Ocurre entre el 19 y el 21 de marzo. Es el equinoccio de primavera en el hemisferio norte, el de otoño en el sur. Este año, ese acontecimiento tendrá lugar mañana, 20 de marzo, a las 10:37 hora peninsular para ser más exactos. Será entonces cuando oficialmente digamos adiós al invierno para envolvernos con la esperanza de la primera. Sin embargo, y pese a la creencia popular, el equinoccio no es la jornada en la que día y noche duran lo mismo. Ese día se conoce como equilux.
En Planetario de Madrid cada equinoccio (primavera y otoño) y cada solsticio (verano e invierno), es fiesta obligada, una invitación a adentrarnos en un hecho que está en el origen de las celebraciones más ancestrales de los pueblos. Aquí podrás conocer los detalles que explican los cambios de estación -en particular, el paso del invierno a la primavera- y la diferencia entre equinoccio y equilux.
Pero además de YouTube, tenemos un testimonio en primera persona, un ‘profesor’ muy especial, Telmo Fernández-Castro, una vida ligada en gran parte al Planetario y testigo que cómo la pasión por las estrellas de los madrileños aumenta.
En esta conversación ‘de altura’, mantenida en el Planetario, a 600 metros de altitud, Fernández-Castro nos explica las razones de los cambios de estación. “La causa de las estaciones es la inclinación del eje de rotación de la Tierra, unos 23º en relación con el plano perpendicular de la órbita. En la propia Tierra lo observamos cuando el Sol está muy bajo en el horizonte, y en verano, la situación física por encima del horizonte es más alta”. Eso sí, puntualiza, “esta es la interpretación que hacemos desde aquí abajo, pues nunca hemos salido del Sistema Solar para verlo desde fuera”.
Objetivo: estimular la curiosidad
Más allá de estas enseñanzas, más allá de que “la gente venga y en una o dos horas aprenda muchísimas cosas”, para Fernández-Castro, la clave del éxito del Planetario está en su capacidad de despertar interés entre los visitantes. “Es -dice- un centro de estimulación de la curiosidad, un espacio para promover el conocimiento, para que el público salga fascinado. Al fin y al cabo, vivir es sorprenderse cada día”.
El nombre de Telmo Fernández-Castro está irreversiblemente unido al del Planetario. El que, desde hace algo más de tres años, es su director, ocupó la subdirección desde que este espacio viera la luz en 1986. Su memoria es el mejor retrato de la vida de un centro en el que “todo el público es bienvenido, desde el periódico más local, hasta la academia más prestigiosa”. La razón es obvia: “Cualquier motivo para alimentar ese deseo de conocimiento del ser humano desde que nace hasta que muere merece la pena”.
El trabajo que “aquí no es trabajo”
En la charla nos relata también su día a día en este microcosmos pegado a la M30. “Nuestro objetivo es divulgar y tenemos la fortuna de estar en una estructura municipal que facilita tener tiempo para la creación de contenidos, tanto propios como coordinándonos con otras instituciones. Y, además, contamos con una materia prima muy buena, el Universo”.
Cuenta, además, con otro potente aliado, el desarrollo tecnológico: “Ahora, con la cantidad de medios audiovisuales y la posibilidad de acceso a la información, es mucho más sencillo llegar a mucha gente. ¿A quién no le interesa conocer el Universo? ¡Si es espectacular…!”, se pregunta.
Sondas espaciales, satélites astronómicos, grandes telescopios, juntos hacen que “la información fluya con una velocidad impresionante y los hallazgos sean fáciles de transmitir. A veces, ¡el propio público se entera antes que los científicos de lo que ocurre al otro lado del mundo…!”. Algo impensable hace unos años y que hoy es una realidad. “Nos sigue gente de todo el mundo fácilmente, con un ordenador y conexión a internet”. Conferencias online, exposiciones temporales, proyecciones para niños y adultos… conforman una programación a la que el confinamiento y la pandemia no solo no han parado, sino que han reforzado.
“Este centro intenta ser vivo y un referente de todo lo relacionado con el Universo. Eso hace que el trabajo aquí no sea trabajo, es un tiempo bien empleado y utilizado en algo que te apasiona”, argumenta.
Anécdotas del pasado, proyectos del futuro
En treinta años de carrera profesional han sido decenas las anécdotas que se han vivido puertas adentro. Desde niños perdidos por sus progenitores, con el consiguiente revuelo y llamadas a la policía, hasta alguna historia que cuestiona la posible pugna entre ciencia y religión. “Un día -recuerda- vino un hombre que necesitaba urgentemente hablar con un físico. Estaba muy preocupado por todo lo relacionado con los átomos y la materia. Después de atenderle y charlar con él, acabó la conversación con una efusiva frase: ¡Si hay Dios, que lo diga, que se presente ya!”
Sobre próximos proyectos, un par de avances. Un programa –‘Planetario construyendo futuro’- para que escolares de últimos cursos de escuelas a institutos puedan orientar sus carreras y tener referencias científicas. Y otro, enfocado a las personas mayores, con el que llegar a residencias y centros de día, para despertar ese interés por la astronomía, esa ciencia que nos acerca a los cuerpos celestes que pueblan el cosmos: estrellas, planetas, satélites, cometas, galaxias…
Interacción estelar
Este ponferradino, nacido en 1960, licenciado y doctor en Astrofísica por la Universidad Complutense, centró sus investigaciones, llevadas a cabo en la Universidad de Harvard y en Madrid, en el estudio de las estrellas dobles de tipo simbiótico. Nos ilumina al respecto. “Más o menos el 75 % de las estrellas del firmamento son estrellas binarias. Aunque parezcan aisladas y simples, son dobles. Se ven como un solo punto de luz, pero en realidad hay dos, una girando en torno a otra. Son simbióticas, intercambian materia entre sí, incluso explotan, como novas o supernovas”.
“Nosotros -prosigue- pertenecemos a la Vía Láctea, una galaxia que alberga 200.000 millones de estrellas. La mayoría no nacen aisladas, sino en sistemas múltiples, en parejas, tríos… En resumen, mis investigaciones trataban de analizar el estado evolutivo de las estrellas y lo que denotaron es que interaccionan entre sí”.
Parte de ese conocimiento los recogen sus libros de divulgación como la Guía del cielo, El Desafío del Universo, La construcción de los cielos: historias del universo, o Cien historias curiosas del universo. Y entre estrella y estrella, desliza alguna de sus otras pasiones como el rugby – aunque ya retirado fue integrante de la selección nacional durante años en la década de los 80-, el kárate, que sigue practicando, y la música. Su curiosidad es también muy terrenal.