“Cañada Real” ¡cuántos significados tiene esta combinación de palabras! Los historiadores la asociarán a la Mesta, los sociólogos a un conjunto de etnias y culturas diversas, los urbanistas a un núcleo de construcciones ilegales, los periodistas a noticias sobre redadas policiales y a la inmensa mayoría de los habitantes de la Comunidad de Madrid y otras regiones les sonará a droga y delincuencia… o al menos así era hasta hace apenas una semana.
Lo cierto es que ninguna de esas preconcepciones de lo que es la parte habitada de la Cañada Real Galiana es correcta, por incompleta, por unidimensional y simplista. Entonces, ¿qué es la Cañada? Las organizaciones sociales que trabajamos allí lo tenemos muy claro: la Cañada son personas. Personas gitanas, payas, españolas, rumanas, magrebíes, portuguesas, kosovares… personas jóvenes, niños, muchos niños,… personas que trabajan, que están en paro, que viven de la renta mínima de inserción, que se dedican a actividades informales, que tienen un nivel socioeconómico medio, que están en situación de vulnerabilidad social, que viven en chalets, que viven en casas bajas, que viven en chabolas… la Cañada es, en definitiva, un territorio de contrastes, con una población jovencísima, cerca de un 40% son niños menores de 15 años, con una enorme riqueza cultural representada por más de 30 nacionalidades distintas, con un movimiento asociativo vecinal muy activo, con grandes desigualdades entre los vecinos más antiguos, que están plenamente integrados y normalizados, y aquellos que se encuentran en grave riesgo de exclusión social. Pero a pesar de sus diferencias todos ellos tienen algo en común: carecen de un título de propiedad legal de sus viviendas y sufren el estigma de vivir en la Cañada Real.
¿Y por qué ese estigma? La respuesta es simple: La Cañada Real aparece habitualmente en los medios de comunicación por noticias ligadas al tráfico de drogas y es por ello que muchas personas la asocian a delincuencia y marginalidad. Pero como el resto de visiones simplistas, ésta tampoco es correcta. La Cañada comenzó a poblarse en los años 50 por oleadas de inmigrantes rurales que venían a la ciudad en busca de trabajo, después llegaron los gitanos españoles, los magrebíes y el resto de nacionalidades y más tarde llegó la droga, fundamentalmente a raíz del desmantelamiento de poblados como las Barranquillas o el Salobral a principios de los 2000. Los traficantes provenientes de esos poblados se instalaron en kilómetro y medio de los 16 kilómetros habitados de la Cañada. El paisaje cambió en ese kilómetro y medio y también lo hizo la imagen de Cañada, que quedó marcada por el estigma.
Fuera de los 1,5 kms donde se concentra la venta de droga, los osados que se atrevan a acercarse a la Cañada Real se toparán con un barrio en construcción que se extiende durante 14,5 kms, habitado en su inmensa mayoría por personas que intentan salir adelante, que quieren que se legalicen sus viviendas, que luchan por acabar con el estigma que pesa sobre ellas. Es a esas personas a las que el Festival Internacional de Cine 16 Kilómetros ha querido dar voz. Sus historias no son noticia, porque forman parte de la realidad cotidiana de un barrio lleno de contrastes como es la Cañada Real.
Cuando a los responsables de la Fundación VOCES se nos ocurrió hacer un festival de cine en la Cañada Real nuestros objetivos eran claros: queríamos enseñar la cara más amable de la Cañada, queríamos que la gente de fuera viniera a conocer esta realidad, tan distinta de la que suele aparecer en los medios, queríamos llevar la cultura a Cañada Real pero también mostrar la riqueza cultural de este barrio apasionante. Por supuesto la idea no surgió por casualidad, VOCES llevaba 5 años haciendo cine con niños y niñas de Cañada Real y trabajando mano a mano con otras entidades sociales presentes en el territorio. Teníamos claro que a través de la cultura se pueden producir cambios significativos, tanto a nivel individual como a nivel social. Ya lo habíamos visto en los niños y niñas con los que trabajamos desde hace años: un proceso maravilloso de mejora de la autoestima, de adquisición de valores, de socialización y trabajo en grupo, de asunción de responsabilidades y autocontrol, de alejamiento de conductas de riesgo… Los niños y niñas que hacen cine con nosotros ya no quieren ser como el Vaquilla, ahora muchos quieren ser actores, directores u operadores de cámara, desean contar sus historias y que se les escuche, tienen sueños y aspiraciones. Son esas aspiraciones las que constituyen la base sobre la que construir un futuro mejor.
