Juan Gutiérrez es filósofo y creador de un centro de tratamiento de conflictos en Guernica. Ha asesorado a las víctimas del 11M. Entre los años 90 y 2000 fue mediador del conflicto vasco. Desde 2011 coordina en Medialab-Prado el proyecto de Hebras de Paz que nos explica en esta entrevista, tras participar en el II Foro sobre Violencias Urbanas y Educación para la Convivencia y la Paz.

¿En qué consiste su proyecto de Hebras de Paz?

Todos los expertos están de acuerdo en que la paz tiene como una cabeza con dos caras, por un lado lo que llaman la paz negativa, que es el rechazo a la guerra y las violencias, y por otro la paz positiva, a la que nosotros le hemos cambiado el nombre y la llamamos la paz viva, y es el hecho de que los seres humanos tengan la tendencia y la necesidad de apoyarse unos a otros.

Generalmente, y sobre todo en el campo de la memoria, lo que se recuerda es la paz negativa, la paz de rechazo a la violencia y la guerra, lo que se recoge está muy bien, y es necesario, pero tiene que ir combinado con recoger cosas positivas. No solo se puede recoger relatos de crímenes, de atrocidades, de duelo, de pérdida, de culpa, de castigo, sino que hay que recoger cómo los seres humanos ayudan unos a otros, cómo desde la propia vida aportan vida unos a los otros. Entendemos que desde una vida se aporta vida a otra, esa es una hebra y esas hebras constituyen un tejido.

Eso lo llevamos trabajando durante 8 años, desde 2011 en el crisol nuestro, que es Medialab Prado, una dependencia del Ayuntamiento. Hemos recogido relatos en que aparecen hebras de paz viva, tanto en situaciones extremas como en situaciones de la vida cotidiana que todos conocemos.

Yo a mi edad ando por la calle con una maleta en el metro y, cuando voy a subir una escalera, veo cómo la gente que baja me echa una sonrisota, y me cogen la maleta y me ayudan a subirla. Esta cosa tan obvia normalmente la sobreentendemos, pero no reflexionamos sobre ella, conviene resaltarla y ponerle luz. Hablamos del peregrinar de las cosas que vas percibiendo por la vida hasta hacerlas públicas, lo estamos haciendo en muchos lados, por ejemplo en la feria del libro de Madrid expusimos narraciones de alumnos de secundaria, en los que han recogido relatos de cómo alguien ayudó y salvó la vida a alguien de forma desinteresada durante la guerra civil o la posguerra.

 

Mudar la piel es una película documental sobre su vida. ¿Qué puede contarnos sobre ella?

Es una obra de mi hija Ana y su compañero Cristóbal, es su ópera prima. Habla de mi amistad con Roberto (Flórez) que escondió su identidad para colaborar conmigo en Guernica, porque me ocultó que era agente de los servicios secretos. Sin embargo, yo me di cuenta que él buscaba protegerme porque desde varias instituciones me proponía a mí como el mediador en el conflicto vasco. Ejercí esa función durante algún tiempo y él me ayudó mucho, llegué a compartir muchas cosas con él. Pero mi mujer, que también aparece en la película, entendía de otra manera mi relación con Roberto, le veía como alguien que ocultaba su trasfondo y nunca se explicó bien la amistad que mantengo con él.

 

¿Cómo resume usted su recorrido vital hasta llegar a Hebras de Paz?

Yo tengo ya edad para haber vivido muchas cosas. Empecé en mayo del 68, pero el movimiento no fue solo en París, también fue en Hamburgo, donde participé en el movimiento estudiantil. Desde entonces, ando metido en temas de paz. Yo tenía dos doctorados, pero me fui a a un astillero de Hamburgo a trabajar como soldador para juntarme con la gente trabajadora, allí estuve ocho años.

Después decidimos venir a España para vivir parte aquí y parte en Alemania, de España nos atraía mucho el País Vasco, porque tengo raíces allí. Encontré varios amigos y fundé un centro de tratamiento de conflictos en Guernica. Desde los años noventa al año 2000 me tocó actuar como mediador entre el Ministerio del Interior y el Lehendakari, y los dirigentes de Herri Batasuna- ETA, durante 10 años. Como normalmente ocurre en todos los conflictos, medié durante un tramo, y «me quemé», pero no por Roberto (Flórez). Con 69 años me jubilé del centro de tratamientos en Guernica, pero seguí activo trabajando mucho con gente afectada y víctimas de atrocidades.  He sido asesor desde 2005 de las víctimas de los atentados a los trenes de Madrid, donde sigo como miembro solidario. Además, desde hace 7 años, y gracias a otro amigo muy especial, Amador Fernández Savater, que me ha ayudado grandemente no solo a ser ciudadano de mis años y normal y corriente, he vuelto a ser digamos una «especie» de personaje público.

¿Qué ha aportado al foro con su experiencia?

Un filósofo alemán llamado Walter Benjamin habló de ‘cepillar la historia a contrapelo’. En cierta medida yo lo que estoy haciendo aquí es como una provocación, porque el título del foro de las violencias pone muy por delante la paz negativa, el rechazo a la violencia, y deja muy encogida la paz positiva. Eso es lo que quiero transmitir, porque lo que hacen es muy bueno, pero si solo se construye la paz desde su lado negativo, nos sale una paz encogida.