Si alguien puede hablar con conocimiento de causa sobre qué significa salir de su zona de confort, ese es el bailarín y coreógrafo Sergio Bernal (Madrid, 1990). A los hechos nos remitimos: después de una exigente formación como bailarín (en su caso, en el Real Conservatorio Profesional de Danza Mariemma de Madrid) y alcanzar el cenit en el Ballet Nacional de España, como solista en el 2012 y como primer bailarín en 2016, Sergio Bernal decidió montárselo por su cuenta.
El producto de esa ‘osadía’ es SER, su primer montaje que estrena en Conde Duque, dentro de Veranos de la Villa, los próximos 29 y 30 de julio, a las 22:30 h.
Bailarín, coreógrafo y emprendedor
«Iba a cumplir 29 años, cambiaba la dirección del Ballet Nacional de España, estaba a la espera de que me hicieran un contrato indefinido… y pensé que, si me quedaba, sería para siempre». Sergio Bernal, de naturaleza inconformista, tenía proyectos en la cabeza que necesitaba hacer. Por eso, y para probar, aprender, equivocarse, pasarlo mal, evolucionar… decide fundar la Sergio Bernal Dance Company.
Es así como uno de los más bailarines más influyentes de la escena nacional e internacional de su generación, se ha convertido, además, en uno de los jóvenes emprendedores más influyentes de nuestro país. Cuando se lanzó, eso sí, eran malos tiempos para la lírica… pues Bernal eligió ser director de su propia compañía justo antes de la pandemia mundial que nos puso a todos contra las cuerdas y a él, como empresario, ante una incertidumbre difícil de gestionar: «¿Vamos a volver a ver gente reunida en un teatro o esto ya ha acabado?».
Sin embargo, y a pesar de las dificultades que siempre tiene emprender y más en un período tan crítico e incierto, persistió en su empeño: «Yo no puedo esperar a tener cuarenta años para que se confíe en mí. Se tiene que confiar en mí cuando tengo 29, porque a los 31 me quiero subir al escenario y me tengo que estar reventando».
Por eso, nos cuenta Bernal, se necesita urgentemente más apoyo de las instituciones a los jóvenes emprendedores y, en materia de danza, de directores de teatro y de festivales, de empresarios, de los medios, de la sociedad… así como modernizar la ley de mecenazgo, una cuestión clave desde su punto de vista: «Hay que industrializar todo lo que hay detrás de la danza, tiene que haber una ley de mecenazgo que permita financiar proyectos de danza de forma particular… y no ver el hecho de que te den dinero para un proyecto como un regalo, sino como una inversión en prestigio y en cultura, para el que lo quiere hacer y para nuestro país».
En resumen, que este arte sea rentable: «¿Por qué el arte tiene que financiarse a fondo perdido? El arte debe ser una industria, como ocurre en Broadway, porque la gente que trabaja en esto no puede estar sin cobrar». Por eso es imprescindible, insiste el bailarín, industrializar la profesión: «Los artistas no podemos vivir de un bolo en marzo, tres en junio y cuatro en septiembre. Un empresario, como es mi caso ahora, necesita contratar y pagar a la gente que está ensayando, recibiendo clases de ballet o de flamenco, poniendo su cuerpo en forma… o tiene que comprarse unas zapatillas y pagar una casa y comer, como cualquier persona».
Otra cuestión clave, según Sergio Bernal, sería cambiar, desde el gremio artístico, la visión que hay de las artes en general y de la danza profesional, en particular, con el fin de lograr que la gente pague el precio de una entrada para ver danza o teatro igual que la paga por ver un clásico entre el Barça y el Real Madrid. «No vale decir ‘es que el público no sabe’, porque si no sabe es que no se lo hemos contado bien». Él lo tiene claro: necesita que el público le entienda porque necesita que vaya al teatro a ver su arte, así que amenaza con ingeniárselas como sea para conseguirlo.
Pie de foto: Imágenes de Sergio Bernal de © Albiru y © Quan Van Troung Photography
Se hace camino al bailar
Su método no es otro que el esfuerzo: «Trabajar, tomar clases de ballet, de español, de lo que sea… enriquecerme de diferentes vocabularios, ya sea el de El sombrero de tres picos, de Antonio el Bailarín, que es español puro y duro o el clásico del Apollo, de George Balanchine, porque para mí todo es danza».
Mucho de Sergio Bernal viene de su relación profesional con el reputado coreógrafo Ricardo Cué, su mentor y quien le ha permitido absorber mucho conocimiento que, por sí mismo, nunca habría alcanzado: “Ricardo Cué ha visto a Nureyev, y no me refiero a cómo hacía un perfecto tour en l’air sino a como daba el primer paso en el escenario”. Esto es la esencia de la danza, explica Sergio Bernal: la interpretación.
“Bailar es contar, es diálogo… si no, es movimiento. Y el bailarín tiene que narrar muy bien para que el público le entienda porque no cuenta con el elemento de la palabra”.
Gracias al mentoring de Cué, Sergio Bernal ha aprendido de grandes de la danza como Nureyev, Baryshnikov, Cynthia Gregory, Antonio el bailarín, Antonio Gades, Carmen Amaya… y ha podido ver la proyección que quería llevar como artista.
Sostiene que si algo define su estilo es la emoción. «No pretendo ser ni el más intelectual ni el más original, siempre intento buscar la emoción y la belleza y cuando digo belleza no me refiero a la estética, sino a la que se encuentra muchas veces en las cosas más sencillas». Y, por supuesto, el acento español, que intenta mostrar tanto en la danza clásica, como en la española, contemporánea o en el flamenco: «Los bailarines españoles tenemos la capacidad de utilizar todo lo visceral que tenemos y dialogar con ello».
SER: Sergio Bernal desde pequeño hasta hoy
Cuando Sergio Bernal habla de sus inicios en el mundo de la danza, es difícil no recordar la película Billy Elliot. Él también nació en una familia ajena al mundo de la danza, y también tuvo claro que quería bailar desde que su madre le apuntó, junto a su hermano gemelo, a clases de sevillanas en una asociación del barrio de Usera, en Madrid. Nos cuenta un recuerdo que bien podría ser una secuencia de la célebre película: «En el parque donde estaba la asociación había una escalinata con un descansillo donde yo me subía y me ponía a bailar sin ningún tipo de miedo. Ahora, cada vez que salgo al escenario, me santiguo y me digo allá voy, con el recuerdo de aquella inocencia que tenía cuando era un crío, para darle al público lo mejor de mí mismo».
Pero no es Billy Elliot, es Sergio Bernal, protagonista de su propia historia que nos presenta en Veranos con SER, su primera obra en solitario, donde fusiona flamenco, ballet clásico y danza contemporánea. «SER es el Sergio desde pequeño hasta hoy. Es el camino que he recorrido desde que me subía a esa plataforma en Usera hasta hoy y quiero enseñárselo al público y decirle: ‘Sentaos ahí, que con lo que esté en mi mano os voy a hacer disfrutar’».