Dentro de la programación que el Ayuntamiento dedica a Japón, país invitado en esta edición de Veranos de la Villa, y en colaboración con The Japan Foundation, se presenta el espectáculo Arte, pasión y solera, de la Compañía japonesa de Baile Flamenco ARTE Y SOLERA, regentada por Mayumi Kagita e Hiroki Sato en el Patio del Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque. Un montaje que nace de un experimento que conecta las disciplinas del flamenco y del Kabuki para crear una nueva forma de arte con la fusión de ambas tradiciones.
Escenas del espectáculo
El show se compone de diez escenas independientes que hilan una historia que constituye un canto a la humanidad y una oración por la paz del mundo. Hiroki Sato, director de Arte y Solera, se pregunta en torno a la obra, de qué manera pueden crear un lenguaje común dos artes que se enamoran para trascender fronteras y barreras lingüísticas en aras de crear una nueva armonía.
Dos culturas distantes, pero hermanas en el sentimiento
Entre las piezas de música y danza flamencas e interpretación Kabuki que se presentan, vamos a destacar algunas por su poder evocador, poético y desgarrado, que apela a sentimientos tan universales como la injusticia, la misericordia, el deseo, la tristeza, la soledad, el amor… El resultado es la comunión de la mística oriental con el carácter visceral del flamenco.
Así, en una de las coreografías, los gritos de España y el lamento de Japón chocan y estallan. La tradición española (gitana) y la japonesa de Tsugaru tienen una misma raíz de opresión, injusticia y pobreza. Este sentimiento profundo de desdicha se sublima a través del llanto, que se transforma en canto y música.
En la escena La mujer delirante (Kabuki), actúa el popular intérprete nipón Kazutaro Nakamura, descendiente de una saga familiar de Kabuki. En la ficción, una joven es asesinada por un hombre, que la confunde con una antigua amante, y deviene en fantasma que vaga por el mundo llorando su desdicha.
En otra de las danzas, Kannon, una diosa budista al ver al fantasma de la novia asesinada vagar por la tierra, se apiada de ella y la salva. El ser redimido de la joven se convierte en un alma con la misión de rezar para que la humanidad alcance la paz.
Me voy llorando (serrana), baile coral de mujeres y hombres, nos lleva a la reflexión de abrazar la soledad: vivimos acompañados, pero morimos en soledad.
Homenaje a nuestro folklore
Rabia de amor es una pieza de rumba flamenca basada en un tema de Lola Flores. Cante jondo (Siguiriya) es una pieza musical tocada con el Tsugaru Shamisen, instrumento similar a la guitarra española, que fue utilizado durante siglos por los mendigos del norte de Japón, que visitaban las casas interpretando música para obtener arroz y sake como recompensa.
La canción Señora de Rocío Jurado escenifica la fuerza del amor en un estilo que se asemeja al Enka, género de la canción popular japonesa.
A dónde vamos, nos invita a reflexionar sobre el arte como fusión de culturas que conduce a la conciliación. Como en la ciudad de Toledo −donde existieron varias religiones y conflictos que afortunadamente llegaron a su fin− a través del flamenco y la música y danza tradicionales japonesas, se construye una bella armonía como símbolo de la paz.
El Kabuki, patrimonio inmaterial de la humanidad
Kabuki, que significa canción (ka), danza (bu) y arte (ki), surgió en Japón en los albores del período Edo, a principios del siglo XVII, creado por Izumo-no-Okuni con fines propiamente lúdicos. Es una forma de teatro que se hizo muy popular en este país de extremo oriente.
Otros momentos de la obra
En su origen, actuaban hombres y mujeres en las obras. Más tarde, la interpretación se limitó a los actores masculinos, que encarnaban incluso a caracteres femeninos, una tradición que ha perdurado hasta hoy. Así, nos encontramos a los onnagata, intérpretes masculinos especializados en papeles femeninos. En cuanto a los estilos de interpretación, existen dos tipos: el aragoto, estilo violento y el wagoto, a base de movimientos suaves. En cuanto a la evolución del género, cambió a su vez el énfasis de la ejecución, centrándose más en el drama que en la danza.
Un drama estilizado con maquillaje y máscaras
La sofisticación oriental y estilización dramática del Kabuki es fruto de una profunda exploración de las expresiones faciales y los movimientos de los actores, el maquillaje, el diseño de los kimonos, la manera en que se ponen y se quitan en el escenario y las técnicas escénicas que aprovechan al máximo los movimientos de flores de papel y las cuerdas.
En cuanto a la temática de las obras de Kabuki figuran tanto acontecimientos históricos como conflictos morales en las relaciones amorosas. La declamación actoral tiene una cadencia monótona y se acompaña de los acordes de instrumentos tradicionales japoneses como el mencionado Tsugaru Shamisen.
La escenografía se sirve de instalaciones giratorias y trampillas a través de las cuales los actores aparecen y desaparecen. Otro elemento característico de la escena de Kabuki es una pasarela o hanamichi, que llega hasta donde se encuentra el público. Por su parte, los Kurokos −vestidos de negro para pasar inadvertidos− son los encargados de mover la escenografía y la utilería por el escenario, ayudando en los cambios de decorado y vestuario.
Algunos de los rasgos más destacados del teatro Kabuki incluyen el mie, que es la pose pintoresca que adopta el actor para definir su papel. La katsura, o peluca, junto al keshō o maquillaje, son otros de los elementos clave que caracterizan a los actores. El polvo de arroz se emplea para crear la base blanca conocida como oshiroi. El kumadori realza o exagera las líneas faciales de los intérpretes para enfatizar los rasgos del rostro y crear efectos de máscaras sobrenaturales o de animales. El color expresa la naturaleza de cada personaje: las líneas rojas indican pasión, heroísmo, rectitud y otros rasgos positivos; el azul o el negro, villanía, celos y características negativas; el verde, lo sobrenatural; y el morado, la nobleza.
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