Pero esto no nos parecía suficiente, queríamos provocar un cambio social a mayor escala, queríamos dar visibilidad a “la otra Cañada” y romper los estereotipos equivocados y dañinos que rodean a este barrio. Estábamos convencidos de que a través de la cultura el cambio social es posible. Ya lo habíamos visto en el Slum Film Festival de Nairobi o en el Festival Kamba Cua de Asunción en Paraguay, proyectos que nos dieron la oportunidad de constatar cómo la cultura puede transformar un barrio, convertir un gueto en una comunidad dinámica e integrada.
Así que nos lanzamos a la carrera de poner en pie 16 Kilómetros, el primer festival internacional de cine de Cañada Real, y lo hicimos con una enorme ilusión, un gran convencimiento y un presupuesto escuálido. Tras meses de trabajo y con la colaboración inestimable de las entidades sociales que operan en Cañada Real, especialmente la Fundación Secretariado Gitano, el proyecto ASPA, el proyecto ICI de la Obra Social la Caixa y el Ayuntamiento de Madrid, finalmente conseguimos hacer realidad este festival. Entre el 6 y el 11 de septiembre hubo un total de 101 proyecciones en 7 espacios de Cañada Real (4 interiores y 3 exteriores) y en el Plató de la Cineteca de las Naves de Matadero de Madrid. Se pasaron 73 cintas, entre largometrajes y cortometrajes, 17 de ellos escritos, interpretados y rodados por niños y niñas de Cañada Real. Hubo coloquios, actuaciones musicales, recitales de poesía y un broche de oro con la orquesta JOECOM, 25 músicos que pusieron banda sonora al cine mudo del gran Charlie Chaplin. Hubo también compromiso con el festival por parte de artistas y personalidades como Fernando Guillén Cuervo, Natalia de Molina, Javier Fesser, Nathelie Seseña, Geraldine Chaplin, Federico Mayor Zaragoza, Lolita o la propia alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena. Pero sobre todo hubo vecinos y vecinas de Cañada Real que contaron sus historias y que vieron cine en pantalla grande, para muchos, por primera vez.
Durante estos 6 días hemos tenido anécdotas para escribir un libro, pero nunca se me olvidará la conversación con una pareja de Rivas Vaciamadrid que había vivido al lado de la Cañada durante 20 años y nunca, hasta entonces, se habían atrevido a cruzar la calle y romper ese muro invisible que separa la Cañada de las poblaciones del entorno. Y es que el cine y la cultura hacen milagros. Citando a Antonio Maya, un niño de 11 años, protagonista de la tercera entrega de los Superhéroes de Cañada, “Aquí los sueños se hacen realidad”. En 2016 hemos hecho realidad un pequeño sueño, hemos conseguido que se hable de Cañada y cultura y no de Cañada y marginalidad. Estamos convencidos de que esto es solo el principio de un proceso de transformación mucho mayor y de que con el tiempo habremos logrado que la cultura contribuya de forma notable a la integración y a la cohesión social, tan necesarias para dar una solución definitiva a los problemas de la Cañada Real.
A todas aquellas personas a las que les guste el buen cine, a los que tengan curiosidad por conocer culturas y personas diferentes, a los que crean que el cambio es posible, nos vemos en 2017, con más cine y más Cañada.