El callejón de Fuenterrabía guarda un secreto desde hace más de dos siglos en los que ha sido testigo del arte, la costumbre y el buen hacer de grandes maestros de tejidos, tijeras y tintes. 300 años desde que la Real Fábrica de Tapices (RFT) iniciara su andadura en Santa Bárbara primero y después en el entorno privilegiado del Paseo del Arte de Madrid.

Las manos de sus tejedores mantienen viva la tradición de las técnicas textiles del siglo XVIII. Alfombras, tapices y reposteros – paños cuadrados o rectangulares con emblemas heráldicos- de impecable calidad. Un oficio que requiere de grandes habilidades técnicas pero, sobre todo, de mucha paciencia y mimo del producto hasta su resultado final.

Este 2021 se cumplen 300 años de una institución que fue fundada en 1721 por Felipe V y entre cuyos patronos se encuentra el Ayuntamiento de Madrid. La fábrica nace cerca de la puerta de Santa Bárbara y bajo la dirección de los Vandergoten, una familia con varias generaciones de artesanos flamencos. En 1889 se traslada a su actual sede de Atocha.

Después de muchas vicisitudes, en 1996 se convierte en fundación y es un patronato quien toma las riendas. Ayuntamiento, Comunidad de Madrid, Patrimonio Nacional, Patrimonio del Estado (Ministerio de Hacienda) y Ministerio de Cultura y Deporte, junto con otros patronos individuales, se encargan entonces de la nueva etapa de esta fábrica tan especial.

Artesanía centenaria

De seis a doce meses de trabajo por cada metro cuadrado de tapiz son los asombrosos números que explican la minuciosa tarea y el llamativo resultado de cada pieza. Un esfuerzo parecido está en el origen de las alfombras de la RFT, cuya técnica consistente en anudar hebras de lana de diferentes colores sobre las urdimbres de algodón, imitando las teselas de un mosaico, consiguen productos únicos y diferenciados.

Los reposteros también se convierten en piezas únicas de artesanía, pues se elaboran cosiendo piezas de tejido sobre otra tela de base para conformar dibujos a modo de collage que puedes encontrar adornando instituciones y también domicilios particulares.

Tapices, alfombras y reposteros son los principales productos de este lugar de referencia para el arte textil, pero también la unidad de restauración de la Real Fábrica de Tapices cuenta con un gran reconocimiento internacional. Según informa la web de la RFT, se ha convertido en una de las niñas bonitas de la institución pues, bajo esta unidad, se vuelve a dar vida a viejos mantones de Manila, guiones procesionales, uniformes, banderas, etc.

Visita la Real Fábrica

Quién no ha oído hablar de esta centenaria manufactura real, de su historia o de su prestigio. Lo que tal vez no sepas es que esta singular instalación puede visitarse e, incluso, puede ser escenario de eventos, si bien ambas opciones en el último año y debido a la pandemia, con ciertas limitaciones. Las visitas pueden ser guiadas y permiten ver una importante colección de piezas de fabricación propia y obras en depósito. También podemos disfrutar rememorando herramientas antiguas como devanaderas, ruecas y varios cartones procedentes de su archivo gráfico, sin olvidar la posibilidad de contemplar el trabajo de los tejedores en su museo vivo.

El visitante tiene, además, el privilegio de recorrer unas instalaciones que fueron declaradas Bien de Interés Cultural por la Comunidad de Madrid en 2006. Un edificio neomudéjar diseñado y construido por José Segundo de Lema, Arquitecto Mayor de Palacio entre 1884 y 1889, en ladrillo, cantería berroqueña y mampostería vistos, que también fue seleccionado dentro del Plan del Patrimonio Industrial por el Instituto de Patrimonio Histórico Español. Las razones están precisamente, además de en su valor arquitectónico, en que entre sus paredes se sigan realizando las mismas labores para las que se creó.

Si lo que prefieres es ver los tapices in situ, puedes acercarte a lugares tan emblemáticos como el Palacio Real, el Palacio del Pardo, La Granja de San Ildefonso, el Palacio de Aranjuez, el Palacio de Riofrío, Los Reales Alcázares o el Palacio de Pedralbes, en cuyas paredes y suelos tiene lugar la explosión de color, buen hacer y constancia de los profesionales de la fábrica.