“Abrid escuelas y se cerrarán cárceles”. Esta frase célebre que ha pasado a la historia la pronunció la periodista, poeta, pensadora y pionera del feminismo en España, Concepción Arenal Ponte. Nació en Ferrol (Galicia) el 31 de enero de 1829 y un día como hoy, 4 de febrero, de 1893, falleció en Vigo, dejando un legado imborrable de textos sociales, jurídicos y periodísticos.
En 1834, siendo una adolescente, Arenal se trasladó a vivir a Madrid, donde estudió en un colegio para señoritas. Desde bien joven manifestó su deseo de ser abogada y a los 21 años, para poder ingresar como oyente en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid, tuvo que disfrazarse de hombre. Se cortó el pelo y se vistió con levita, capa y sombrero de copa, pero fue descubierta y, ante el escándalo, tuvo que intervenir el rector. Cuenta el anecdotario de esta facultad que le hicieron un examen y lo superó tan brillantemente que no tuvieron más remedio que dejarle asistir a las clases, donde estudió entre 1842 y 1845.
Precisamente, para rememorar ese periodo estudiantil, el Ayuntamiento de Madrid le ha rendido un homenaje, coincidiendo con el bicentenario de su nacimiento, con la colocación de una placa en el Paraninfo de la Universidad Complutense (antes la Universidad Central) en la calle de San Bernardo, 49, distrito de Centro. Un barrio estrechamente ligado a Arenal. Muy cerca de allí, en la calle de la Madera Baja, 6, vivió antes de casarse y en la iglesia de San Ildefonso, en pleno barrio de Malasaña, daría el ‘sí quiero’ al abogado Fernando García Carrasco en 1884.
La decisión de instalar la placa en su memoria había sido adoptada previamente en el Pleno del distrito de junio del pasado año. Las razones del homenaje eran muchas pero José Fernández, concejal de Centro, destacó sobre todo el antes y el después que Arenal marcó en cuanto al sentido de la atención social en nuestro país, un terreno en el que, como en tantas muchas otras cosas, la pensadora y escritora gallega fue precursora. “Arenal fue pionera en la defensa de los derechos de las mujeres, pero también de las personas más vulnerables de la sociedad, por quienes trabajó hasta el fin de sus días, cambiando el concepto de atención social tal como se concebía en aquella época”.
Madrid, clave en su obra
La ciudad de Madrid fue clave en la vida y el trabajo de esta intelectual que se vistió de hombre no solo para acudir a la universidad sino para participar en las tertulias del Café Iris, en la carrera de San Jerónimo.
Tampoco podía firmar con su nombre los artículos que escribía para el periódico La Iberia y cuando decidió participar con su obra La Beneficencia, la Filantropía y la Caridad (1860) en el concurso convocado por la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas -y que finalmente ganó-, lo hizo usando el nombre de su hijo de diez años.
Su siguiente obra, El visitador del pobre (1863), nació de la observación de la escasa preparación que las mujeres tenían en el momento de socorrer a pobres y enfermos y que ella consideraba indispensable para ofrecer una adecuada atención social. Partiendo del concepto de beneficencia, propuso la distribución de funciones entre Estado, sociedades filantrópicas y la caridad individual.
Precursora del trabajo social y feminista incansable
Arenal vio la necesidad de prestar atención a los más vulnerables de una manera integral, analizando el contexto y comprendiendo las causas que originaban la desigualdad. Fue también la primera mujer visitadora de cárceles, que eran en la época lugares de hacinamiento insalubres y denunció las condiciones indignas en las que vivían los presos. Promovió la reforma del Código Penal para dotarles de derechos y luchó para convertir las penitenciarías en lugares que favorecieran la reinserción social. Por todo ello, Arenal está considerada como precursora del trabajo social en España, tal como se entiende en la actualidad.
Pero, además de esta prolífica labor en las cárceles, fue una luchadora tenaz en reivindicar el papel de la mujer en la España del siglo XIX e introdujo temas como la abolición de la prostitución. Todo ello hace que autoras como la historiadora Enriqueta Vila se refieran a ella como “la madre del feminismo en nuestro país”. Una figura que ahora tendremos aún más presente al alzar la vista cuando pasemos por el 49 de la calle de San Bernardo.
*Ilustración de portada cedida por Isabel Ruiz Ruiz