“Vio que las costumbres de Madrid se transformaban rápidamente, que esa orgullosa Corte iba a pasar en poco tiempo de la condición de aldea indecente a la de capital civilizada”. Este testimonio, incluido en ‘Fortunata y Jacinta’, nos da una idea del gran retratista que fue Benito Pérez Galdós de la transformación que vivía el Madrid de la segunda mitad del siglo XIX y que está detrás de su actual fisonomía urbana.

Ese relato de los cambios lo fue reflejando en su dilatada obra literaria con una descripción minuciosa que nos lleva con la imaginación a esos años de estancia en una ciudad, Madrid, a la que llegó con 19 años. Para conocer este universo galdosiano, el Museo de Historia acoge la exposición Madrid 1862-1920: Galdós, relato de un nuevo paisaje urbano.

De la mano de los textos del autor canario, en este recorrido podemos conocer la vida cotidiana, los personajes, pero también hitos como la llegada del agua corriente, del alumbrado o los nuevos medios de transporte. Galdós fue un testigo emocional cuyo conocimiento bebía de sus frecuentes visitas a los cafés, sus viajes en tranvía mezclándose con el pueblo o con los espectadores del Teatro Real.

No se trata de una exposición al uso, sino de una creación audiovisual pionera en los museos. Durante aproximadamente una hora, sobre una pantalla, observamos la recreación de exposiciones temporales formadas por pinturas, estampas, fotografías, postales y carteles pertenecientes a las colecciones del Museo que revelan, a través de un evocador viaje visual, la trasformación de esa aldea en capital civilizada.

Madrid, obras mil en época convulsa

Los años de Galdós en Madrid fueron especialmente azarosos para la vida política. Una revolución que dio al traste con la monarquía, una constitución democrática, una efímera monarquía extranjera, una república fallida y una monarquía restaurada que acabaron finalmente con la crisis de 1898. También múltiples acontecimientos que conmovieron a la población, desde bodas reales, entierros ilustres, atentados y asesinatos, como el crimen de la calle de Fuencarral que introdujo el periodismo de sucesos.

Todo encuentra hueco en un universo novelístico que muestra el despertar de una ciudad a la modernidad y el progreso con la llegada del alumbrado público eléctrico, el agua corriente, el ferrocarril, los tranvías, la construcción del Ensanche o la mejora de las plazas. Fortunata y Jacinta o La desheredada son retratos transversales en los que tanto aparecen los barrios más acomodados como la creciente periferia metropolitana.

En este recorrido en imágenes, aflora esa vida cotidiana del siglo XIX en una ciudad cada vez más poblada, debido fundamentalmente a la emigración de campesinos en busca de trabajo. Una población cambiante que al creador canario le gustaba contemplar. “Observaba también las conjunciones de personas diversas en las distintas horas del día, la aguadora y el barrendero de la Villa, el manguero y la beata que sale de la iglesia, el sargento y el ama de cría, la niñera y el mozo de tienda y otros grupos de difícil calificación”, (‘Lo prohibido’, 1884-85).

Del carro al metro

La arquitectura del hierro forjó un estilo arquitectónico de la revolución industrial, que se popularizó a través de la arquitectura ferroviaria, las galerías comerciales y los mercados cubiertos así como los grandes pabellones de las exposiciones universales de la segunda mitad del siglo XIX.

En fotogramas, vemos ese camino entre el carro y el metro, el transporte y las infraestructuras. Madrid se expande y necesita nuevos medios de transporte para desplazarse a los barrios en construcción. Se suceden los carros tirados por mulas, las calesas, los tranvías eléctricos y, en el último periodo, el metro. “Me agradaba ver pasar cada cinco minutos el tranvía, siempre de derecha a izquierda, con las plataformas llenas de gente…” (‘Lo prohibido’, 1884-85).

Y, emulando a Europa, en el Retiro se construyeron dos edificios para distintas exposiciones nacionales. Pero el parque en sí era un recinto hermoso que el novelista gusta recrear. “Llegaron por fin al Buen Retiro…Aquella naturaleza hermosa, aunque desvirtuada por la corrección, despertaba en su impresionable espíritu instintos de independencia y de candoroso salvajismo…” (‘La desheredada’, 1881).

Vida en el espacio doméstico y la ciudad del ocio

Hubo hechos que marcaron un antes y un después, por ejemplo, la traída del agua con su consiguiente cambio en los hábitos higiénicos de la población incorporando el aseo diario y el baño en la vida cotidiana. Palacetes y casas de la burguesía se dotaban del lujo del cuarto de baño, mientras en las corralas de los barrios humildes persistía el hacinamiento, la falta de luz y de ventilación, el cuarto de baño era compartido y las bañeras, simples tinajas.

‘Los amigos de Caballero vieron asombrados el magnífico cuarto de baño que supo instalar aquel hombre extravagante venido de América; se pasmaron de aquella cocina monstruo que daba agua caliente para toda la casa…” (‘Nazarin’, 1895)

Efectivamente, el agua fue un elemento transformador. Se instalaron nuevas fuentes públicas, se creó un sistema de alcantarillado y aparecieron los evacuatorios públicos, como el de la Puerta del Sol. Además se regaban las calles asiduamente y la ciudad empezó a lucir más limpia.

La Puerta del Sol fue un proyecto del ingeniero Lucio del Valle que se rehízo sobre sí misma utilizando los solares procedentes del derribo de obsoletos edificios. “La Puerta del Sol, latiendo como un corazón siempre alborozado, le comunicó su vivir rápido y anheloso”. (‘La desheredada’, 1881)

La referencia a espacios de ocio está muy presente en el universo galdosiano: la ópera en el Teatro Real, el circo y el café.  “¿Quieres ir esta noche al Teatro Real? ¡El Teatro Real! Otro golpe mágico en el corazón y en la mente de la sobrina del Canónigo”. (‘La desheredada’). “El café es como una gran feria en la cual se cambian infinitos productos del pensamiento humano”, (‘Fortunata y Jacinta’).

Edificio del antiguo Hospicio

La exposición, gratuita, se encuentra en el Patio de Acogida del Museo de Historia de Madrid, en la calle de Fuencarral, 78, un edificio municipal que ocupa el antiguo Hospicio de Madrid, construido entre 1721 y 1726.

La proyección se va repitiendo durante el horario de apertura habitual del museo, de martes a domingo de 10:00 a 20:00 h, y está programada hasta el próximo 30 de junio.