La tarde del viernes 4 de septiembre de 1987 comenzó un incendio en los populares Almacenes Arias, en el número 29 de la calle Montera. Diez bomberos fallecieron en acto de servicio mientras trabajaban en las tareas de extinción, unas labores que duraron cuatro días.

El viernes 4 de septiembre de 2020, cuando se cumplían 33 años de aquel día, el Ayuntamiento de Madrid volvió a celebrar un acto de homenaje en su recuerdo. Menos familiares y menos compañeros que otros años debido a las restricciones marcadas por la COVID-19 pero el mismo sentimiento de dolor y las mismas palabras de orgullo y admiración hacia aquellos compañeros.

 

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, destacó la necesidad de seguir celebrando año tras año este homenaje y apuntó que este quizá con más motivo que nunca “porque el heroísmo, la valentía, la profesionalidad y la entrega que caracteriza a los bomberos se puso de nuevo de manifiesto durante los momentos más duros de la pandemia, en los que colaboraron con muchísimas iniciativas más allá de su obligado cumplimiento del deber y estuvieron siempre ayudando a las personas más vulnerables”. Tras su intervención, se llevó a cabo la tradicional ofrenda floral en la que 12 bomberos, en representación de cada parque de bomberos del Ayuntamiento de Madrid, colocaron otros tantos ramos de diez rosas cada uno en memoria de cada bombero fallecido frente a la placa de la plaza del Carmen que conmemora el suceso.

Mejoras en los planes de edificación y evacuación

Para cerrar el acto, Emeterio García, bombero jubilado recientemente, leyó una poesía. No es la primera vez que lo hace, de hecho es ya una tradición que este bombero al que le gusta escribir prepare cada año una poesía en recuerdo de sus compañeros. Emeterio, por mucho que pasen los años, se sigue emocionando cuando recuerda cómo vivió aquello. “Yo llevaba apenas siete u ocho años de servicio, así que cuando llegué y vi el fuego pensé que iba a ser muy importante porque se propagaba muy rápidamente, pero no creí, creo que nos pasó a muchos, que iba a tener aquella magnitud”.

Emeterio explica que en aquel momento los planes de edificación no tenían nada que ver con los de la actualidad. “En los años 80 no teníamos la información de los edificios que tenemos ahora, que cuando vamos a un incendio sabemos la distribución de las dependencias y qué nos vamos a encontrar. Tampoco existían los planes de prevención de riesgos laborales o de evacuación con los que contamos en estos momentos”, señala.

Esta falta de información dificultó las tareas de extinción. El fuego se propagó rápidamente al número 31, que servía como almacén de la tienda  y, tras horas de trabajo, finalmente en la madrugada del día 5 las vigas del edifico cedieron y cinco de las ocho plantas del edificio se desplomaron sobre los bomberos que intentaban sofocar el fuego y asegurar la estructura del inmueble.

Emeterio recuerda cómo muchos compañeros que no estaban de servicio o incluso estaban de vacaciones se ofrecieron voluntarios para trabajar en las tareas de desescombro y recuperar los cuerpos. Muchos hicieron turnos de más de 20 horas. “No notábamos el cansancio porque solo pensábamos en trabajar deprisa, sin perder la esperanza de encontrarlos con vida. Lo que sentimos los compañeros es difícil de explicar con palabras. Yo me he jubilado tras 41 años de servicio y, desafortunadamente, he vivido otros incendios muy graves pero ninguno fue comparable a aquello porque en aquel incendio perdí a diez compañeros”, concluye Emeterio.