El pasado 18 de septiembre, a la una de la tarde, Carlos, alumno de 88 años de la escuela de natación dirigida, del centro deportivo municipal San Juan Bautista, se hundió en el agua, sin motivo aparente alguno. Elsa, su profesora, muy atenta, se dio cuenta de lo sucedido y se tiró a por él, seguida de Manuel, el socorrista.
Antes de sacarle del agua ya se había iniciado el protocolo de emergencia, en el que se implicaba gran parte de los empleados del centro deportivo. La taquillera, Marisol, llamó al SAMUR y a la Policía Municipal. Por su parte, Raquel, Licenciada en Educación Física, extrajo de la columna de rescate el desfibrilador para acercárselo a María, la enfermera, que ya estaba aplicando un masaje cardíaco para reanimar al accidentado, porque había perdido los signos vitales.
A los ocho o diez minutos, llegó el SAMUR y la Policía Municipal. Carlos había recuperado el pulso sin necesidad de descargar el desfibrilador. Inmediatamente lo trasladaron al hospital. Salía vivo del centro.
Junto a Elsa, Manuel, Marisol y Raquel, también estuvieron implicados Manolo, operario y Emilio, técnico de mantenimiento, en una actuación conjunta, en la que cada uno cumplía un cometido. Un equipo profesional, experimentado y bien coordinado por Agustín, director del centro, había salvado la vida de Carlos.
El incidente, con tan buen final, no salió en los medios de comunicación. Pero es normal, todos los días Madrid genera grandes historias protagonizadas por trabajadores municipales, héroes anónimos, que contribuyen a una ciudad mejor.
La hija de Carlos pasó por el centro para dar las gracias. Su padre estaba ya bien. Los trabajadores del Centro San Juan Bautista, como los del resto de los 71 centros deportivos municipales, continúan atentos para que los usuarios disfruten con seguridad de la práctica deportiva durante todo el año.