Javier Barbero
Javier Barbero, Delegado de Salud, Seguridad y Emergencias

Hoy cumplo 54 años. Hace exactamente un año estaba viajando a Barcelona, acompañado por mi familia, para defender la tesis doctoral en psicología en la Universitat Autònoma. En ese momento nadie de mi entorno podía pensar que al año siguiente estaría participando como concejal en el Ayuntamiento de Madrid y, menos aún, en tareas de gobierno como Delegado del Área de Salud, Seguridad y Emergencias. Todo ha ido muy rápido y de modo desbordante.

También hoy cumplimos 100 días de gobierno. La tradición, al parecer, habla de que se dejan 100 días de cortesía para que el nuevo equipo pueda tener tiempo a adaptarse a la nueva situación y, a partir de ahí, empezar a pedirle cuentas. Ciertamente, en nuestro caso no se ha cumplido, no ha habido tregua. Tampoco ha sido inesperado, dependiendo de qué adversario político o de qué medio se tratara. Y tampoco nos ha preocupado excesivamente, no somos un equipo que juegue a la defensiva.

Como todos mis otros 19 compañeros, he intentado poner mucha energía al servicio de las madrileñas y los madrileños pero, además, tengo que decir que estos 100 días han sido, también, de un enorme aprendizaje. Veamos algunas pinceladas de lo que uno ha ido reflexionando y aprendiendo, a modo de decálogo…

1º La relación entre lo personal y lo institucional es mucho más acusada. Yo había trabajado en otras muchas instituciones, tanto públicas como privadas, y al saberme parte de una institución era conocedor de que en determinados espacios de algún modo lo personal y lo profesional estaba también imbuido de lo institucional. Pero en este caso la imbricación es mucho más intensa y, por tanto, el nivel de responsabilidad es también institucional, me guste o no me guste, en mis conductas privadas. De hecho, hay determinadas acciones, no todas, que previamente como activista realizaba y que ahora, por lo que represento, no debo realizar. El ejercicio desde lo público ha de ser mucho más ejemplarizante.

Ese vínculo personal-institucional me ha llevado, por ejemplo, a tener que aceptar escolta, por el hecho de ser el máximo responsable en el Ayuntamiento de Seguridad y Emergencias. Y les puedo garantizar que, independientemente de que mis escoltas sean –que lo son- gente encantadora, no me hace ninguna gracia, pero en mi caso es una responsabilidad llevarla.

2º La difícil y siempre inacabada tarea de conformar un equipo. Decidí no entrar, como se suele decir, como un elefante en una cacharrería. Gobernar escuchando, dice la alcaldesa, de ahí que fui hablando con los funcionarios del Ayuntamiento, para ir conociendo la trayectoria, ideas, perfiles de estos profesionales. He intentado ir poco a poco, sin prisa y sin pausa y viendo lo mucho –muchísimo– de aprovechable que había en la casa. Podía haber llenado el Área de colaboradores externos, trayéndome un gobierno de área paralelo. El anterior Delegado tenía 11 eventuales, y yo solo he traído 2; todos los demás cambios se han hecho con personas de la casa.

Ahora bien, soy consciente que un equipo no es una colección de individuos ni se conforma solo con ceses y nombramientos, sino con un trabajo interno, lento y sólido, de tipo cooperativo y no competitivo, con herramientas de apoyo mutuo, que no entre en la dinámica de la sospecha, sino en la de la confianza. Sin ingenuidades. Pero con apuesta por las personas.

A las personas del equipo funcionarias del Ayuntamiento no les pido, ni les puedo ni quiero pedir, ni militancia ni proximidad a Ahora Madrid, pero sí lealtad institucional. Y la dan más que de sobra.

3º La relación entre los concejales de Ahora Madrid. La apuesta es común pero la procedencia heterogénea. La gran mayoría no habíamos trabajado juntos ni habíamos participado necesariamente en los mismos espacios y, sin embargo, yo solo he visto, como expresé en la rueda de prensa del jueves, un continuo ir sumando. Éste es un proyecto colectivo en el que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa. Claro que hay diferencias y puedo decir que habitualmente son vividas como una riqueza y como una oportunidad. Si no hubiera diferencias estaría enormemente preocupado, de verdad.

4º La gestión de la complejidad. Policía, bomberos, SAMUR-Protección Civil, Madrid-Salud, consumo, CIFSE… y unos cuantos más etcéteras. Cada uno con su especificidad, su interacción con los otros, su historia particular, sus claves diferenciales. Todo un mundo. A la gestión de esta complejidad me está ayudando mi historia profesional de trabajo en equipos multiprofesionales que querían dinamizarse en clave interdisciplinar. Lo que voy aprendiendo de todos ellos es mucho, pero cada día estoy más convencido que la complejidad generará sinergias solo si trabajamos desde valores comunes. Y en ello estamos.

5º El manejo de los tiempos. Lo urgente y lo importante. En un área de (también) emergencias, puede dar la impresión de que todo es para antes-de-ayer. Es obvio que las emergencias te condicionan. Es decir, el derrumbe de un bloque en el distrito de Carabanchel es una emergencia que hay que gestionar. Pero también he aprendido que ni todo lo que parece urgente lo es ni podemos dejar aparcado lo importante por lo urgente. Esto no es fácil, precisamente porque cada uno solemos pensar que lo verdaderamente urgente o importante es lo propio y no lo del otro. Por ello la serenidad y la no precipitación son herramientas valiosas en esta área. Yo me precipité al firmar el inicio del proceso de contratación de algunos drones. Pero también la serenidad nos llevó a rectificar a tiempo. Uno va aprendiendo. También voy aprendiendo que vamos lentos porque vamos lejos, como decíamos en el 15M. Y aunque lo mediático te pide resultados para hoy, prefiero a los maratonianos que a los sprinters. Nos quedan casi cuatro años y resolveremos la urgencia, pero no queremos olvidarnos de lo importante.

