¡Guau guau! Soy una perrita muy guapa y a la que le gustan mucho los humanos. A través de mis alegres ladridos pretendo contaros lo satisfecha que me siento con mi vida perruna. Como podéis apreciar en las fotos, mi pelo y mi porte están muy cuidados, acorde con mis gustos, llevo una dieta alimenticia en toda regla para mantener mi silueta y cuido de mi salud vacunándome y visitando de cuando en cuando al veterinario. Disfruto jugando con los niños, pero lo que realmente me gusta es correr y dar largos paseos por las calles y parques madrileños acompañada de mis dueños. Muevo mi cola hacia un lado y hacia otro, extiendo con elasticidad mis patas y suelo lanzar al cielo alegres ladridos para atraer la atención de mis congéneres y también de los paseantes y de los niños que juegan en El Retiro. He de deciros que practicar este ejercicio no siempre ha sido para mi tan edificante, porque durante un tiempo mis dueños no eran muy conscientes de que teníamos que respetar la limpieza de las calles y zonas verdes, evitando que yo, su querida perrita, depositase por doquier y sin control mis orines y excrementos. Estos malos hábitos, ¡mis queridos ciudadanos!, me sacaban de quicio. No iban conmigo ni creo que tampoco vayan con el resto de los animales. Somos mascotas, queridos dueños, no agentes patógenos de nuestras ciudades.
Para lograr nuestro objetivo, y afear la mala costumbre de dejarnos ensuciar por doquier, las mascotas contamos con el apoyo de las campañas del Ayuntamiento de Madrid destinadas a prevenir los problemas de suciedad y sanitarios que acarrean nuestras deposiciones incontroladas. Además el Ayuntamiento dedica una parte importante de su presupuesto a la limpieza de excrementos caninos y a colocar bolsas para perros en las papeleras.
Yo, que soy una perrita lista, insisto en la necesidad de concienciar e incluso diría de adiestrar, aunque sea un concepto más acorde con nosotros, a nuestros dueños. Recuerdo que hace un tiempo hice mis deposiciones en un rincón de mi casa y me oriné en las paredes del salón. Mi dueño se dirigió a mí como un energúmeno, gritando como un poseso: «¿ pero cómo? ¿esta maldita perra, – o sea yo- , no sabe que tiene que esperar a salir a la calle?». Yo me defendí ladrándole sin parar: ¿ Es de buen ciudadano dejar que deposite mis necesidades en las aceras, los jardines y los paseos ensuciando todo? Cuando salimos del portal, me hice la loca y, mientras olisqueaba algún que otro residuo de mis congéneres, él divisó un cartel sobre la suerte de tener un barrio limpio sin pisar cacas. ¡Se le encendió la bombilla! Mientras me acariciaba el lomo debió de pensar : «¿por qué no dedico un tiempo a que mi perra entienda dónde debe hacer sus necesidades?»
En esa caricia prolongada aprecié que mi dueño se había concienciado. Al día siguiente, él en ropa deportiva y yo luciendo mi cuerpo y mi collar, nos fuimos tempranito a correr por el parque de El Retiro. Lo primero que hizo fue buscar una papelera con bolsas de plástico para mascotas y a continuación nos acercamos a una zona con indicadores de zona de perros, en donde tranquilamente deposité mis excrementos. Le ladré con ladridos cortos y largos moviendo sin parar mi cola y dando vueltas a su alrededor. Me sentía feliz y contenta. Por fin entre la campaña informativa y mi ayuda habíamos conseguido adiestrar a mi amo para mantener limpia y cuidada nuestra ciudad.