¿Un coso taurino junto a la Puerta de Alcalá? No es un desvarío. Lo hubo durante más de un siglo (entre 1749 y 1874), en la calle de Alcalá, 75. Fuente de inspiración para Goya y cita obligada para los taurinos de la época, se alzó por deseo de Fernando VI. Con un aforo de 12.000 espectadores y 110 palcos, se inauguró en julio de 1749 y, hasta su cierre, acogió más de 2.500 corridas y las tardes de gloria de Cúchares, Lagartijo o Frascuelo. Hacemos un recorrido histórico con la guía del Plan Memoria de Madrid por la huella taurina de la ciudad.

En esa plaza de la calle de Alcalá moriría en 1891, colgado literalmente de las astas de ‘Barbudo’, el torero sevillano, autor del Tratado de Tauromaquia (1796), Josef Delgado, ‘Pepe Hillo’, amigo de Goya, quien inmortalizó su singular lance de utilizar el sombrero en vez de la muleta y también su muerte en el último grabado de su serie La Tauromaquia. De su domicilio, en la casa de la calle del Carmen con vuelta a la de la Salud, salió el sepelio hasta la cripta de San Ginés y en su fachada una placa de Memoria de Madrid lo recuerda.

También en el centro, en Huertas 2-4, nació otro nombre mítico, Francisco Arjona ‘Cúchares’, quien tomó la alternativa en Madrid en 1842 y desde entonces desarrolló una impronta propia, que le valió el nombre de ‘arte de Cúchares’. No le mató el toro. De hecho, a lo largo de su carrera no sufrió cogidas de gravedad. Lo mató el ‘vómito negro’ en 1868 durante un viaje a La Habana donde tenía firmadas corridas pues su fama había cruzado el Atlántico.

El ‘más grande’ y, además,  madrileño

El pasodoble dice de él que era “el más grande” y que además se veía que era madrileño. Es Marcial Lalanda, nacido en Rivas en el seno de una familia taurina: su padre fue mayoral de la plaza madrileña y sus dos hermanos mayores, novilleros de cierto renombre.  Tras vivir con el riesgo de la corná adherido a la piel -la cogida más grande fue precisamente en Madrid en mayo de 1922-, falleció en su casa de General Martínez Campos, 15, a los 87 años. Otra placa recuerda allí al creador de ‘La Mariposa’, una suerte aceptada rápidamente por sus coetáneos.

Fue precisamente Lalanda quien confirmó en 1939 la alternativa de otro nombre mítico y serio rival al trono taurino, Manuel Rodríguez, ‘Manolete’, cordobés, nacido en 1917, que hizo de la habitación 220 del hotel Victoria, en la plaza de Santa Ana, su segunda casa. Ocho años más tarde de esa confirmación de la alternativa, el 16 de Julio de 1947, lidió su última corrida en Madrid. Compartió cartel con Gitanillo de Triana y Pepín Vázquez. Se llevó una cornada en la pierna. Apenas un mes más tarde, Islero le asestaría la mortal en la plaza de Linares. El mito se convirtió en leyenda.

Una Oda a Belmonte

‘Genial y revolucionario torero trianero’. Lo dice la placa que recuerda en Alfonso XII, 42, la casa donde vivió sus últimos veinte años Juan Belmonte, ‘el Pasmo de Triana’, que se vistió por primera vez de luces a los 17 años y tomó la alternativa en Madrid en 1913. Amigo de buena parte de los hombres de la generación del 98, a él le dedicó una oda Gerardo Diego. “Yo canto al varón pleno/ al triunfador del mundo y de sí mismo/ que al borde—un día y otro—del abismo/supo asomarse impávido y sereno”.

Versos también de Gerardo Diego, esta vez para Domingo Ortega con motivo de su estreno como socio del Ateneo madrileño: “Cátedra del Ateneo/ el maestro fray Domingo/va a hacer un sutil distingo/ al definir su toreo”. Ortega, aunque toledano, siempre estuvo ligado a Madrid.  Mató su primer novillo en la plaza de Carabanchel; cortó su primera oreja en la Corrida de la Prensa en 1931 y fue en Chamberí, en Fernandez de la Hoz, 24, donde vivió hasta su fallecimiento en 1988. Amigo y contertulio de muchos miembros de la generación del 27, la placa municipal, quizá por eso, lo define como ‘maestro de la muleta y de la palabra’.

Y una dinastía. En Príncipe, 35, instaló su hogar en 1939 Domingo González Mateos, patriarca de los ‘Dominguín’. Otro toledano que fue primero torero y luego empresario taurino y apoderado de dos grandes figuras, Cagancho y el propio Ortega. Fue padre de otros tres toreros que marcaron toda una época: Domingo, el mayor; Pepe, y Luis Miguel, el pequeño y más famoso de los tres. Su rivalidad con su cuñado, Antonio Ordoñez inspiró la novela de Hemingway El verano peligroso. Ava Gardner colgó de su brazo. Su matrimonio con Lucía Bosé inició otra saga de artistas, aunque en ese caso no taurinos.

De médicos a pintores

Este ruedo de Memoria de Madrid no olvida a otros nombres, aunque no se vistieran de luces. Por ejemplo, Máximo García de la Torre, el ‘médico de los toreros’, una vida dedicada a convertir la cirugía taurina en una especialidad dentro de la cirugía. Fundador de la Sociedad Española de Cirugía Taurina, en las Ventas y en el Sanatorio de Toreros la vida de hombres como Paco Camino o El Cordobés dependió de sus manos. En Guzmán el Bueno, 22, donde vivió y murió, una placa lo recuerda.

Cartel de la plaza de Tetuán del 11 de octubre de 1900

Y, por último, un pintor, Roberto Domingo, uno de los grandes de la pintura taurina de nuestro país, que con 20 años ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Aunque nacido en París en 1883, en Goya, 42, vivió y trabajó desde 1915 hasta su fallecimiento en 1956.

Ya para cerrar esta vuelta al ruedo madrileño, no podemos olvidar otras plazas madrileñas, algunas de las cuales solo quedan en las fotos y en los libros de Historia. Es el caso de la de la Fuente del Berro de Goya, en pie desde 1874 hasta 1934, donde hoy se levanta el WiZink Center. O la de Tetuán de las Victorias (1900 y 1936), Bravo Murillo, 297, en la que Manolete se presentó por primera vez en Madrid.

Otras resistieron y se adaptaron. Es el caso de La Chata (Vistalegre), sinónimo de los ‘toros de Carabanchel’, aún viva con un formato multifuncional que permite albergar otros espectáculos. Y claro, Las Ventas, la Plaza con mayúsculas para el mundo entero desde que el 16 junio del 31, se celebrara una corrida benéfica, con ocho matadores, para recaudar fondos para los madrileños en paro de aquella época. El ruedo se cierra.