6º El encuentro con la diversidad. En estos 100 días me he visto con policías, bomberos, médicos, enfermeros, psicólogos, curas, periodistas, opositores, militares, funerarios… he asistido a reuniones en lugares tan diversos como la Delegación del Gobierno o el Gallinero o la Cañada Real y con instituciones tan dispares como la mesa de seguridad de Madrid, la asociación sin papeles, la PAH, Yo-Sí-Sanidad para todos, el Movimiento contra la Intolerancia, la asociación la calle, lakoma o el defensor del paciente. También con la FRAVM o federaciones de asociaciones de empresarios, de consumidores, etc. Me he visto con activistas, con sindicalistas, con concejales, con diputados, con feministas, con representantes de colegios profesionales, de fundaciones, de ONG, de instituciones como el Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia. He hablado con personas con discapacidad, he asistido a la festividad de la Policía, del SAMUR o de los bomberos y la Virgen de la Paloma… y no quiero seguir aburriendo, aun a riesgo de que se molesten los que no he nombrado. Como se pueden imaginar, la riqueza de la deliberación con esas personas y en esos entornos es impresionante. Y todos tenemos nuestra perspectiva y nuestra parte de razón. He vuelto a confirmar algo que quizás había ya aprendido antes: que mi mirada es limitada y necesita la de los demás.

7º La relación con otras instituciones políticas. No es fácil. No está nada claro que los objetivos sean necesariamente los mismos aunque uno entienda que la perspectiva es diferente. Me cuesta entender que la Comunidad de Madrid, por poner un ejemplo, esté –eso dice la prensa– preparando una Agencia de Emergencia, ya presentada a los sindicatos al parecer, sin siquiera ponerse en contacto con nosotros, cuando soy el responsable del SAMUR, uno de los mejores servicios municipales de emergencia sanitaria extrahospitalaria posiblemente del mundo. Estoy convencido de que hay mucho de mejorable en este sentido. Con respeto institucional podremos avanzar mucho, sin duda alguna.

8º La dimensión de la política. De lo macro a lo micro, de la ciudad de los grandes eventos, a la ciudad de lo cotidiano. Madrid es enorme, todos lo sabemos, y estoy aprendiendo la necesidad de dimensionar adecuadamente. Es cierto que es un Área de 10.000 profesionales, que los presupuestos tienen muchas cifras y que todo desborda. Por eso, una de mis preocupaciones es llevar la política a lo micro, a lo cotidiano, a las inquietudes y vicisitudes concretas de la gente, de las vecinas y vecinos de Madrid. A esto me están ayudando mucho los compañeros de Madrid Salud y los concejales de Distrito, unos auténticos cracks. El proyecto de Madrid, Ciudad de los Cuidados irá en esa línea…

9º La relación entre lo simbólico y lo real. El respeto a la tradición y la opción por los más vulnerables y depauperados. He vuelto a caer en la cuenta en la importancia de lo simbólico en las instituciones. El desfile policial en la festividad de San Juan, la conmemoración de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro por los profesionales del SAMUR-Protección Civil o la bajada del cuadro de la Virgen de la Paloma por los bomberos. Es posible que tengamos que hacer un esfuerzo colectivo en buscar nuevos o actualizar determinados significantes para ser fieles a los significados de fondo, pero también es cierto que lo simbólico y tradicional ha de ser compatible con no perder la perspectiva de la realidad que está en nuestras calles: personas que padecen violencia de género, delitos de odio, exclusión social, etc. Estos 100 días he ido aprendiendo que la fidelidad al significado profundo de esos significantes tiene que ver precisamente con estar al lado de los más vulnerables y excluidos, en sus formas actuales.

La calidad moral de una ciudad se mide de muchas maneras. Pero tiene algún indicador centinela clave, a mi entender: en función de cómo trata a los que tienen menos posibilidades de cuidarse y protegerse por ellos mismos. Se trata de generar la suficiente igualdad de oportunidades que permita crear las condiciones para que lo puedan hacer. Es de justicia. La experiencia de los refugiados, en ese sentido, nos exige un determinado tipo de respuesta.

10º El estilo de hacer política. La cordialidad no puede ser incompatible con el disentimiento y la confrontación de ideas –que no de personas-. Salvando algunas (deshonrosas) excepciones, creo que el tono fundamental de los cuatro grupos municipales ha sido el de la cordialidad. Dignificar la política es también establecer vínculos de respeto y deliberación. Aunque solo sea porque cuidar acaba siendo reconocer en el otro su dignidad y su diferencia.

Quiero ser alguien que actúe con profesionalidad, pero no quiero ser –por muy legítimo que sea- un profesional de la política. Ahora bien, la tarea de todos nosotros es dignificar tanto esa profesión como lo que pretende ser un actuar profesional.

Seguiremos cumpliendo años (eso espero).

Seguiremos celebrando.
Disculpad la extensión, 100 días dan para mucho)… Y a quienes me habéis acompañado y aguantado estos cien días, gracias, de corazón.

Javier Barbero
Delegado de Salud, Seguridad y Emergencias