La cantante María Guadaña y su banda, a la que atinadamente bautizó como Los Afiladores, han recibido el primer premio del ya mítico certamen el Villa, además del Premio Sol, lo que para ella ha supuesto todo “un impulso de ilusión”. Y no es para menos, ya que tal y como nos cuenta “después de un 2020 tan fatídico, que 2021 te haga estos regalos ayuda a sacar energía para continuar, y supone un golpe importante de promoción del grupo”, asegura.
Antes de comenzar su carrera como artista, nuestra protagonista ya conocía este mundo de conciertos y espectáculos, aunque alojada en la escena a nivel de producción, en la parte más técnica de la música. Sin embargo, tenía “un runrún diario de música en mi interior, tenía muchas canciones en mi cabeza y mucha letras y melodías”, asegura, y se lanzó a ello, guiada por la filosofía de que “si yo me muriera mañana ¿de qué me arrepentiría? Pues de no haber intentado sacar esta parte musical que hay en mi interior”.
Su música posee personalidad propia, con sonidos de rock y folk tintados por influencias musicales como JP Harvey, Nick Cave e incluso Chavela Vargas. Quizá por ello su propuesta musical nos recuerda a muchas cosas, pero a la vez, no se parece a ninguna de ellas. Sus letras descarnadas destilan pura expresividad y pueden transmitirte desde las más amargas de las emociones, hasta las más felices.
La música como modo de vida
Esta jienense, adoptada por Madrid hace diez años, lleva relativamente poco en la escena musical, como artista. Sin embargo, los éxitos que ha cosechado hasta ahora no son nada triviales, formando parte del cartel de exitosos festivales de música como Mad Cool, Sonorama o Vive Latino. Además, su trabajo Remedios Paganos ha sido muy bien recibido por la crítica y el público. Y ahora, suma el ‘Villa’.
A pesar de haber estado cientos de veces detrás de los escenarios, María estaba convencida de que su sitio se encontraba encima de ellos. La primera vez que se subió a uno, en la sala Caracol de Madrid, reconoce no recordar la mitad del concierto: “Era tal nube, tal mezcla de ilusión y de nervios. Es como que te abstrae, te sales de ti, como si de repente fuese una especie de posesión musical y estuvieras a dos palmos del suelo”. Una sensación que nace de la vocación pura.
A lo largo de su vida se ha empapado de la música de grandes artistas como Radiohead, PJ Harvey, Neil Young o David Bowie. Pero, tal y como ella afirma, no compone pensando en nadie ni siguiendo ningún modelo de otros creadores. «Tú me oyes, y puedes pensar que no te recuerdo en nada a estos artistas, pues claro, para nada, ¡ni tengo por qué!»
Y es que, María Guadaña y su música destilan eso, una personalidad auténtica, sin trampa ni cartón, “una mujer que no viene a pedir perdón, que no se arrepiente y que dice las cosas sin miedo”. Así es ella.
Un recorrido por su Madrid más diverso
Durante la conversación realizamos un ‘recorrido’ por el Madrid de María Guadaña, en el que no solo encontramos lugares para disfrutar de buena música, sino también rincones en los que esconderte del ruido de la ciudad.
La primera parada, el In dreams café, “un sitio súper auténtico, con una comida muy rica y que tiene el mejor tiramisú que he probado en Madrid”. Próximo a Tribunal, en este café nuestra protagonista encuentra la calma, muchas veces necesaria, “de toda la vorágine de la ciudad, y poder ir a tu rollo”.
Después, si lo que te apetece es disfrutar de buena música, una sala de conciertos imprescindible para ella es Sirocco, un lugar “entre emergente y ya medio conocido”, pero al fin y al cabo, “es mítica, historia viva de Madrid”. Aunque no quiere que tampoco pasen desapercibidas salas como Sol o Caracol, “también referentes y fantásticas”.
Otro lugar donde poder disfrutar de una buena programación de jazz es el Johnny, una de sus primeras paradas al llegar a la capital. Lo que fue el antiguo Colegio Mayor Universitario San Juan Evangelista apuesta por una programación musical independiente y jazz, muy frecuentado por ella. Y, para finalizar, una vista imprescindible de la capital: la que hay desde Las Vistillas, desde donde la catedral de la Almudena ocupa gran parte en esta panorámica de la ciudad.
Pero su descubrimiento imprescindible en la ciudad no es un lugar, “sino la capacidad de esconderte en cualquier sitio, ese anonimato total que tiene Madrid, poder estar sola en cualquier sitio sin que nadie te mire, nadie espera que tengas que estar acompañada”.
Aunque quizá, lo más valioso de Madrid para María Guadaña es “la familia que creas con los amigos, junto a aquellas personas que también vienen de fuera”. Gracias a ellos, pese al enorme tamaño de la ciudad, «me siento muy querida por los amigos que tengo. Son la familia impostada, pero en la que hay mucho amor”.