Si buscas la definición de madrileño en el diccionario sin duda su fotografía podría salir justo al lado. José Ramón Julio Márquez Martínez, Ramoncín, es tan castizo como el chotis, el agua de la ermita de San Isidro o las rosquillas. Nació en la madrugada del 25 de noviembre de 1955 en un taxi, cerca de la Puerta de Alcalá. Desde entonces lleva el barrio, en concreto Las Delicias, por patria y Madrid por universo. Un universo que, con el paso de las décadas y, pese a su gran éxito, sigue siendo el refugio al que siempre vuelve.
Aún quedan los ecos de ese pregón con el que Ramoncín inauguró ayer las fiestas de su Madrid. Todo un orgullo para un gato como él, un honor que le ha hecho “muy, muy feliz”, aunque, asegura también, que ese encargo es también “una gran responsabilidad”.
Durante su discurso se ha centrado en Madrid, en las cosas que, a su parecer, importan a todos. “Estamos obligados a educar a los más jóvenes para que entiendan que su ciudad es parte de su casa y que las calles de sus barrios son tan suyas como el pasillo de sus hogares. Por esa razón hay que cuidarlas y respetarlas con el mismo esmero y devoción. Y que, el resto de ciudadanos, son sus vecinos, sus iguales”.
Visiblemente emocionado, Ramoncín ha recalcado que San Isidro es tiempo de “sacar lo mejor de nosotros” y que lo mejor que tiene “esta Villa son sus ciudadanos. Somos la ciudad más solidaria, más acogedora, más creativa, más bonita y más libre del mundo”. Además, ha asegurado que los madrileños lo son por “su historia, su literatura, su música, sus calles, sus edificios y sus personajes magníficos que han ideado miles de historias a lo largo de los siglos”.
Ya en 2021, recibió la Medalla de Oro de Madrid, otro reconocimiento para aquel chico de barrio que nunca perdió el entusiasmo por descubrir cosas nuevas de su ciudad. Para él, está máxima distinción es otro motivo de orgullo y agradecimiento. «Estaré eternamente agradecido porque he vivido un tiempo en muchos otros lugares como Estados Unidos o Inglaterra, pero no creo que quisiera vivir en otra ciudad que no fuera Madrid”, afirma. Y esto es así porque la capital es, para él, “la mejor ciudad del mundo para vivir. Siempre digo que mi patria es mi barrio y tener una Medalla de Oro de mi barrio es maravilloso”.
Su discografía, una sonata a Madrid
Su discografía es una sonata a la vida y a la ciudad a la que siempre vuelve y que nunca le deja allá donde va. El Madrid de su infancia no es el mismo que el de su edad adulta. Sin ir más lejos, ahora vive donde, hace 50 años, había un cementerio y un terreno donde los niños y niñas del barrio se daban cita cada tarde para jugar. “Vivo a 700 metros de la casa en la que me crie y tengo mi estudio en pleno centro, entre Arenal y Mayor. Pero este Madrid actual ha cambiado muchísimo”.
Hay un detalle que al cantante le llama poderosamente la atención en esa evolución del barrio y que echa de menos: los chavales ya no salen a jugar a la calle. “Nosotros estábamos todo el día fuera. Tú llegabas a la calle de Canarias y todo el mundo estaba allí. Los balcones estaban abiertos, las televisiones encendidas en los pasillos y la gente charlando con las sillas en la acera. En verano, en las noches de mucho calor, jugábamos en la calle hasta la madrugada”. En cierto modo, ese jolgorio de la chavalería del barrio sí que se mantiene porque, desde su casa, puede oír a los jóvenes del condominio jugar en el patio.
Ahora Ramoncín recorre esos mismos adoquines con la añoranza de tiempos pasados, pero sin nostalgia. En su opinión, hay cosas que han mejorado con respecto a ese pasado y otras que han empeorado en este mundo más individualista. “Yo prefiero un Madrid más callejero, donde un día se quedaba un amigo en mi casa, otro me quedaba yo en la suya. Un día comía en la casa de un vecino, al otro era el vecino el que comía en la mía”, recuerda.
Madrid es su hogar, el lugar donde reside con su familia. Donde nacieron tres de sus cuatro hijos. Donde fue criado, tras la marcha de su madre, por su abuelo y unos tíos, a los que consideraba sus verdaderos padres.
Sus raíces en esta ciudad son tan fuertes que siempre acaba volviendo a ella. “Hay veces que digo que me tenía que haber quedado en Londres, luego veo Londres y me pregunto por qué. Prefiero estar aquí”, comenta el artista. ¿La razón? Que, sin menospreciar a “otras ciudades maravillosas como Barcelona, París, Sevilla, Málaga, Valencia, París, Nueva York o Los Ángeles”, Madrid tiene “algo muy especial”. No es fácil definir eso, pero nos da unas notas: “Es una ciudad cada vez más grande pero que conserva todavía algo de pueblo que no ha perdido con el paso del tiempo”. Ese “algo” es “ir por las calles, caminar, los barrios. El mío, Delicias, ha cambiado muy poco. Desde luego hay más colores y más gente, pero todavía puedo juntarme con mis amigos en la taberna a ver el partido de Champions del Real Madrid”, alega. Y da un paso más allá, “es algo tan natural eso de juntarnos para hacer cosas que creo que ocurre en muy pocos sitios del mundo y por eso hay que cuidar de Madrid”.
San Isidro ecléctico
Este año las fiestas de San Isidro apuestan por artistas consagrados y también por nuevas propuestas, algo que Ramoncín defiende. “Es lo que hay que hacer. No hay que desdeñar a la gente, hay que huir del presentismo, del edadismo y de todos esos ismos asquerosos que nos están empobreciendo en todos los sentidos”.
Parte de su pregón se ha enfocado en esa mezcla que hace a su urbe tan única. “Madrid conserva una parte muy clásica, pero mucho. Con edificios y calles que son historia, iglesias… Todo eso convive perfectamente con esa nueva ciudad que está emergiendo y con la propia sociedad que tiene una manera distinta de verla”, alega el compositor. Desde su debut no ha dejado de llenar teatros ni de describir a la sociedad y a Madrid con canciones atemporales como El Loco De La Calle Larga, Sangre de barrio, Barrio conflictivo, La chica de la puerta 16 o Valle del Cas.
Sin duda existe un paralelismo entre Madrid y la carrera de Ramoncín. Ambos son inquietos, les gustan los desafíos y la gente. Este ilustre madrileño ha tocado casi todos los palos artísticos. Es cantante, poeta, presentador y actor. Todo en uno. “Cuando firmo y me preguntan ‘¿Qué quieres poner en la firma?’ Digo que cantante, autor, compositor. Básicamente lo que me siento”. Quizás su asignatura pendiente sea escribir “por fin una novela” y también confiesa que le gustaría dirigir una película que tienen en la cabeza y que intentará llevar a cabo.