Muchos quieren ser superhéroes. De hecho, la mayoría. Pueden hacer alguna concesión (policía, bombero…) pero ese deseo de ser grande, de cambiar el mundo, de contribuir a la felicidad y bienestar de la gente, siempre acompaña a un niño. También sueñan con otras profesiones cercanas a esa idea de la felicidad del otro: bailarín o bailarina, cantante, futbolista. Pocos hay que quieran dedicarse a la investigación científica. Y aunque los hay, casi más interesante aún son aquellos que no se lo plantearon y la vida misma los fue empujando lentamente hacia los laboratorios, los datos y, sobre todo, el esfuerzo incesante.
En octubre de 2024 se celebró la entrega de los Premios Margarita Salas 2024. Estos premios reciben el nombre de la investigadora española que fue un referente en bioquímica y biología molecular, y son entregados por el Ayuntamiento de Madrid. No podía ser de otra manera, puesto que fue en la capital donde esta asturiana desarrolló gran parte de su brillante carrera profesional.
Estos premios, gestionados desde el Área Delegada de Innovación y Emprendimiento (del Área de Economía, Innovación y Hacienda), reconocen los proyectos de investigación en ciencia y no solo les dan visibilidad, sino que dotan económicamente de 16.000€ al primer premio de cada una de las categorías. Del segundo al cuarto premio también tienen premio económico (12.000€, 8.000€ y 4.000€) así como los seis accésits (1.500€). De este modo, el Ayuntamiento de Madrid fomenta el talento y promueve proyectos que cambien el presente y el futuro.
Tres fueron los premios en las tres categorías: Ciencias básicas, Ciencias de la vida, Tecnología aplicada. Tres fueron los ganadores, con tres historias totalmente diferentes, pero con algo en común: dedicar su vida a la investigación. Y no, no es algo menor: este artículo se está escribiendo gracias a que hubo gente que en su momento investigó, al igual que el lector es capaz de leerlo por la misma razón. La investigación nos impulsa, nos dota de nuevas herramientas y hace nuestras vidas más fáciles. Se lo debemos todo a la investigación. Y, concretamente, a ellos tres, los ganadores:
- Ángel Jesús Murcia Gil: Ciencias básicas
- María Pérez Jiménez: Tecnología aplicada
- Elena Moreno Jiménez: Ciencias de la vida
Y estas son sus historias.
Ángel Jesús Murcia Gil: las fuerzas que no vemos
Ganador de la categoría Ciencias básicas, este alicantino de 29 años se coronó con su tesis Física y Geometría de la gravedad a altas energías.
Consciente de que es un tema complejo, intenta explicárnoslo de la mejor manera posible. La problemática es la de hacer coincidir la teoría general de Einstein con la física cuántica, teorías que funcionan por separado, pero, al combinarlas, parecen incompatibles. Su tesis intenta identificar cuáles son las correcciones cuánticas aplicables a la teoría general de Einstein de manera que sean compatibles. Dicho trabajo está dividido en dos partes: la primera intenta ver esto concretamente en los agujeros negros, lo que se da en altas energías; la segunda parte se centra en ver cómo los efectos cuánticos modifican las estructuras geométricas de la gravedad.
No tiene problema en explicarlo con detalle pacientemente. Se nota en sus palabras que es docente: de hecho, ve muy ligada la investigación y la docencia. Cree que son dos labores que tienen mucha relación: ser un buen investigador te hace ser buen docente y viceversa, ya que en las aulas también surgen muchas preguntas, y son las preguntas las que llevan al investigador a intentar encontrar respuestas. Pone en valor a grandes divulgadores como Stephen Hawkins, aquellos que además de grandes investigadores fueron grandes divulgadores. Porque no es solo lo que descubres: sino también cómo lo transmites.
“Me alegro de que me lo preguntes, en la gala se mencionó muchas veces la complejidad de esa pregunta”. Se refiere a la pregunta del millón: ¿qué aplicaciones prácticas tiene tu investigación? Para responder a ello, él quiere recordar a James Maxwell, británico cuyas investigaciones de hace más de 150 años sobre el electromagnetismo, en aquella época, no parecían muy útiles. En el siglo XXI, sin embargo, aquel descubrimiento nos sirve para realizar llamadas telefónicas o Internet.
Él no quiere aventurarse a decir qué aplicaciones podrían tener sus investigaciones sobre la gravedad, pero señala que hay elementos cotidianos como el GPS que utilizan la teoría de Einstein. “Todos somos necesarios para seguir progresando”, señala, y añade orgulloso que las ciencias básicas, como en su caso la física, son siempre “el primer paso”.
