Muchos son los eventos deportivos, culturales y festivos que se celebran en la ciudad de Madrid a lo largo del año. Que todo salga bien, desde el punto de vista de la protección civil, se debe a un grupo de personas que tiene por hobby ayudar a los demás. Sin nada a cambio. Por placer, por vocación y durante su tiempo libre. Van vestidos de naranja, se sienten parte de su alma mater, el SAMUR, y responden al nombre coloquial de “La Prote”.

El Cuerpo de Voluntarios de Protección Civil Villa de Madrid se creó en 1982, el año del Mundial de Fútbol que tuvo como mascota a Naranjito. Y ese color naranja –a diferencia del amarillo de los funcionarios– es el que identifica precisamente a las 1.600 personas que componen hoy este cuerpo de voluntarios, uno de los más grandes de España. Hombres y mujeres, la mayoría jóvenes estudiantes, muchos relacionados con el ámbito sanitario, pero también hay jubilados, ingenieros, profesores, parados… A todos les une la misma pasión, la actividad voluntaria y desinteresada en el ámbito de la protección civil.

Al principio fue un cuerpo separado de SAMUR (Servicio de Asistencia Municipal de Urgencia y Rescate, creado en 1991), pero con los años se consideró que las actividades realizadas por ambos eran complementarias. La transferencia del voluntariado al SAMUR se hizo efectiva a través de un decreto de la Alcaldía, en julio de 1994. La colaboración altruista era esencial. Desde entonces, SAMUR y Protección Civil caminan de la mano.

Cómo formar parte de «La Prote»

Para conseguir el título de “naranjito del Samur” hay que cumplir una serie de requisitos muy sencillos: ser mayor de edad, residir en la Comunidad de Madrid, tener el título de Graduado Escolar, ESO o equivalente, superar un proceso de selección que consiste en un test de personalidad y una entrevista  y, sobre todo, tener muchas ganas de colaborar. La formación obligatoria humana y técnica que reciben los aspirantes es multidisciplinar. Son casi 5 meses de aprendizaje durante los cuales asimilan los procedimientos especiales en emergencias,  se les forma para dar apoyo a las Unidades de Soporte Vital Básico, montar Puestos Sanitarios Avanzados, realizar maniobras de RCP (reanimación cardiopulmonar), atender a pacientes politraumatizados, evacuar y trasladar heridos, dar apoyo psicológico, logístico… y un largo etcétera. Una preparación que se traduce casi en una profesión.

Superadas todas las acciones formativas y una vez dentro del cuerpo, hay que cumplir unos mínimos: 60 horas anuales de compromiso, es decir, una guardia cada dos meses aproximadamente. No parece mucho, ya que “si lo pruebas, no te vas”. Es lo que nos dicen los voluntarios y voluntarias que forman parte de este cuerpo. Engancha tanto lo de ayudar a los demás, que una vez que estás dentro es difícil abandonar. Cada tres meses hay una promoción nueva. El pasado mes de enero, se incorporaron a Protección Civil 80 voluntarios que empezarán en breve a dar cobertura de actos públicos y prestarán toda la ayuda posible en situaciones de emergencia.

Aunque la media de permanencia está en dos años y medio, el gran reto que se ha marcado este cuerpo es el de conseguir el mayor número posible de voluntarios de larga duración. Es decir, la fidelización. De ahí que se garantice al voluntariado una formación continua para mantener actualizados los conocimientos y las habilidades adquiridas.

“La Prote” cubre de manera preventiva  alrededor del 95% de los actos públicos que se celebran en la ciudad. Pero si hubiera que elegir alguna cobertura en particular, esa sería la de la Cabalgata de Reyes. Aseguran que el entusiasmo de los niños y la sensación de seguridad de los adultos es de lo más reconfortante para quienes se conforman con una sonrisa de agradecimiento.

Entre las funciones que más gustan a los voluntarios está la de formar a la ciudadanía en primeros auxilios para que, en caso de emergencia excepcional (atentados, accidentes…) se pueda tener una respuesta extraordinaria por parte de todos.

Los valores que mueven a las 1.600 personas de «La Prote» giran en torno a la solidaridad, al trabajo en equipo, al servicio a los demás y al compromiso con la vida. Constituyen una gran familia y cualquiera, con un poquito de sensibilidad y vocación, puede formar parte de ella. El premio más valioso que se recibe a cambio es una sonrisa, un abrazo. Un simple “GRACIAS”. Elogiable.