Una alimentación sana y sostenible en las ciudades, clave para terminar con el hambre y la malnutrición

El hambre en el mundo vuelve a crecer después de un período de declive. Hoy, más de 821 millones de personas sufren subalimentación crónica, o sea pasan hambre, lo que nos hace retroceder a los niveles de hace una década. La paradoja es que, mientras millones de personas padecen hambre, 1.300 millones de personas tienen sobrepeso y de ellos, 600 millones son obesos.

Mirando hacia el futuro, si la dirección de las políticas actuales permanece igual, las estimaciones indican que para el año 2030, el número de personas con sobrepeso y obesidad se incrementará de 1.330 millones en 2005 a 3.280 millones, lo que equivaldrá a un tercio de la población mundial proyectada; y que el hambre crónica apenas se reducirá, quedando por encima de 650 millones de personas.

Si finalmente estos números se convierten en una realidad, no alcanzaremos el Hambre y Malnutrición Cero, que es uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030, un plan de acción adoptado por las Naciones Unidas a favor de la paz universal, la justicia y la reducción de la pobreza. Este escenario generará, además, costes de salud, pérdidas en la productividad y presión sobre los recursos naturales.

Las cifras hablan por sí solas. Ahora, más que nunca, todavía estamos a tiempo para poder alcanzar el desarrollo sostenible, y resolver el problema del hambre y la malnutrición en todas sus formas. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) lo recuerda este 16 de octubre, fecha en que se celebra en todo el mundo el Día Mundial de la Alimentación: ahora es el momento de corregir el rumbo de nuestras acciones.

Pero la seguridad alimentaria es una meta ambiciosa que no puede alcanzarse por sí sola. Más bien, necesita que los ciudadanos, el sector privado, el académico y el público caminen de la mano.

En este contexto, las administraciones locales juegan un rol estratégico, ya que tienen un acceso directo a las personas, cuya participación es esencial para erradicar el hambre. Los ayuntamientos han de trabajar conjuntamente con todos los sectores de la sociedad, uniendo fuerzas que promuevan la protección social, la agricultura sostenible, la salud y las políticas educativas.

Actualmente, las ciudades albergan a más de la mitad de la población mundial, y se prevé que la tendencia de la urbanización vaya en aumento. Por otra parte, estas zonas se están convirtiendo en centros de innovación política, social y económica.

Con la colaboración de los ciudadanos, las urbes, grandes y pequeñas, pueden y deben contribuir a conseguir políticas que promuevan dietas saludables, sostenibles y culturalmente adecuadas. Para ello, tienen que volver a acercar consumidores y productores rurales y urbanos, pues las decisiones que se toman en las ciudades inciden directamente en la vida de los pequeños agricultores. Asimismo, la agricultura urbana y periurbana ofrece diferentes oportunidades para la conservación de la biodiversidad en el contexto urbano y en los sistemas alimentarios.

Desde que Madrid firmó el Pacto de Milán en 2015, hemos acompañado y apoyado su trabajo en favor de los circuitos cortos de comercialización y la reducción del desperdicio alimentario y la huella ecológica en la producción alimentaria. Tres años más tarde, y en respuesta a los compromisos asumidos con este acuerdo de carácter internacional, hemos sido testigos de importantes avances. De hecho, el pasado mes de julio tuve el placer de presentar, junto con la alcaldesa Manuela Carmena, y el segundo teniente de Alcalde y delegado de Coordinación Territorial y Cooperación Público-Social, Nacho Murgui, la Estrategia de Alimentación Saludable y Sostenible 2018-2020 para la ciudad de Madrid. La capital de España se ha convertido en un gran ejemplo a seguir en el desarrollo de una alimentación sana y sostenible.

En base a esta estrategia, se pretende garantizar el derecho universal a una alimentación saludable y respetuosa con la salud de las personas y el planeta. Se van a llevar a cabo políticas que avancen en la soberanía alimentaria del municipio, progresando en otras áreas como servicios higiénicos o planificación territorial. Es una visión sobre la que se van a desarrollar medidas para construir un sistema alimentario más justo y respetuoso con la salud de las personas y del planeta. Una visión que asume el enfoque del derecho universal a una alimentación saludable, producida en condiciones justas y asequibles, a la que pueda acceder el conjunto de la ciudadanía.

Tenemos que aunar esfuerzos y tener en cuenta las lecciones aprendidas y las buenas prácticas. Así, frente al alarmante aumento de las recientes cifras de la malnutrición, estamos convencidos de que nuestras acciones son nuestro futuro, y que un mundo Hambre Cero para 2030 es posible. Podemos, y tenemos la obligación, de ser la Generación Hambre Cero.