No tiene un claro recuerdo de qué quería ser de pequeño. Menos dibujar, le gustaban todas las materias, y más aún divertirse y jugar a deportes como el fútbol. Pero fue en bachillerato, al presentarse a unas olimpiadas de física y recibir el oro nacional cuando le hizo pensar, ¿y por qué no?
María Pérez Jiménez: que nos vuelva a gustar lo de siempre
Como ganadora de la categoría Tecnología aplicada, esta madrileña de 31 años ha investigado algo muy elemental a la hora del consumo oral, es decir, al comer y al beber: los aromas.
En su tesis Comportamiento de los compuestos aromáticos durante el procesamiento oral del vino: modulación por la composición del vino y fisiología humana, ella parte del hecho de que lo que percibimos por el olfato supone un gran peso en lo que percibimos por el gusto. Así, entendiendo los aromas, se puede incidir en ellos y así hacer vinos más personalizados ya, que, según María, “el aroma es de las características sensoriales más potentes”.
Pertenece a la primera promoción del Grado en Nutrición de la Universidad Complutense y actualmente está haciendo un postdoctorado en Portugal. María piensa que con su investigación se puede acercar el vino a grupos demográficos concretos: a la gente joven le gusta más el vino afrutado, mientras que a gente más mayor les puede gustar más mantener el sabor a madera… con este conocimiento, la experiencia es más personalizable.
Tras su trabajo de fin de grado le llegó casi por casualidad la oportunidad de quedarse como investigadora. Esa financiación y el proyecto en sí llegaron en un momento en el que ella se sentía muy perdida pero que, ahora, años después, la ha colocado en lo alto de un pódium nacional. Reconoce que la financiación y las condiciones laborales pueden ser complicadas en el mundo de la investigación, pero recibir estos premios “te demuestra que vas por el buen camino”.
Aunque siempre ha sido de buenas notas y los tests de habilidades que hizo en el colegio indicaban buenas habilidades para la investigación, lo cierto es que de pequeña nunca se imaginó que se iba a dedicar a esto. La vida la fue conduciendo poco a poco. Verse como ganadora de un premio le ilusiona porque, como reconoce, “nos boicoteamos pensando que no podemos llegar a algo”. Por ello, este reconocimiento en forma de un Premio Margarita Salas, le produce orgullo y felicidad. Un reconocimiento a tantos años de esfuerzo.
Elena Moreno: mejorar vidas y mentes
Bióloga granadina, también de 31 años. Estuvo contenta con la carrera: le gustaban sobre todo las asignaturas de investigación y, poco a poco, fue introduciéndose en ese mundo. Pero fue el recibir una beca de la Asociación Española contra el Cáncer lo que finalmente la puso en donde está ahora: en un camino de investigación cuyos éxitos han quedado reflejados en el Premio Margarita Salas 2024 en la categoría Ciencias de la vida.
De los tres ganadores, dos son mujeres. Y ella se siente orgullosa de ello. Es consciente de que, en ciencias, la representación femenina es menor, pero que es algo que está cambiando. Ella da charlas en colegios y universidades para transmitir a los alumnos que la gente joven, y concretamente las mujeres jóvenes, también investigan. Porque es importante que las mujeres tengan referentes en ciencia, tal como lo fue la propia Margarita Salas.
Su tesis doctoral se titula Proceso de neurogénesis hipocampal adulta en la especie humana. Alteración de la integración de las nuevas neuronas granulares en condiciones patológicas. Dicha investigación se centra en el área cerebral del hipocampo, crucial en el aprendizaje y la memoria. Así, con sus descubrimientos, se podría mejorar el tratamiento de aquellas enfermedades que afectan a esta zona, de manera directa o indirecta, como puede ser el Alzheimer.
Mirando en retrospectiva, no ve algo claro en su infancia que le llevase a ser la investigadora que es hoy. Es cierto que de pequeña le gustaba la naturaleza, de adolescente la asignatura de biología… pero fue más tarde, durante la carrera, cuando algo la llevó a entregar su vida a la investigación: una enfermedad neurodegenerativa en el seno familiar. Su abuelo desarrolló Alzheimer, lo que a ella le marcó. Esa lucha, la de ella, la de su familia, la de su abuelo, es lo que le motiva a seguir por el camino de la investigación. Quizás, el día de mañana, el abuelo de otra chica tendrá una mejor prevención y tratamiento gracias a ella. Ojalá.
Tres ganadores, de tres comunidades autónomas diferentes, con historias diferentes y áreas de conocimiento diferentes. Todos estos adultos una vez fueron niños. Algunos no imaginaron ser investigadores, otros ya tenían predilección por la ciencia, otros simplemente disfrutaban su infancia entre juegos y amigos. Pero lo que es seguro es que si esos niños ahora conociesen a quienes son ahora, lo tendrían claro: querrían ser superhéroes. Es decir, que querrían ser exactamente aquello en lo que se han convertido ahora.