Todos los esfuerzos son pocos cuando hay una vida en peligro. Todas las manos son necesarias. Todas las energías y las sugerencias. Con esta filosofía actúan los hombres y mujeres, médicos, enfermeros, técnicos de emergencias y voluntarios de Protección Civil, que se han apeado de las ambulancias y atienden sobre la acera a una persona que ha sufrido una parada cardíaca. Su objetivo es salvarle la vida. Devolverle el aliento y el ritmo a su corazón y arrebatarlo a una muerte que hubiera sido cierta antes de que existiera el Servicio de Asistencia Municipal de Urgencia y Rescate en la ciudad de Madrid.

Las estadísticas confirman la relevancia de su papel: a lo largo de 2015, profesionales y voluntarios del SAMUR (en total 700 personas, contándose sanitarios, técnicos de Emergencias, personal administrativo y ordenanzas) intervinieron en 109.570 sucesos relacionados con emergencias extrahospitalarias en vías y locales públicos de la ciudad, y consiguieron un porcentaje de supervivencia (a los siete días) del 86% en pacientes atendidos en situación crítica y del 91 % en pacientes politraumatizados. El tiempo de respuesta, es decir, lo que tarda una ambulancia en llegar a su destino desde que se recibe la llamada, reclamando su asistencia, ronda los 7’35 minutos.

Pero, más allá de las estadísticas y de la certeza de que siempre acudirán cuando los necesitemos, los madrileños los admiramos porque los hemos visto actuar y hemos comprobado, en nosotros mismos o en nuestros allegados, sus cualidades sanitarias, su celo en la tarea y, desde luego, su delicadeza en el trato y su afabilidad para hacernos más soportable el dolor y el miedo cuando estamos sufriendo un percance físico, una alteración patológica, un trance, en definitiva, del que difícilmente podríamos salir sin su ayuda.