La cocina del Centro Socio Comunitario Josefa Amar, en el distrito de Tetuán, se ha convertido en espacio de encuentro y de aprendizaje. En ella, asociaciones y colectivos del barrio imparten talleres gratuitos de cocina, y también cursos para iniciar proyectos productivos de catering. Su ejemplo ha inspirado la idea de espacios para promover la cultura alimentaria saludable y sostenible, que se incorpora como una de las medidas clave en la Estrategia Alimentaria de la ciudad de Madrid.
Los Centros Sociales Comunitarios
Hay pocos Centros Sociales Comunitarios en nuestra ciudad. Uno de ellos el CSC Josefa Amar, junto a la Ventilla, en el distrito de Tetuán, fruto de la reivindicación vecinal del barrio, que demandaba un lugar de reunión y de servicio para las necesidades sociales, ya que las asociaciones difícilmente cuentan con recursos para costear un local propio.
A diferencia de otros centros municipales como los culturales, sociales o socioculturales, en los centros sociocomunitarios la toma de decisiones está a cargo de un consejo del que forman parte vecinos/as, representantes de asociaciones del Distrito, representantes de los Foros Locales, del Consejo de Infancia y de la Junta Municipal. Es decir, la programación de actividades y el establecimiento de prioridades se hacen contando con las asociaciones, que tienen la mitad de los votos del consejo. Dentro de las actividades que se realizan en este centro, destacan las que tienen que ver con la cocina.
La cocina, espacio estrella para el encuentro ste
Cuando nos encontramos para cocinar y después saborear los platos preparados, es fácil que se creen momentos distendidos de encuentro. Juntarnos para comer es parte de festejos y celebraciones sociales en prácticamente todas las culturas. También en el Centro Josefa Amar el espacio de cocina se ha convertido en espacio de encuentro… y de aprendizaje.
La cocina está disponible para cualquier colectivo que solicite realizar una actividad. Los únicos requisitos que tienen que cumplir son que la actividad sea gratuita, que tenga un carácter social e impacte en el territorio (en el distrito).
Desde que se puso en marcha, la cocina no ha dejado de funcionar como espacio para talleres y actividades. Asociaciones como Pueblos Unidos o ADRA han organizado talleres de cocina para desarrollar habilidades laborales que permitan lanzar proyectos productivos de catering. El centro pone el espacio y la instalaciones y la organización aporta los materiales y el personal que imparte el taller, en una práctica de cooperación público-social alineada con la Ordenanza municipal que acaba de ser aprobada.
Así, por ejemplo en septiembre de 2017 y en mayo de 2018 se han impartido sendos cursos de emprendimiento ligado a catering para mujeres, organizados por Ayuda en Acción y Transformando. En la imagen podemos ver al cocinero Manuel de Torres, de la Escuela El Laurel, entre fogones en plena clase práctica. Los talleres son germen de iniciativas de empleo: tras los talleres de 2017, vio la luz el proyecto Plato en Ruta, impulsado por un grupo de mujeres del barrio que recibieron la formación en el centro. La cocina es utilizada además por otros colectivos que desarrollan actividades, como los desayunos del nuevo grupo de Cocuidados.
El potencial de los espacios de cultura alimentaria
Tenemos ejemplos de otros países, donde espacios de cultura alimentaria son gestionados por organizaciones comunitarias, como los Community Food Centers en Canadá, que contribuyen a la salud, fomentan el sentimiento de pertenencia y la justicia social en barrios con población con bajos ingresos. Más cerca, en Caen (Francia) encontramos el restaurante cooperativo “Sauvages sur un plateau”, con talleres, cocinas populares, eventos y fiestas, con los que crean vínculos sociales y promueven, a través la alimentación, valores de protección de la salud y del medio ambiente.
Desde el CSC Josefa Amar participaron en los talleres de diseño de la estrategia alimentaria. El enfoque del centro y su trabajo junto con la Mesa contra la exclusión y por los derechos sociales de Tetuán, fueron muy inspiradores para otras entidades y colectivos con quienes compartieron mesa de trabajo. No en vano, una de las medidas surgidas del proceso participativo se refiere a la creación de espacios de cultura alimentaria y consumo sostenible. Una medida que recogería las propuestas formuladas por la mesa de Exclusión de Tetuán cuando se barajó la posibilidad de crear un centro de cultura alimentaria en el distrito. La petición ciudadana buscaba lograr un centro que fuera espacio de encuentro, donde reforzar el tejido asociativo local y ligarlo a la realización efectiva del derecho a la alimentación, contando desde la fase de diseño con los colectivos interesados.
En los centros de cultura alimentaria se pueden dar dinámicas tan enriquecedoras como las que permitieron que se celebraran los dos talleres de 20 horas cada uno «Yo me lo guiso, yo me lo como. Talleres de cultura alimentaria y economía doméstica«. Se desarrollaron en el CSC de Tetuán, como un «proyecto pionero fruto del trabajo del Grupo de Soberanía Alimentaria de la Mesa contra la exclusión«. Con los talleres, el centro se convirtió en espacio de encuentro y formación, de autoayuda y sinergias. Además de formar en materia de alimentación y economía doméstica, favorecieron el conocimiento y el acceso a recursos comunitarios del Distrito. Fueron todo un éxito.