno a una veintena cada uno; Ciudad Lineal, 16; Usera, una decena de inmuebles y Hortaleza con once. También cuentan con algunos ejemplos de este estilo los distritos de Salamanca, Fuencarral-El Pardo, Villaverde, Villa de Vallecas, Barajas, Moncloa-Aravaca, Retiro y Chamartín.
Entre los edificios de Tetuán, por ejemplo, encontramos el del callejón de San Rafael, con un zócalo ocupado por locales y viviendas de composición diferenciada del resto o la casa del pintor Marceliano Saenz de Santamaría, en la calle de Abel, 19, donde aún permanece la placa conmemorativa que le dedicó el Círculo de Bellas Artes en 1966; dos edificios de dos plantas en la calle de Alonso Castrillo o modestas viviendas de una planta como las de la calle de Ana María 21, 21 A y 21.B. Son solo algunos ejemplos. Si quieres conocer el resto, aquí tienes la ampliación completa del catálogo.
Con esta Modificación del Plan General de Ordenación Urbana de 1997 relativa a la ampliación del Catálogo de Edificios Protegidos, el Ayuntamiento de Madrid ha incorporado a este listado un total de 989 nuevos edificios en los primeros ocho meses del actual mandato. Con ello, se trata de preservar una parte de la memoria colectiva de la ciudad y blindar los elementos significativos de una época histórica determinada.