A veces la certeza de la muerte llega antes de lo esperado. Y reflexionamos sobre cosas como ese viaje por hacer, esa experiencia por vivir, esos abrazos sin dar o esas palabras por decir. Y pensamos que ya es tarde, que moriremos sin poder llevar a cabo estos deseos, a veces sencillos y de repente inalcanzables, causándonos un gran sufrimiento. Ayudar a gestionar esas emociones, el necesario pero tan doloroso duelo, ha entrado a formar parte de las políticas públicas y, de hecho, Servicios Funerarios de Madrid (SFM) convocó el año pasado un concurso para incluir entre sus servicios este aspecto, mucho más emocial, y que trasciende al difícil momento del adiós físico. “El dolor ante el anuncio de la muerte no es solo físico, es también emocional”, explica Araceli Herrero, fundadora y presidenta de la Fundación 38º, entidad sin ánimo de lucro que ayuda a las personas enfermas al final de su vida a resolver sus temas pendientes, que resultó ganadora de dicho concurso.
“Nos dedicamos a asistir a las personas que se encuentran en una enfermedad larga avanzada, con mal pronóstico, o que ya está en cuidados paliativos, ayudándoles a cumplir un sueño, anhelo o asunto pendiente”, cuenta. Por eso, son normalmente los servicios paliativos de los centros hospitalarios quien les llaman, para ponerles en contacto con un paciente. A veces son cosas sencillas, “por ejemplo ayudamos a que abuelo conociera a su nieto nacido durante la pandemia y que todavía no había visto; o una señora que había perdido la movilidad debido a su enfermedad y añoraba los paseos con su perrita, o un señor que siempre había soñado conducir un coche deportivo en el circuito del Jarama”, relata Araceli
La atención al duelo, objetivo de las políticas municipales
Esa necesidad de gestionar correctamente un duelo o el acompañamiento al final de la vida son aspectos que cada vez más se abordan desde las políticas públicas. En esa línea se enmarca el concurso de la empresa municipal Servicios Funerarios de Madrid (SFM) al que se presentaron 12 proyectos, y del que resultaron tres ganadores.
El primer premio fue para la Fundación 38º por su proyecto ‘Carpeta Másdemí, legado emocional’; el segundo lo recibió la Fundación Kyrios por el Proyecto Akompaña, y el tercero recayó en la Asociación Alaia por el Programa de Apoyo Terapéutico en Duelo. Además, el jurado seleccionó otras dos iniciativas, la de la Fundación Porque Viven, un plan de apoyo al duelo ante una enfermedad incurable en cuidados paliativos pediátricos, y la de la Asociación Rosaleada por su proyecto ‘Preparando el adiós”. Cada uno de estos cinco proyectos recibió 20.000 euros -provenientes de los recursos obtenidos tras reciclar los metales procedentes de la incineración en los crematorios municipales- y se ha firmado un convenio con las entidades para desarrollarlos.
Asociación Alaia, un plan de apoyo
Dulce Camacho es la responsable de la Asociación Alaia, que creó en 1998 el Centro de Atención al Duelo, y ella destaca la importancia de estas actuaciones porque “si no se elabora, si no se procesa un duelo, los sentimientos acaban saliendo tarde o temprano en forma de traumas físicos, psicológicos, ansiedad”.
Y esto ocurre tanto en personas adultas como en población infantil, si bien esta última requiere una atención especial. Camacho explica que pasar el duelo es algo que necesita todo el mundo “pero los adultos lo exteriorizan, sacan la rabia, la pena, la frustración… los niños a veces lo interiorizan y no sabemos cómo están, y lo expresan a través del juego, de dibujos, de ahí que haya terapias específicas con los más pequeños, tanto individuales como en sesiones en grupo, con niños a partir de 7 u 8 años”, cuenta.
‘Másdemí, legado emocional’, una carpeta llena de vida
Araceli Herrero, de la Fundación 38º, se emociona cuando habla del proyecto ‘Másdemí, legado emocional’. “Inma Tàpies es una persona que hace años perdió a una persona muy querida, y comenzó un periodo de reflexión vital que la llevó a crear este proyecto. Nos lo presentó y nos encantó para desarrollarlo”.
La carpeta, en formato papel, se divide en varias partes, algunas más burocráticas (donde se dejan anotadas por ejemplo las cuentas bancarias, claves de correo, gestiones administrativas pendientes) y otras más emocionales, que se pueden acompañar de fotografías, dibujos. Así, la persona que la está creando, puede por ejemplo dedicar unas palabras a alguien de quien se quiere despedir, o reflejar las emociones hacia su familia, o expresar un deseo para que sus amigos o familiares lo cumplan, decir cómo quiere que sea su funeral, qué música le gustaría que se pusiera …
Duelos diferentes tras la pandemia
Durante la crisis provocada por la COVID-19, Servicios Funerarios de Madrid desarrolló un amplio programa gratuito de apoyo al duelo y otras iniciativas para que las familias pudieran llevar a cabo la primera fase de su duelo de forma telemática o virtual.
Fueron tiempos muy difíciles, explican los expertos. Camacho señala que “no poder acompañar a los familiares, que estaban muriendo en residencias o en hospitales, fue muy duro porque provocaba un sentimiento de culpa, de pensar que estaban muriendo en soledad y no podían hacer nada”, y fue un duelo que hubo que tratar de forma específica. “Hubo personas que necesitaron escribir una carta de despedida, o hacer un pequeño ritual”, pero en otros casos, apunta, “se trataba solo de escucharlos, ayudarles a gestionar las emociones de rabia o frustración contra las residencias, contra las administraciones”.
Sea como sea, tener herramientas adecuadas para pasar un duelo es necesario porque, aunque las personas fallecidas sigan estando en nuestros corazones, sus ausencias siguen siendo dolorosas en nuestra memoria. Saber decirles te quiero, adiós, o hasta siempre, puede ayudarnos a hacer más ligero este proceso. /