Diez calles son las que rodean la Puerta del Sol, lugar donde podemos encontrar el kilómetro 0 -que con las obras de la plaza se ha transformado en una rosa de los vientos-, punto que marca el origen de las seis carreteras radiales de España. También tres figuras emblemáticas: la de Carlos III en su caballo, el oso y el madroño (símbolo de Madrid) y, la estatua femenina de La Mariblanca, representación de Venus.
La anterior ubicación de la diosa romana del amor, la belleza y la fertilidad, frente al número 9 de la Puerta del Sol, permitía que todo aquel viandante que fuera por la calle Arenal se encontrara la figura de Venus de frente. Con el traslado frente al número 10 de la misma plaza, la ciudadanía podrá disfrutar de un conjunto de dos esculturas, la de Carlos III y la de la diosa Venus, casi juntas.
A pesar de ser para muchos una gran desconocida, La Mariblanca es uno de los símbolos más queridos de nuestra ciudad. Tan insigne figura femenina es una estatua de pieza caliza blanca que mide 1,70 metros de altura. Apoyada en dos cabezas de delfines, símbolos del mar donde nació, también está acompañada de su hijo Cupido. Elevada sobre un pedestal para hacerla más visible, en su base hay una especie de banco circularen el que podemos leer “Estatua de Venus, llamada La Mariblanca. Réplica y recuerdo de la que presidió esta Puerta del Sol, antes de su transformación a mediados del siglo XIX. MCMLXXXVI”.
Diferentes momentos del traslado de la Mariblanca a su ubicación actual (C) Miguel Berrocal
Historia vinculada a Madrid
En Madrid hubo una fuente llamada la Mariblanca, fuente más bonita que ella nunca la tuvo una plaza, con estas palabras la cupletista Olga Ramos cantaba la canción compuesta por Francisco de la Vega en honor a esta figura femenina de la Puerta del Sol.
Con Felipe III y el traslado de la Corte a la Villa de Madrid -desde Valladolid- en el año 1606, se comenzaron a embellecer diferentes espacios públicos, fruto de una amplia remodelación urbanística de la capital. Las plazas de la Cebada, Provincia, San Salvador, Puerta Cerrada o Descalzas Reales, importantes focos de comercio, acogieron este tipo de ornamentaciones.
La Puerta del Sol, centro neurálgico de Madrid, no iba a ser menos. Diseñada en 1618 por el dibujante, grabador y escultor toscano afincado en Madrid, Rutilio Gací, la desaparecida iglesia del Buen Suceso -en la parte oriental de la plaza- fue el lugar elegido para colocar, en 1625, la estatua de la diosa. Una estatua fabricada en Italia y que Ludovico Turchi trajo a Madrid junto a otras esculturas de temas mitológicos. La fuente, se denominó de la Fe o de las Arpías, ya que de su cuerpo octogonal central, se adosaban diversos escudos, cartelas y mascarones con salida de agua que remataba en su coronación una concha desde la que vertían agua cuatro arpías con fuentes en sus pechos, lo que componía un bello conjunto con caños a distinta altura y un juego de brillos y colorido debido al bronce y sus mármoles blanco y negro. Fruto de la rumorología de la época se dice que a la diosa Venus se le añadió una cruz para evitar comentarios críticos relacionados con su carácter pagano, más bien vinculado con la lujuria y, de esta manera, se la convertiría en una representación de la fe católica.
De izquierda a derecha: imágenes del archivo del Museo de Historia de Madrid (anteriores ubicaciones de la escultura) y la Puerta del Sol años 80
En el siglo XVII, los aguadores y barquilleros que diariamente transitaban la Puerta del Sol, empezaron a denominarla La Mariblanca, en honor al color blanco del mármol de la escultura. Transcurría el año 1726, cuando el maestro mayor de fuentes, Pedro Ribera, realizó una reparación a la estructura dañada. En esta remodelación se planteó la eliminación del segundo cuerpo, sustituyendo a las arpías por conchas y delfines enlazados al remate piramidal, más acorde con la leyenda del nacimiento de Venus. Además, se eliminó la base que servía de banco para aquellos que quisieran pasar un rato agradable visitando la plaza.
Posteriormente, hubo remodelaciones con el arquitecto Ventura Rodríguez (1781) y Manuel Abascal (1838), quien trasladó la estatua a la plaza de Las Descalzas, donde permaneció hasta 1892. Un cambio marcado por la demolición de parte de la fuente para levantar una mucho más sencilla, con cuatro caños y con la Mariblanca colocada sobre un pedestal de granito sin adornos.
Ya en el siglo XX empieza su peregrinación por la ciudad. Entre 1912 y 1969 estuvo en el parque de El Retiro, y posteriormente viajó al paseo de Recoletos, gracias al proyecto del arquitecto municipal de parques y jardines Manuel Herrero Palacios. Este nuevo proyecto consistía en una serie de estanques graduales, adornados en un lateral por una serie de columnas, en el centro de las cuales se situaba un templete con la Mariblanca. Esa pequeña cascada todavía podemos disfrutarla en el último tramo del paseo de Recoletos llegando a la plaza de Cibeles y, donde anualmente se realizan ferias como la del Libro Antiguo y de Ocasión o la de Artesanía.
De izquierda a derecha: templete paseo de Recoletos e inscripción y escudo de la Mariblanca
Reproducción de la original
En el año 1984 la Mariblanca sufrió cuantiosos daños por un acto vandálico.
Por este motivo, el Ayuntamiento de Madrid firmó un convenio con el Instituto de Conservación y Restauración de los Bienes Culturales del Ministerio de Cultura, por el que se encargó a Joaquín Cruz la recuperación de la estatua y cuyo proceso materializaría el restaurador, Jerónimo García Gallego.
Una vez concluida, el alcalde de la capital por aquel entonces, Enrique Tierno Galván, decidió que se colocara en la escalera principal de la Casa de la Villa.
Así pues, la que podemos disfrutar en la Puerta del Sol es una réplica, de piedra caliza, con un poco menos de tamaño.
Y, para los amantes de las curiosidades, otra reproducción de la diosa se puede apreciar en uno de los lugares donde podemos encontrar más joyas de nuestra ciudad, el Museo de Historia de Madrid.
Con la nueva ubicación La Mariblanca mira hacia el reloj de la Puerta del Sol, porque como dice Olga Ramos en su famoso cuplé “los relojes tienen alma por lo cual se enamoró, de la bella Mariblanca”.